«Padre Bergoglio: ¡Cómo lo vamos a extrañar!» - Alfa y Omega

«Padre Bergoglio: ¡Cómo lo vamos a extrañar!»

Cuando Esteban Pittaro, periodista de información religiosa y miembro de Crónica Blanca, escuchó el nombre del cardenal Bergoglio precedido por un Habemus Papam, no daba crédito. El mismo día que entraba en casa con su hijo Santi, recién nacido, nombraban Papa a su pastor, quien meses antes le aseguraba, en un e-mail, que rezaba por el pequeño. «No nos dábamos cuenta de a quién teníamos al lado», asegura

Esteban Pittaro
El cardenal Bergoglio, el año pasado, con jóvenes de Acción Católica, en la parroquia bonaerense de San Benito de Belgrano. Foto: Federico García Romero.

Una de las primeras ideas que, a varios de los porteños, nos vino a la cabeza tras los primeros gestos y palabras del Papa Francisco, es cómo estuvimos tanto tiempo sin darnos cuenta de a quién teníamos al lado. Sin embargo, pese al esfuerzo por pasar desapercibido, logró acariciar corazones con anécdotas que hoy, quienes las evocamos, recordamos con emoción: su negación al taxi y optar por coger el tren para celebrar una boda a una hora y media de distancia, los encuentros con él en el metro, los diálogos casi sobrenaturales con el taxista -luego diácono permanente-, sus saludos al linyera -en lunfardo, persona sin hogar-, su ayuda personal para la solución de los problemas que afectaban a periodistas en las radios parroquiales, o a políticos en los Parlamentos, su caminar como cualquier otro en los vía crucis de la ciudad –¡cómo lo vamos a extrañar!–…

Recuerdo un diálogo en el cual protesté por algo que, hoy, fascina al mundo:

Bergoglio: Bueno, rezá por mí.

Yo: No, ¡vos rezá por mí, cardenal! Me encantá cuando pedís eso…

Bergoglio: (risas) ¿Qué cosa?

Yo: Que recemos por vos. Sos vos el que tiene que rezar por nosotros…

Bergoglio: Así que estás casado…

Yo: Sí. Belén se llama. Llevamos un año.

Bergoglio: ¡Ahh! ¿La cuidás? Queréla mucho, ¿eh?

La multiplicación de estas anécdotas por doquier, y el grato recibimiento de los medios a los gestos del Papa Francisco, están generando en Argentina una auténtica revolución de fe. Las críticas, típicas ante cualquier tema en mi país, desaparecen rápido. Los templos se están llenando, y ya he conocido principios de conversión y agnósticos combativos que se han preguntado si ellos mismos no estaban equivocados con la Iglesia.

Somos importantes para él

¿Qué podemos esperar de Francisco, una vez que pase este gozoso romance? No entiendo la lógica del Espíritu Santo, y dejo eso a los teólogos. Sí me animo a decir que no habrá ruptura del Papa Francisco con sus antecesores. Y creo que, ante su manera de encarnar el magisterio de ellos, sumado al iberoamericano, más su habilidad para traducir todo en gestos tan puros, podemos esperar muchas reconciliaciones con Dios.

Me parece que los desafíos para él no pasan tanto por la reforma curial. Ya nos lo alertó: no pensemos en la Iglesia con una lógica política. El desafío, con el Papa Francisco, es la caridad, es el amor a Jesús y en Él a los hombres. Sobre esto va a trabajar y en ese camino nos va a guiar.

Como pastor de Buenos Aires, supo enseñar ese amor con gestos humildes y un diálogo personal con cada uno de nosotros: pobres, periodistas, políticos, taxistas, matrimonios… Siempre nos hacía sentir importantes para él, y quizá, por eso, no veíamos al gran hombre que teníamos en frente. Pero hoy cada uno de nosotros lo recuerda en las anécdotas que tocaron nuestro corazón. Y siempre nos hizo rezar. Seguro que, si sigue así, acercándose al corazón de cada hombre y cada mujer, ahora con el favor de los medios de comunicación, tenemos por delante un horizonte lleno de esperanza.

Humilde…, elegido

Dios me mandó cubrir, en Buenos Aires, la noticia más sorprendente que jamás haya imaginado como periodista. Corrí, grité, respiré hondo, pero, sobre todo, recé agradecido por este inmenso don para Argentina y el mundo. «¡Gracias, Señor, gracias por hacer de tu pastor humilde causa de unidad y resurgimiento de la fe en el bendito pueblo argentino!», lloré hacia mis adentros, postrado ante el sagrario, después de tantas horas de trabajo ininterrumpido.

¿Qué puede esperarse de este hombre? El nuevo Vicario de Cristo resaltará la clave misionera de la Iglesia, como hizo en Buenos Aires, a la que le pidió no encerrarse en las parroquias, o colegios, muy contentitos todos y olvidar «el chimenterío –chismorreo, en lunfardo– parroquial y las internas eclesiales». Llega la hora de instalar la Iglesia de puertas abiertas, no sólo porque las abre para recibir, sino que las tiene abiertas para salir y celebrar, ayudando a aquellos que no se acercan, mostrando el camino bajo el umbral de la fe cuando la Palabra de Dios es anunciada y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Nueva evangelización. Con verdad. Con misericordia. Dos palabras que definen al padre Bergoglio.

Ezequiel Chabay
Agencia Informativa Católica Argentina, AICA