Monseñor Sáiz Meneses: «Me emociona ser sacerdote» - Alfa y Omega

Monseñor Sáiz Meneses: «Me emociona ser sacerdote»

La vida del sacerdote «se convierte en la mejor acción evangelizadora y en el mensaje más directo» para la pastoral vocacional. Así dice el reciente documento Vocaciones sacerdotales para el siglo XXI, publicado por la Conferencia Episcopal Española, y así lo recuerda, en esta entrevista, monseñor José Ángel Sáiz Meneses, obispo de Tarrasa y presidente de la Comisión episcopal de Seminarios y Universidades

José Antonio Méndez
Ordenación sacerdotal de monseñor Sáiz Meneses, en 1984, de manos del cardenal don Marcelo González, en Toledo. A la derecha, en Santiago de Compostela, en 2008

¿Tanto importa, en la pastoral vocacional, el testimonio del sacerdote?
Podemos aplicar aquella frase de Pablo VI: «El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los testigos que a los maestros; o si escucha a los maestros, es por lo que tienen de testigos». Después de la oración por las vocaciones, el testimonio de vida de los sacerdotes es el elemento más importante. Precisamente, Benedicto XVI, en el Mensaje para la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones del año 2010, destacó que la fecundidad de la pastoral vocacional depende fundamentalmente de la gracia de Dios, pero también del testimonio de vida de los sacerdotes.

¿Cómo ha de ser ese testimonio?
La historia de cualquier vocación sacerdotal va unida al testimonio de un sacerdote que vive con alegría su ministerio, que con su palabra y su ejemplo despierta interrogantes y suscita vocaciones. Párrocos o consiliarios que se entregan las 24 horas del día, que renuncian a sí mismos para hacer la voluntad del Padre, que se dejan la vida en el surco, como el grano de trigo; que pasan por la vida curando las heridas, tendiendo puentes, promoviendo el perdón. Esos sacerdotes acostumbran a ser hombres de esperanza, insatisfechos e inconformistas, llenos de celo por la evangelización, que cambian el corazón de la gente no tanto por sus dotes humanas, sino por el contagio, por el testimonio de su amistad con Cristo, de un amor apasionado que llena sus vidas. En definitiva, sacerdotes enamorados de Jesucristo, que transmiten el gozo de una vida plena, la felicidad del servicio a Dios y a los hermanos.

En su vida, ¿ha habido sacerdotes que influyesen en su vocación y en el desarrollo de su ministerio?
A lo largo de mi vida he conocido excelentes sacerdotes que me han ayudado en distintos momentos y de los que he aprendido mucho. En primer lugar, mi tío Gerardo, hermano de mi madre. También tengo un gran recuerdo de los formadores del Seminario Menor de Barcelona y del Mayor de Toledo. Sobre todo don José Rivera, mi director espiritual en el Seminario y en los primeros años de sacerdocio. No puedo dejar de recordar al padre Ginés Fernández, consiliario de Jóvenes de Cursillos de Cristiandad, en Barcelona, y a don Sebastián Gayá, uno de los iniciadores del Movimiento de Cursillos, que ha marcado mi vida.

Su vocación nació en la niñez. ¿Qué imagen de los sacerdotes le transmitían sus padres?
Mi familia es profundamente cristiana, y en casa se respiraba un gran aprecio y respeto por los sacerdotes y por lo que significaban. Ya he dicho que mi tío era sacerdote. Además, de pequeño ejercí de monaguillo, así que la figura del sacerdote me era cercana. Mis padres me transmitieron la grandeza de la persona del sacerdote y del ministerio sacerdotal.

¿Qué es lo mejor de ser cura?
La intimidad con Cristo, el ser llamado a estar con Él y a participar en su misión. En el último año de Seminario, cuando se acercaba mi ordenación, lo que más me emocionaba e ilusionaba era meditar el hecho de que, al pronunciar la consagración, el pan y el vino se convertirían en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y al pronunciar la absolución en nombre de Cristo, los pecados fueran perdonados y se recibiera la gracia para emprender de nuevo el camino. Eso me sigue emocionando, me emociona ser sacerdote. También está el encuentro con las personas, propiciar su encuentro con Cristo, acompañar en los procesos de fe, consolar en las aflicciones, ayudar a los más pobres y pequeños… Es apasionante.