El integrismo que vuelve - Alfa y Omega

El integrismo que vuelve

Manuel María Bru Alonso

Tras leer este libro le viene a uno la idea de proponer al Papa que promulgue el cambio, donde aún se sigue haciendo, del juramento antimodernista por un juramento antiintegrista porque, es evidente, el mayor peligro para la Iglesia de hoy no es el modernismo (de hecho, vivimos ya hace más de medio siglo en la posmodernidad), sino el rebrote con espectacular virulencia de la epidemia del integrismo.

Como bien explica el profesor Laboa en este libro, la tentación integrista ha acompañado a la Iglesia desde el principio: pretensión de la imposición de la tradición judía a los cristianos gentiles en el siglo I, dureza con los cristianos laxos y apoyo a la exhibición martirial en las primeras persecuciones, obsesión por llamar herejía o brujería a cualquier novedad en el Medievo, seculares acusaciones mutuas de heterodoxia entre Oriente y Occidente, el fundamentalismo católico que acompañó gran parte de las campañas de la Inquisición, o el menosprecio de las culturas indígenas en el encuentro con el Nuevo Mundo. Y ante todo, de lo que el profesor Laboa es un reconocido experto como historiador, el integrismo del siglo XIX, sobre todo en España, cuando «el brusco y brutal aniquilamiento de la experiencia liberal de Cádiz y la reacción radical del Trienio y de la época de Mendizabal dieron al traste con la posibilidad de un catolicismo liberal español, centrado y equilibrado, a diferencia de otros países europeos, más sensatos y equilibrados en sus reacciones». En este libro se nos habla del fundamentalismo en la historia del cristianismo, del integrismo y la religiosidad en la España contemporánea y de las consecuencias de la actitud integrista, terminado con una reflexión final sobre la intolerancia y los fundamentalismos.

El libro mantiene el máximo rigor histórico. La lectura del pasado se nos muestra luminosa para entender el presente. En este caso, el de ese nuevo integrismo que vuelve, el de los últimos años, que se resiste tanto a entender la comunión eclesial como unidad en la pluralidad (y no como uniformidad), como a integrar la presencia de la Iglesia en el pluralismo religioso de la sociedad.

Me ha venido a la memoria una anécdota que me contó un amigo que, hablando con un obispo, le contó que había tenido una larga conversación con uno de sus más jóvenes sacerdotes. Al final, había concluido que lo que identificaba el estilo de aquel, como de tantos otros sacerdotes jóvenes, es que «tenía las ideas muy claras». Al ver mi amigo en su rostro un atisbo de mirada irónica le preguntó: «¿Y eso qué significa?». A lo que el obispo contestó: «Pues, que lástima, ¿no?». Para luego explicarle que no es que sea malo que tenga las ideas muy claras en medio de tanta confusión y relativismo. Lo malo es que algunos utilizan sus ideas claras para corregir a sus interlocutores como si fueran tontos, para responder con intransigencia a las dudas, para abanderar una pastoral reactiva, a la postre antipastoral, en lugar de proactiva ante la sociedad y la cultura de hoy.

Es el integrismo que vuelve, en clérigos y laicos, que se dejan llevar por los intereses económicos y los prejuicios ideológicos de quienes quieren acabar con el pontificado de Francisco y su propuesta de la cultura del encuentro.

Integrismo e intolerancia en la Iglesia
Autor:

Juan María Laboa

Editorial:

PPC