Un faro frente a mares bravos - Alfa y Omega

Un faro frente a mares bravos

Después de las primeras reacciones ante la renuncia del Papa, marcadas por la sorpresa y la gratitud, ha llegado el momento de analizar el legado de Benedicto XVI y prepararse para acoger a su sucesor

Redacción
Benedicto XVI, durante la consagración de la basílica de la Sagrada Familia, el 7 de noviembre de 2010

+ Javier Martínez, arzobispo de Granada

Su primera encíclica se llama Dios es amor. Él ha querido ser un instrumento de ese amor, que iluminaba en tiempos de mareas bravas y fuertes que rigen y que mueven el mundo. Él ha sabido guiar e iluminar el camino de la Iglesia sencillamente hacia Aquel que es su esperanza y su fortaleza, que es Jesucristo; con una libertad indomable, con un afecto por la Humanidad, por el bien de cada persona, por el bien de la verdad. El Papa ha sido una voz potentísima, dulce, suave, tal como él es, reclamándonos a la centralidad de Cristo, que nos revela que Dios es amor, y nos devuelve la posibilidad de ser nosotros mismos.

+ Jaume Pujol, arzobispo de Tarragona

Hablar de candidatos, de pugnas por el poder y zancadillas, es una trasposición a la Iglesia de lo que ocurre en la vida política, cuando en la Iglesia no hay campañas electorales ni partidos, ni promesas de legislatura, ni un Gobierno y una oposición. Lo que nos corresponde es rezar por el nuevo Papa, al que ya amamos sin aún conocerlo. Y en esta ocasión, rezar también por quien ha sido Benedicto XVI y dar gracias a Dios por el riquísimo legado espiritual y cultural que nos ha dejado. Su ejemplo de libertad y humildad, y sus libros y encíclicas son y serán una fuente de inspiración inagotable.

+ Francisco Gil Hellín, arzobispo de Burgos

¿Cómo no dar gracias a Dios porque alguien haya podido escribir: «Soy atea. Pero me siento menos sola cuando leo sus libros» (Oriana Fallaci)? Benedicto XVI ha tocado muchas cabezas y corazones de no creyentes y de creyentes. Ha sido un enorme teólogo-catequista. Pero ha sido, sobre todo, un testigo creíble de Jesucristo. Por eso, ha puesto a su servicio lo que él podía poner: su gran sabiduría y su prodigiosa capacidad para hacerse entender. Ha sido una verdadera delicia escucharle hablando con pasión sobre Jesucristo.

+ Jesús Sanz Montes, arzobispo de Oviedo

No le han dado cuartel. Es patético cómo se han empeñado unos y otros, ebrios de su prejuicio, en emprenderla con este hombre sencillo, dulce, tímido y tierno, como si en el Papa Ratzinger hubiera estado concentrada toda la intolerancia, toda la maldad, toda la involución. Estos quijotes de la progresía se empeñan en abatirle imposiblemente como si de un gigante terrible se tratase, aunque tan sólo se trata de un molino de viento apacible que nos sopla las buenas noticias de Dios. [En PáginasDigital].

+ José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián

Su denuncia profética del relativismo, acompañada por la perspectiva de fe con la que nos ha enseñado a afrontar la existencia, han sido y siguen siendo el mejor antídoto para nuestra particular crisis local. No estaría de más que reconociésemos humildemente que, con frecuencia, los prejuicios nos han impedido acoger adecuadamente la riqueza de este pontificado. Afortunadamente, las resistencias del primer momento han ido cediendo ante la evidencia de un hombre de fe, bueno, humilde, libre y sabio; y posiblemente en el momento actual tengamos mejor disposición para recibir su legado.

+ Adolfo González Montes, obispo de Almería

Permitidnos, Santo Padre, haceros llegar el testimonio de nuestra comunión y viva gratitud por cuanto habéis realizado en estos ocho años de servicio a la Iglesia que Cristo os confió. Hemos seguido vuestro magisterio como faro luminoso al servicio de la verdad, que nos ha ayudado a orientarnos en tiempos de confusión. Os agradecemos vuestra entrega como pastor de la Iglesia universal que nos ha apacentado con tanto amor, dando unidad y cohesión a la Iglesia, e impulsando el testimonio coherente de fe que los cristianos hemos de dar.

+ Josep Ángel Saiz Meneses, obispo de Tarrasa

Ha sido un hombre de diálogo. Sin relativizar el hecho de que Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida, pero consciente de que el anuncio se ha de hacer desde la propuesta y con la fuerza de la verdad; y eso requiere diálogo y comprensión, amor persuasivo, servicio y generosidad. Finalmente, pasará a la Historia por su empeño en la renovación de la Iglesia. Le ha tocado afrontar una serie de problemas muy graves y complejos y lo ha hecho dando una respuesta valiente y decidida en temas que le han producido mucho dolor.