Francisco, ¿por qué van a ti? - Alfa y Omega

Francisco, ¿por qué van a ti?

San Francisco, convertido en la referencia del pontificado del Santo Padre. El santo de Asís «amó la creación como obra de Dios, fue un hombre de paz por saberse perdonado por el Señor, se entregó a los pobres imitando a Cristo crucificado», escribe el arzobispo de Oviedo, franciscano, monseñor Jesús Sanz Montes:

Jesús Sanz Montes
Peregrino en la Plaza de San Pedro, durante el Cónclave

Tenemos, por primera vez, a un Papa que asume como nombre propio a Francisco (de Asís). Tantos se hacen la pregunta que Fray Maseo le formuló al propio san Francisco en unos de los documentos hagiográficos más populares del trecento italiano, las célebres Florecillas: «¿Por qué a ti, por qué a ti? […] ¿Quieres saber por qué a mí viene todo el mundo? Esto me viene de los ojos del Dios altísimo, que miran en todas partes a buenos y malos, y esos ojos santísimos no han visto, entre los pecadores, ninguno más vil ni más inútil, ni más grande pecador que yo. Y como no ha hallado sobre la tierra otra criatura más vil para realizar la obra maravillosa que se había propuesto, me ha escogido a mí para confundir la nobleza, la grandeza, y la fortaleza, y la belleza, y la sabiduría del mundo, a fin de que quede patente que de Él, y no de creatura alguna, proviene toda virtud y todo bien, y nadie puede gloriarse en presencia de Él, sino que quien se gloría, ha de gloriarse en el Señor, a quien pertenece todo honor y toda gloria por siempre» (Florecillas, 10).

Hemos de evitar que la referencia a san Francisco sea convertida en una extraña amalgama de valores, actitudes… que se toman en préstamo, indiscriminada y eclécticamente, de cualquier religión y filosofía, a fin de componer ese referente comodín, de largo y universal consumo, en el cual la originalidad propia que se deriva del Acontecimiento cristiano, quedase diluida. En este fenómeno no se destruye la historia cristiana anulando sus palabras y sus personas significativas, sino cambiando la raíz, el sentido, la evocación y la propuesta de las mismas, como decía Charles Péguy.

Fresco en el convento benedictino de Subiaco: ‘san Francisco de Asís’, pintado cuando fue a visitarlo (1222)

Acaso estamos ante un personaje aceptado por todos, con un atractivo fuerte y seductor, con una inocencia ingenua y casi naif, que no ha tenido opositores conocidos en la Historia. Mas, sobre el Poverello Francisco, son tantos los que toman su nombre…, si no en vano, sí al menos en otros muchos sentidos a como lo toma Dios y como lo escucha la Iglesia, que inevitablemente nos obliga a la cautela, porque ni siquiera hablar de san Francisco es necesariamente referencia al Poverello, al hijo de Pietro Bernardone y Madonna Pica que dejó su vida de hijo de rico comerciante para aventurarse en el seguimiento de Jesús, ya que, desde las varias presentaciones que de este cristiano paradigmático se hace, se podría objetar: ¿de qué Francisco se va a hablar, para qué o contra quién? No es tan extraño que se convierta a Francisco en bandera o coartada de afanes que él sencillamente ignoró.

El Poverello –muy a su pesar– se ha prestado, a veces, a más de una bandería utilizadora, queriendo encontrar en él al inspirador o al cómplice de los más diversos movimientos que recogen actualísimas preocupaciones. Con mucho gusto, estos colectivos visten a Francisco de verde ecologista, de blanco pacifista, de pana proletaria, de azul vaquero postmoderno, sin olvidar toda la gama de un incoloro tradicionalista…, aunque sea hartamente complejo hacer firmar al Francisco histórico los puntos de partida y, sobre todo, las metas de llegada que muchas veces tales programas propugnan. Francisco amó la creación como obra de Dios, fue un hombre de paz, por saberse perdonado por el Señor, se entregó a los pobres imitando a Cristo crucificado, adoptó un hábito sencillo, conmovido por el gesto de Dios que se revistió de nuestra humanidad, y fue fiel a la Iglesia y su tradición sin coqueteo con los tradicionalismos.

Para el Papa Francisco, el santo de Asís es el que tiene estas referencias de un gran cristiano como el Poverello, hijo de Dios, hijo de la Iglesia e hijo de su tiempo. Tres filiaciones que deben acompañarnos en esta época apasionante, de la mano de los santos, como con este gesto ha indicado el sucesor de Pedro.