El Papa Francisco: «Si no miramos cada día al Señor, nos volvemos ciegos» - Alfa y Omega

El Papa Francisco: «Si no miramos cada día al Señor, nos volvemos ciegos»

Francisco advierte a los religiosos de la tentación de recluirse en el yo y no ver más «la gracia de Dios». Y les pidió que sean hombres y mujeres de esperanza y lleven una mirada de compasión a los alejados

Fran Otero

El Papa Francisco presidió en la tarde del sábado una Eucaristía en la Basílica de San Pedro con motivo de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada en la que participaron miembros de distintas congregaciones religiosas e institutos de vida consagrada. Y durante la que el Pontífice aprovechó para animar a los religiosos a no perder la esperanza, que se funda en el contacto con Dios, y a introducir en el mundo «una mirada de compasión», que «va en busca de los alejados»; una mirada «que no condena, sino que anima, libera, consuela».

En una homilía marcada por la figura del anciano Simeón, Francisco reconoció a los religiosos su entrega a Jesús, renunciando incluso «a cosas preciosas como los bienes o como formar una familia». «Habéis visto el tesoro que vale más que todas las riquezas del mundo. […] Os habéis enamorado de Jesús, habéis visto todo en Él, y cautivados por su mirada habéis dejado lo demás. La vida consagrada es esta visión. Es ver lo que es importante en la vida», subrayó.

Pero también les advirtió ante la tentación de la «mirada mundana», la que «no ve más la gracia de Dios como protagonistas y va en busca de cualquier sucedáneo: un poco de éxito, un consuelo afectivo, hacer finalmente lo que quiero».

«Pero la vida consagrada –continuó–, cuando no gira más en torno a Dios, se repliega en el yo. Pierde impulso, se acomoda, se estanca. Y sabemos qué sucede: se reclaman los propios espacios y los propios derechos, uno se deja arrastrar por habladurías y malicias, se irrita por cada pequeña cosa que no funcionan y se entonan las letanías del lamento: sobre los hermanos, las hermanas, la comunidad, la sociedad».

Y así, según el Papa, uno se vuelve «rutinario y pragmático, mientras aumentan la tristeza y la desconfianza, que acaba en resignación». Es por eso que insistió en que los consagrados deben ser hombres y mujeres de esperanza a pesar de circunstancias como la disminución de las vocaciones o las cosas que no funcionan. «Pero miremos al Evangelio y veamos a Simeón y Ana: eran ancianos, estaban solos y, sin embargo, no habían perdido la esperanza, porque estaban en contacto con el Señor. Este es el secreto: no apartarse del Señor, fuente de la esperanza. Si no miramos cada día al Señor, sino lo adoramos, nos volvemos ciegos», concluyó.