Jornada Mundial de la Vida Consagrada: Un ejército con superpoderes - Alfa y Omega

Jornada Mundial de la Vida Consagrada: Un ejército con superpoderes

Eva Fernández
Foto: CNS

Un ejército es un equipo. Todos y cada uno de quienes lo forman están adiestrados para no pensar en sí mismos, sino en el camarada que lucha a su lado. Cada 2 de febrero la Iglesia celebra la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, que viene a ser la fuerza de infantería, los que hacen el trabajo duro, cavan las trincheras y preparan el terreno en la oscuridad y en condiciones muy duras para que después llegue el resto de la tropa, que es quien termina saliendo en todas las fotos. Son los que siempre tienen a mano la intendencia necesaria para que, a través de las múltiples formas en las que viven su vocación de entrega, los demás encontremos ese calor en el que reconfortarnos para rematar la batalla.

La procesión con las velas encendidas que acompaña la liturgia de la Misa –del día en el que también se conmemora la Presentación del Niño Jesús y la Virgen de la Candelaria– ayuda a imaginar la fuerza de esa infantería silenciosa a la que hemos visto dejarse la piel en rincones perdidos de todo el mundo. Vivimos con tanta prisa que pocas veces nos paramos a pensar en todo lo que tenemos que agradecerles. «Sois el amanecer perenne de la Iglesia», les decía el Papa Francisco en 2018: «Me encanta cuando encuentro religiosas y religiosos ancianos, pero con los ojos brillantes, porque llevan el fuego de la vida espiritual encendido. No se ha apagado».

Sin ellos la Iglesia sería irreconocible. Perderíamos casi todas las batallas. Con su entrega materializan el más grande de los heroísmos: dar la vida, gastarla día a día por un prójimo al que no siempre conocen. No cabe mayor generosidad. Decía Chesterton que el verdadero soldado no lucha porque odia lo que tiene delante, sino porque ama los que tiene detrás. Ellos, los consagrados, son los rangers de la Iglesia, los boinas verdes convencidos de que lo mejor que pueden hacer con su vida es perderla. Algo realmente insólito, porque la retaguardia es un lugar tentador en el que agazaparse.

Aprovechemos esta fiesta para rezar por ellos. Porque su oración y su trabajo nunca es inútil, porque siempre nos reconfortan. Porque nos transmiten su confianza en que las cosas saldrán bien, por mucho que parezca lo contrario. Porque nos permiten conciliar el sueño, sabiendo que están siempre de guardia. Porque desconocen el significado de la palabra imposible y nos contagian las ganas de luchar y resistir. Porque su trato nos hace mejores y nos estimula a transmitir esa fuerza a los demás. Porque se las apañan para conmover al cielo para que cese la tormenta.

Es un privilegio contar con sus superpoderes en nuestras filas. Solo con personas convencidas por lo que luchar se ganan las batallas. Y sabemos que, al final, la historia siempre la escriben los ganadores.