El colegio sí debe suscitar vocaciones - Alfa y Omega

El colegio sí debe suscitar vocaciones

«¿Por qué el aumento de nuestras instituciones educativas va acompañado por una creciente crisis de fe? ¿Qué las hace tan poco eficaces, a la hora de despertar la fe y en el campo de la evangelización?», se preguntaba el cardenal Grocholewski, Prefecto de la Congregación vaticana para la Educación católica, durante el Sínodo de los Obispos para la nueva evangelización. La cuestión pone el acento en la responsabilidad de las instituciones educativas, sobre todo de la escuela católica, en la pastoral vocacional, que no sólo se limita a las llamadas al sacerdocio

Colaborador

¿Puede un centro educativo ser un centro vocacional? Muchos se escandalizarían si a esta pregunta respondiéramos afirmativamente. Quizá algunos se rasgarían las vestiduras al escuchar que un centro educativo es un centro vocacional. Ahora nos preguntamos: si una escuela no es vocacional…, ¿para qué sirve la escuela? Si la escuela no sirve para que los alumnos descubran su vocación y, descubriéndola, encuentren su lugar en el mundo, si no es para esto, la escuela, definitivamente, ¿para qué sirve? Todo centro educativo debe ser un centro vocacional. Ésta es la clave. Si esto es así, todavía con mayor motivo la escuela católica ha de ser el lugar privilegiado donde ayudemos a nuestros niños, adolescentes y jóvenes a descubrir la vocación a la que Dios los ha llamado.

Crecer sin ahogar

Con esta conciencia clara, se ha de intentar construir un terreno en el que las vocaciones cristianas, especialmente las vocaciones sacerdotales, puedan crecer sin ser ahogadas. En el Colegio arzobispal-Seminario Menor de Madrid, por ejemplo, nuestra pretensión primera es ser un seminario, es decir, un lugar donde, a través de la educación, pueda crecer sin dificultad, o por lo menos con las menores dificultades posibles, la semilla de la vocación que Nuestro Señor ha sembrado en cada uno de nuestros alumnos. Y esto vale para cualquier escuela.

Esta tarea es realmente apasionante. Es un trabajo precioso y delicado a la vez. Es precioso porque no hay nada más bello en la vida de la escuela que el ir viendo crecer con auténtico asombro esa semilla que no hemos sembrado nosotros, ni siquiera el mismo chico, sino que ha sido sembrada por Otro. Y es delicado, porque no habría nada más triste y doloroso que el ahogar esa semilla que es el origen de la vida en plenitud de la persona que tienes delante.

Ésta es la empresa que tenemos entre manos: ayudar a nuestros jóvenes a descubrir esa semilla, dándoles los instrumentos necesarios para que vaya creciendo y poniendo nombre concreto a esa vocación.

Cada día nosotros nos encontramos con este milagro en nuestro colegio. Cuando a un chico le facilitas los instrumentos básicos y le ayudas a que los utilice correctamente y con plena libertad, te vas dando cuenta cómo, en la medida en que se va desarrollando como persona, va creciendo también en el conocimiento de sí mismo ante Dios y va descubriendo a qué es llamado.

Ésta es la razón de ser de nuestro seminario. Ésta es la razón de ser de la escuela.

Francisco del Pozo
Rector del Colegio arzobispal-Seminario Menor de Madrid