Una mirada a la fe, a través del Credo de los apóstoles - Alfa y Omega

Una mirada a la fe, a través del Credo de los apóstoles

El Cabildo de la catedral de Zamora nos ofrece la oportunidad de meditar en los fundamentos de nuestra fe gracias a una colección de trece pinturas que representan a los doce apóstoles y a un Cristo Salvador bendiciendo a los niños. A los pies de cada uno de los apóstoles, aparece un artículo del Credo

Eva Fernández

Aquel día de Pentecostés, la fuerza del Espíritu Santo cambió para siempre la vida de los Apóstoles y, en cierto modo, la nuestra. Cuenta una piadosa tradición, recogida hacia el año 404 por Tiranio Rufino, que aquel día, antes de partir a evangelizar por todo el mundo, los apóstoles, empapados por la gracia del Espíritu, redactaron un breve esquema de lo que sería su predicación futura, aportando cada uno de ellos aquella parte de la Revelación que querían destacar. Aquel día quedó inventariada nuestra fe. Los doce apóstoles sellaron con la autoridad que les había dado su Maestro el conocido como Credo de los Apóstoles o Symbolum Apostolorum.

Unos dos mil años después, Benedicto XVI convocó la celebración del Año de la fe, manifestando su deseo de que todos los fieles tengan «la oportunidad de confesar la fe en el Señor resucitado en nuestras catedrales» (Carta apostólica Porta fidei, de Benedicto XVI). Al calor de esta indicación, el Cabildo catedralicio de la catedral de Zamora ha tenido la magnífica idea de restaurar y exponer a la contemplación de todos sus visitantes un conjunto de trece lienzos con las representaciones de los doce apóstoles, en las que aparecen sus respectivos artículos del Credo, tal como nos ha legado la Tradición. A estos cuadros se les une la imagen de Cristo Salvador bendiciendo a los niños. Las pinturas están fechadas en el segundo cuarto del siglo XVII y es muy probable que procedan de un taller italiano en el que trabajaron muchos oficiales, copiando modelos conocidos de distintos pintores. En la sacristía de la catedral de Granada, se conserva un conjunto de cuadros semejante al que ahora se expone en la catedral de Zamora, cuya procedencia, con cierta seguridad, también es italiana.

Una visita obligada en el Año de la fe

De sobra es sabido que Zamora es un lujo para los amantes del arte románico, una etapa histórica en la que los artesanos se empeñaron en que las piedras hablaran de Dios, y sus frescos contaran al mundo los fundamentos de la fe. Su catedral se edificó en la década central del siglo XII, y se consagró en 1174. Al parecer, consiguieron que se construyera de un tirón en tan sólo 23 años —una celeridad insólita en aquel tiempo—, y sus arquitectos nos regalaron, además, un cimborrio espectacular, con dieciséis ventanas y decoración exterior de escamas, que no sólo marcó el camino a seguir por otras grandes construcciones románicas, sino que se ha convertido en símbolo de la ciudad. Un entorno único que prepara al visitante que se acerca al trascoro del templo para contemplar y meditar los pasajes del Credo a través de los apóstoles que nos lo muestran. En cada uno de estos lienzos, las figuras de los apóstoles están representadas de más de medio cuerpo, algunos de frente y otros de perfil y con una luz lateral que nos recuerda al tenebrismo italiano. En muchos de estos rostros, se percibe una clara influencia de Ribera en lo que se refiere al realismo con el que están perfilados los rasgos.

Gracias al fabuloso trabajo de restauración llevado a cabo, se ha conseguido recuperar los colores primitivos, en los que sobresalen las gamas terrosas con abundantes toques de verde, rojo, rosado y mostaza. Todos los cuadros llevan marcos con molduras policromadas en azul ultramar y filetes dorados.

Al recorrer la exposición, tras recibir la bendición de Cristo Salvador, nos topamos con un potente san Pedro que mira al cielo pensativo mientras parece reflexionar en la inscripción latina con la que da comienzo el Credo: Credo in Deum Patrem Omnipotentem creatorem coeli et terrae (Creo en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra). Todo un Dios creador que, según nos van relatando Juan, Andrés, Santiago y todos los demás, nos entregó a Jesucristo, su único Hijo, que nació de Santa María Virgen y fue crucificado bajo Poncio Pilato… Y así hasta las postrimerías, que concluyen con san Matías, al que le toca recordarnos las tres palabras finales del Credo: Vitam eternam. Amen. Toda una catequesis que ayuda a profundizar en los fundamentos de nuestra fe, precisamente en una catedral, la cátedra del obispo, símbolo de su magisterio y de la unidad de todos los creyentes en torno al mismo Credo. El dicho popular nos recuerda que Zamora no se ganó en una hora, pero la visita a esta exposición sí que nos hará ganar una secuencia incomparable de la historia de la salvación a través de los ojos de los apóstoles.