Dos lúcidos retornos al clasicismo - Alfa y Omega

Dos lúcidos retornos al clasicismo

Coinciden en cartelera dos películas que hunden sus raíces en clásicos del cine y la literatura. Sin llegar a la altura de sus referentes, ofrecen versiones serias, dignas, y con indudables puntos de interés

Juan Orellana
Fotograma de ‘Oz, un mundo de fantasía’

Oz, un mundo de fantasía

Ahora que están de moda los remakes, reboots, spin-offs y secuelas, es realmente audaz plantear una precuela de un clásico universal e inmortal como El mago de Oz. Y más osado aún rodarla, sabiendo que millones y millones de personas custodian celosas la memoria del clásico protagonizado por Judy Garland, y van a ser espectadores tremendamente exigentes. Disney tenía en mente un productor experto en cuentos clásicos: Joe Roth, productor de cintas como Blancanieves y la leyenda del cazador o Alicia en el País de las maravillas. Pero había que encontrar un director que supiera combinar el más recio clasicismo con el dominio de las modernas técnicas digitales y el 3D. La elección recayó sobre Sam Raimi, responsable de la moderna y exitosa saga de Spider Man.

El guión debía basarse libremente en los múltiples relatos que Lyman Frank Baum escribió a principios del siglo XX sobre El mago de Oz. Y se le encargó a Mitchell Kapner (Falsas apariencias) y a David Lindsay-Abaire, co-autor del libreto de la película de animación Robots, y guionista de Corazón de tinta y El origen de los guardianes. Para completar los ingredientes, tres actores de prestigio: James Franco, Rachel Weisz y Michelle Williams.

Sin embargo, en el séptimo arte no bastan los ingredientes, tiene que darse esa especie de milagro que hace que una película funcione y otra no. Ésta ha funcionado, y lo que es más meritorio, ha gustado a los nostálgicos de Oz. La película nos explica lo que ocurrió en la Ciudad Esmeralda antes de la llegada de Dorita, nos cuenta de dónde sale la bruja y el porqué de ese farsante mago bondadoso llamado Oz. Y lo hace componiendo un permanente homenaje al clásico de la Metro de 1939. Desde ese comienzo en blanco y negro y formato 1:1,33, el recurso al tornado, el despliegue de colores, o los simpáticos personajes Munchkin. Hay dos temas centrales en esta precuela de Raimi: la fe y la memoria del padre. La fe entendida, no en clave religiosa, sino como confianza en alguien y en uno mismo, como ilusión ciertamente voluntarista. Una fe considerada como energía e ímpetu, muy característica de tantas películas americanas. La fe que el hada Glinda tiene en Oscar Oz es lo que a él le va a hacer cambiar. También hay algunas alusiones religiosas, como cuando Oz le promete a Dios que va a cambiar si le da una nueva oportunidad, tema también muy americano. La cuestión de la memoria del buen padre perdido, emparenta curiosamente a esta película con la Blancanieves de Pablo Berger. Glinda está definida por el recuerdo de su padre, asesinado por sus hijas, las brujas malas.

Pero además del típico arco de transformación del protagonista, que de ser un egoísta redomado acaba descubriendo la importancia de darse a los demás, la película se suma al homenaje que Scorsese hizo a los orígenes del cine. Si aquel celebró la magia de Meliés en La invención de Hugo, ésta rememora la figura de Thomas Alva Edison y sus descubrimientos tecnológicos. También hay en la cinta de Raimi ecos de los homenajes a la edad de oro del ilusionismo que fueron El truco final (El prestigio) o El ilusionista. En definitiva, un excelente producto de entretenimiento para toda la familia, visualmente fascinante, y que se mueve en los clásicos parámetros del bien que vence al mal, gracias al amor.

Oz, un mundo de fantasía
Director:

Sam Raimi

País:

Estados Unidos

Año:

2013

Género:

Fantástico

Público:

+7 años

Anna Karenina

Keira Knightley, en ‘Anna Karenina’

Son muchas las versiones cinematográficas, televisivas y teatrales que se han hecho de la obra de Tolstoi, siendo la de Clarence Brown, con Greta Garbo, la adaptación más canónica y redonda desde el punto de vista cinematográfico. En 1997, Bernard Rose rodó la primera versión moderna para la gran pantalla, con Sophie Marceau en el papel protagonista. Ahora, Joe Wright, que en cierto modo parece el nuevo James Ivory del siglo XXI, opta por distanciarse de los cánones clásicos de sus predecesoras, y ofrecer una puesta en escena original, basada en el espacio físico teatral, pero dilatado por la magia del cine.

El argumento es muy fiel a la historia original: en la Rusia de fines del siglo XIX, la aristócrata Anna Karenina sucumbe a una pasión adúltera que la lleva a la autodestrucción. Sin embargo, frente a unas lecturas más feministas de la obra, el guión de Tom Stoppard (El imperio del sol, Vatel) subraya el delirio irracional de esta mujer, y la injusticia infringida a su marido. También los aspectos religiosos aparecen con más personalidad que en otras versiones. Keira Knightley es una actriz excelente, aunque no llega a alcanzar la intangibilidad que mostró la divina en la versión sonora de 1935. Alekséi Karenin adquiere más ternura de la mano de Jude Law, y la madre del Conde Vronsky está convincentemente interpretada por la brillante Olivia Williams. Lo más interesante es, indudablemente, el aspecto visual del film: su puesta en escena, sus curiosas coreografías, su dirección artística y su iluminación.

Anna Karenina
Director:

Joe Wright

País:

Reino Unido

Año:

2012

Género:

Romance

Público:

Todos los públicos