«A Rubén le empezó a latir el corazón en el mismo momento en que le bauticé»
Tras diez años de matrimonio, Pablo y Sara pidieron la intercesión de Carmen Hernández, iniciadora del Camino Neocatecumenal junto a Kiko Argüello, para que llegara el hijo que tanto deseaban. Ella se quedó embarazada, pero el pequeño Rubén venía con problemas y sus «probabilidades de supervivencia eran muy remotas». Frente al diagnóstico médico, y a pesar de nacer sin vida, el matrimonio se aferró a la oración. «A Rubén le empezó a latir el corazón en el mismo momento en que le bauticé» en la sala de partos, asegura Pablo Plaza
Pablo y Sara llevaban casados diez años. Durante esta primera década de su matrimonio no habían logrado tener hijos «a pesar de haber probado muchos tratamientos médicos». Su deseo de acoger una nueva vida que, sin embargo, no terminaba de llegar, les llevó hasta la tumba de Carmen Hernández, ante la que rezaron, hace ahora dos años, «para pedirle la gracia de tener un hijo», explica Pablo Plaza.
Después de orar ante el sepulcro de la iniciadora —junto a Kiko Argüello— del Camino Neocatecumenal, «mi mujer se quedó embarazada, sin ninguna ayuda extra, a principios de julio del 2019». La buena nueva coincidió, además, «con el inicio de la acogida de un niño de dos años».
Las oraciones habían sido escuchadas, Sara ya tenía a su hijo en su seno, pero ambos tuvieron que luchar para que esa nueva vida saliera adelante. Los problemas comenzaron «a partir de la consulta de las 20 semanas, el 25 de noviembre, cuando descubrieron que mi mujer presentaba incompetencia cervical y el cuello del útero estaba acortado». Los médicos recetaron reposo absoluto.
A pesar de seguir los consejos de los facultativos, el 6 de diciembre por la mañana se rompió parcialmente el saco amniótico de Sara y el matrimonio se dirigió al Hospital Universitario Doce de Octubre de Madrid, donde la dejaron ingresada. «Nos comentaron que las probabilidades de supervivencia del niño eran, en el mejor de los casos, muy remotas y si sobrevivía, sería con unas secuelas tan graves que no sería humano mantenerlo con vida», asegura Plaza.
Los médicos «insistían en la no viabilidad de Rubén [nombre que Pablo y Sara habían elegido para su hijo]» y «tuvimos que ponernos tercos con los médicos» para defender «nuestro deseo de intentar salvar al niño». Finalmente, «el jefe de neonatología, el doctor Bustos, atendió nuestro requerimiento y empezó un ciclo de corticoides que aceleraba el desarrollo de los pulmones y el uso de antibióticos que anticipaba una posible infección».
La bolsa gestacional se rompió completamente el 11 de diciembre, con 22 semanas y cinco días de gestación, y entonces Sara «empezó a tener contracciones, cada vez más continuas y empezó a dilatar». El parto parecía inminente, así que Pablo Plaza volvió a acudir a la intercesión de Carmen Hernández «para que pararan las contracciones. Instantáneamente pararon. Los médicos estaban asombrados porque se hubieran parado de un momento a otro sin haber administrado ningún tipo de medicamento».
Nació sin vida
Una semana después, la noche del 17 de diciembre, Rubén se dispuso a nacer con un tiempo gestacional de 23 semanas y cinco días. Se esperaba un parto complicado. El niño llevaba una semana sin líquido amniótico, había introducido una pierna a través de una prótesis colocada cuando comenzaron las complicaciones del embarazo y, además, «venía de nalgas y la placenta tenía una posición anterior, por lo que la cesárea para reducir el sufrimiento fetal era inviable».
Durante el parto estuvieron presentes hasta 18 profesionales, entre ginecólogos, neonatólogos, anestesistas, matrona, enfermeros y auxiliares. Surgieron infinidad de complicaciones, pero finalmente consiguieron sacar al niño del vientre materno, pero «sin vida. En la misma sala empezaron a reanimarle entre cinco personas. Al poco, la matrona que estaba atendiendo el parto se nos acercó para decirnos que la cosa no iba bien y que Rubén no iba a salir adelante. Nosotros, en ese momento, comenzamos a asumir la pérdida de nuestro hijo con mucho dolor y mi mujer comenzó a rezar», rememora Plaza.
Los padres, pertenecientes al Camino Neocatecumenal, habían expresado su voluntad de bautizar a Rubén cuando naciera. Los médicos accedieron a su petición cuando ya llevaban nueve largos minutos tratando de reanimar al niño. «Me acerqué temeroso con el agua del Jordán que tenía preparada y bauticé el pequeño cuerpo de mi hijo en voz alta; mi mujer en ese mismo momento hizo una oración a Carmen Hernández en su interior».
Tras verter sobre la cabeza de Rubén el agua del mismo río en el que Juan Bautista bautizó a Jesús, continuaron las labores de reanimación y «la doctora encargada nos dijo que, sorprendentemente Rubén, estaba vivo y con constantes normales». También advirtió de «que había pasado muchísimo tiempo en parada y estos niños no vivían más de dos horas». Por ello, se llevaron al pequeño a la zona de neonatos.
Como finalmente el niño había salido adelante, Pablo y la doctora formalizaron «el trámite del nacimiento y el ingreso del nuevo paciente en el hospital». En ese preciso momento, la médico recibió la analítica de Rubén «y, viéndolo delante de mí, se llevó las manos a la cabeza. Me dijo que mi hijo estaba perfecto, que incomprensiblemente no tenía ningún parámetro alterado. Estaba muy sorprendida y afectada».
Posteriormente, la matrona «nos dijo que había hablado con la jefa de enfermeras y que le había dicho que a Rubén le empezó a latir el corazón en el mismo momento en que le bauticé», asegura Pablo Plaza. De hecho, la matrona –conocida del matrimonio– también les comentó «que la persona que se lo había dicho preguntó a las demás si se habían dado cuenta de lo que acababa de pasar, por si acaso tenían que testificar y alguno discrepara de lo sucedido, y todos dijeron que sí».
En la actualidad, Rubén tienen poco más de un mes de vida, «pesa 1.140 gramos y mide 34 centímetros. Va progresando en la respiración, tiene un par de infecciones y el ductus abierto fruto de esta infección, pero aún se sorprenden de la fuerza y ganas de vivir que mantiene. No hay día que el personal del hospital no manifieste su asombro por lo acontecido, suceso al que mencionan como el milagro del 2019», concluye Plaza, que ha mandado su testimonio para que pueda valorarse de cara a la causa de canonización de Carmen Hernández.