Más de 200 seminaristas - Alfa y Omega

Más de 200 seminaristas

Con motivo del Día del Seminario de 2013, el cardenal arzobispo de Madrid, don Antonio María Rouco Varela, ha escrito una Carta pastoral, en la que dice:

Antonio María Rouco Varela

La cercanía de la solemnidad del glorioso Patriarca san José nos invita a celebrar, un año más, el Día del Seminario, un tiempo de gracia para dirigir nuestra atención hacia esa querida institución de la Iglesia diocesana en donde se forman los sacerdotes que la servirán en los próximos años. Más de doscientos seminaristas integran en este curso nuestros Seminarios diocesanos: el Conciliar y el misionero Redemptoris Mater. Una realidad fecunda y prometedora por la que no podemos dejar de dar gracias a Dios en todo momento, y de mostrarle nuestro afecto y solicitud. El Día del Seminario es ocasión oportuna para conocer más de cerca esa realidad, sus logros, dificultades y proyectos, y, simultáneamente, revitalizar la responsabilidad de toda la comunidad diocesana en el fomento y cuidado de las vocaciones sacerdotales.

En estos tiempos de fuerte secularización social y de escasez de vocaciones consagradas, no resulta infrecuente escuchar preguntas como éstas: ¿cómo son los seminaristas?; ¿de dónde provienen?; ¿cuáles son sus inquietudes más hondas? Ciertamente, son jóvenes de este tiempo, hijos de nuestras familias y miembros de nuestras parroquias o movimientos, marcados por los valores y contradicciones que presenta la cultura actual que se reflejan y repercuten en el proceso educativo. La gran mayoría, al acceder al Seminario, habían iniciado o finalizado estudios superiores; algunos, incluso, habían comenzado su vida profesional. Otros procedían del Seminario Menor. Se trata, entonces, de un grupo de jóvenes de hoy, plural en edades, biografías y sensibilidades, en cada uno de los cuales se cumple, sin embargo, la imagen sacerdotal que nos ofrece la carta a los Hebreos: «… escogido de entre los hombres, para representar a los hombres en el culto a Dios» (Heb 5, 1).

He aquí lo peculiar de nuestros seminaristas frente a otros jóvenes; he aquí la fuente de sus inquietudes y deseos de dejarlo todo por el Señor para entregarle la vida: el amor de Jesucristo los ha encontrado y fascinado, los ha elegido como colaboradores para la brega misionera y, en el diálogo de gracia que es el tiempo del Seminario, les dispone para transformarlos en signos sacramentales de su presencia siguiendo su estilo de vida y siendo como una transparencia suya en medio del rebaño. Por tanto, es justo que, al dar las gracias a Dios por todos y cada uno de nuestros seminaristas, expresemos el afecto y la solidaridad cristianos a los futuros sacerdotes con la oración confiada ante el Señor y con la generosidad de la ayuda económica, haciendo efectiva la responsabilidad de toda la Iglesia diocesana en las múltiples necesidades de la formación sacerdotal.

Celebramos el Día del Seminario en el marco eclesial del Año de la fe convocado por el Papa Benedicto XVI, para invitar a todos los cristianos a una verdadera y auténtica conversión al Señor, fortaleciendo de esta manera la renovación de la propia vida en Cristo con el don y la tarea de «la fe que actúa por el amor» (Gal 5, 6).

El Papa nos abre al horizonte de la nueva evangelización como un compromiso de todos los fieles cristianos a redescubrir la alegría de la fe y el entusiasmo misionero por comunicarla. La Misión Madrid, a la que he convocado a participar a toda la Iglesia diocesana, desea ser acogida, cauce y respuesta a este tiempo de gracia y conversión en el que el Santo Padre ha colocado a la Santa Iglesia de Dios al promover el Año de la fe. «Toda la diócesis es el sujeto de esta misión. Nadie puede quedarse indiferente cuando se trata de anunciar el Evangelio de Cristo, (…), todos los cristianos debemos sentirnos llamados, según nuestra vocación y estado, a trabajar humildemente en la viña del Señor», os recordaba en la presentación de la propuesta de la Misión Madrid.

La necesidad de sacerdotes

Obviamente, para realizar esta Misión y para la predicación del Evangelio y la edificación de la Iglesia en el próximo futuro es clara la necesidad e importancia de los sacerdotes: de la santidad de sus vidas, de su entrega apostólica y del número suficiente dependerá, en cierta forma, la reciedumbre en la fe y el entusiasmo del testimonio de los cristianos. A pesar de contar con bastantes seminaristas, su número resulta insuficiente para las necesidades pastorales de una diócesis tan poblada y compleja como la de Madrid. Más aún si tenemos en cuenta la escasez y el envejecimiento progresivo de tantos presbiterios de Iglesias hermanas que pueden necesitar nuestra ayuda.

Recordamos todavía con complacencia y gratitud aquella luminosa mañana de agosto en la catedral de la Almudena, abarrotada con los futuros sacerdotes que habían acudido a la JMJ y, en medio de ellos, al Papa Benedicto mirando al futuro con esperanza: «Al veros, compruebo de nuevo cómo Cristo sigue llamando a jóvenes discípulos para hacerlos apóstoles suyos, permaneciendo así viva la misión de la Iglesia y la oferta del Evangelio al mundo».

¡Queridos sacerdotes! No tengáis miedo a proponer abiertamente la vida sacerdotal a los jóvenes con la alegría y el ejemplo de vuestra vida entregada al Señor. Cuidad con esmero toda semilla de vocación que brota en el corazón sencillo de niños y adolescentes, amados y bendecidos por el Señor, colaborando con nuestro Seminario Menor. ¡Queridas familias cristianas! La Iglesia os contempla como un primer seminario. Pedid al Señor que os conceda el don de un hijo sacerdote, y estimad esta vocación como un verdadero camino de felicidad…

Sé de quien me he fiado: estas palabras de san Pablo presiden como lema el Día del Seminario en el Año de la fe. Cuando asistimos con profunda gratitud y afecto eclesial al final del pontificado de Benedicto XVI, estas palabras de Pablo iluminan, sin duda, el ejemplo luminoso de su fe y su entrega a Jesucristo, el Buen Pastor, testimonio elocuente para los sacerdotes y para los que se preparan para serlo. No podemos por menos que evocar con emoción sus palabras a los jóvenes en la Eucaristía de clausura de la JMJ, invitándoles a ser fieles, generosos y valientes con el Señor: «Respondedle con generosidad y valentía, como corresponde a un corazón joven como el vuestro. Decidle: Jesús, yo sé que Tú eres el Hijo de Dios que has dado tu vida por mí. Quiero seguirte con fidelidad y dejarme guiar por tu palabra. Tú me conoces y me amas. Yo me fío de ti y pongo mi vida entera en tus manos».