«¡Dios nunca se cansa de perdonarnos!» - Alfa y Omega

«¡Dios nunca se cansa de perdonarnos!»

El Papa se dirigió a los miles de fieles en la Plaza de San Pedro, el domingo, en el rezo del ángelus, y recordó que Dios, «Padre misericordioso, siempre tiene paciencia», no se cansa de perdonar; «somos nosotros los que nos cansamos de pedirle perdón»

Papa Francisco

Hermanos y hermanas, ¡buenos días! Después del primer encuentro del pasado miércoles, ¡hoy puedo de nuevo dirigir mi saludo a todos! Y estoy feliz de hacerlo el domingo, ¡el Día del Señor! Esto es hermoso e importante para nosotros, cristianos: encontrarnos el domingo, saludarnos, hablarnos como ahora, aquí en la plaza. Una plaza que, gracias a los medios de información, tiene las dimensiones del mundo.

Este quinto domingo de Cuaresma, el Evangelio presenta el episodio de la mujer adúltera que Jesús salva de la condena a muerte. Sorprende la postura de Jesús. No oímos palabras de desprecio ni de condena, sólo palabras de amor, de misericordia, que invitan a la conversión: «Tampoco yo te condeno. Ve, y de ahora en adelante, no peques más». El rostro de Dios es el de un Padre misericordioso, que siempre tiene paciencia. ¿Han pensado ustedes en la paciencia que Dios tiene con cada uno de nosotros? Ésa es, pues, su misericordia. Siempre tiene paciencia con nosotros, nos comprende, nos espera, nunca se cansa de perdonarnos si sabemos volver a Él con un corazón contrito. «Grande es la misericordia del Señor», dice el salmo.

En estos días, he podido leer un libro del cardenal Kasper –un teólogo inteligente, un buen teólogo– sobre la misericordia. Y me ha hecho mucho bien –no crean que hago publicidad de los libros de mis cardenales, pero debo decir que me ha hecho mucho bien…– El cardenal Kasper dice que sentir la misericordia, escuchar esta palabra, cambia el mundo, hace que sea menos frío y más justo. Tenemos necesidad de entender bien esta misericordia de Dios. Recordemos al profeta Isaías, que dice que, aunque nuestros pecados fueran de color rojo escarlata, el amor de Dios los volverá blancos como la nieve. ¡Es hermoso, eso de la misericordia!

Recuerdo que, recién nombrado obispo, en 1992, llegó a Buenos Aires Nuestra Señora de Fátima y se hizo una Misa para los enfermos. Yo fui a confesar, y casi al final vino hacia mí una mujer anciana, humilde, de más de 80 años. La miré y le dije: «Abuela –porque nosotros decimos así a las personas mayores–, ¿usted quiere confesarse?». –«Sí», dijo. –«Pero si usted no ha pecado…». Y ella me dijo: «Todos tenemos pecados…». –«Pero tal vez el Señor no los perdonará…». –«El Señor perdona todo», me dijo, segura. –«¿Y usted cómo lo sabe, señora?». –«Si el Señor no perdonara todo, el mundo no existiría». Sentí ganas de preguntarle: «Dígame, ¿usted estudió en la Gregoriana?», porque ésa es la sabiduría que da el Espíritu Santo: la sabiduría interior sobre la misericordia de Dios. No olvidemos esta palabra: ¡Dios nunca se cansa de perdonarnos, nunca!

Padre, «¿cuál es el problema?». El problema es que nosotros nos cansamos, no queremos, nos cansamos de pedir perdón. Él nunca se cansa de perdonar, pero nosotros, a veces, nos cansamos de pedir perdón. ¡No nos cansemos nunca! Él es el Padre amoroso que perdona siempre, que tiene un corazón de misericordia para todos nosotros. Y también nosotros aprendamos a ser misericordiosos con todos. Invoquemos la intercesión de la Virgen, que ha tenido entre sus brazos la Misericordia de Dios hecha hombre.

Saludo, tras el ángelus

Dirijo un cordial saludo a todos los peregrinos: gracias por vuestra acogida y vuestras oraciones. Os pido que recéis por mí. Renuevo mi abrazo a los fieles de Roma, y lo extiendo a todos vosotros, que habéis venido de varias partes de Italia y del mundo, así como a todos aquellos que se unen a nosotros a través de los medios de comunicación. Elegí el nombre del santo Patrono de Italia, san Francisco de Asís, y esto refuerza mi conexión espiritual con esta tierra, donde –como sabéis– tiene el origen mi familia. Pero Jesús nos ha llamado a formar parte de una nueva familia: su Iglesia, esta familia de Dios, para caminar juntos por el camino del Evangelio. Que el Señor os bendiga, la Virgen os proteja. No olvidéis esto: el Señor no se cansa de perdonar! Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón. ¡Buen domingo y buen almuerzo!