Las reformas, subordinadas a la nueva evangelización - Alfa y Omega

Las reformas, subordinadas a la nueva evangelización

La prioridad número uno, número dos y hasta número siete de la Iglesia en el nuevo pontificado está muy clara para el Papa y los cardenales: la nueva evangelización. Hay otros temas importantes, como la reforma de la Curia, o un mayor impulso a la colegialidad en el gobierno de la Iglesia, aunque siempre desde esa perspectiva evangelizadora y con la conciencia de que hace falta desarrollar en la Iglesia una mayor sensibilidad pastoral

Ricardo Benjumea
A la espera de la fumata blanca, en la Plaza de San Pedro, la noche del 12 de marzo. Aún tocaba esperar un día más…

Son palabras del cardenal Bergoglio recogidas en el libro El jesuita: «La Iglesia, por venir de una época donde el modelo cultural la favorecía, se acostumbró a que sus instancias fueran ofrecidas y abiertas para el que viniera, para el que nos buscara. Eso funcionaba en una comunidad evangelizada. Pero, en la actual situación, la Iglesia necesita transformar sus estructuras y modos pastorales orientándolos de modo que sean misioneros. No podemos permanecer en un estilo clientelar que, pasivamente, espera que venga el cliente, el feligrés, sino que tenemos que tener estructuras para ir hacia donde nos necesitan, hacia donde está la gente, hacia quienes, deseándolo, no van a acercarse a estructuras y formas caducas que no responden a sus expectativas ni a su sensibilidad. Tenemos que ver, con gran creatividad, cómo nos hacemos presentes en los ambientes de la sociedad, haciendo que las parroquias e instituciones sean instancias que lancen a esos ambientes; revisar la vida interna de la Iglesia para salir hacia el pueblo fiel de Dios. La conversión pastoral nos llama a pasar, de una Iglesia reguladora de la fe, a una Iglesia transmisora y facilitadora de la fe». Eso era lo que tenía en mente el cardenal Bergoglio, en el año 2010, y el inicio de pontificado apunta en la misma dirección, con varios frentes abiertos:

Purificación de la Iglesia

«Si no confesamos a Jesucristo, la cosa no funciona. Nos convertiríamos en una ONG compasiva, pero no en la Iglesia, Esposa del Señor», les dijo el Papa a los cardenales en la Misa pro Ecclesia, celebrada en la misma Capilla Sixtina. Pero confesar a Cristo exige la Cruz, porque la Iglesia se edifica «sobre la sangre del Señor».

La puesta al día o aggiornamento que necesita la Iglesia empieza por uno mismo. «¿Qué está mal en el mundo?», se preguntaba el cardenal Dolan, arzobispo de Nueva York, durante el Sínodo de los Obispos celebrado en octubre en el Vaticano. «La respuesta son dos palabras –respondía, parafraseando a Chesterton–: soy yo», y la renovación comienza en el confesionario. Uno de los grandes problemas de la Iglesia –decían entonces, y han repetido estos días muchos cardenales– es que se ha debilitado, en las últimas décadas, la práctica sacramental de muchos fieles, en particular la Confesión. Caso extremo, pero no único, fue el de la diócesis de Quebec: cuando llegó el cardenal Marc Ouellet, encontrar un confesionario abierto era misión casi imposible, e incluso en la catedral; todo lo más, se celebraban absoluciones colectivas.

Reforma de las estructuras

Otro asunto que flotaba en el ambiente previo al Cónclave y que se ha confirmado en las primeras intervenciones del Papa es la necesidad de alguna reforma en la Curia. Su homilía en la Misa pro Ecclesia estuvo salpicada de metáforas y referencias a no tener miedo a algunos cambios: «Cuando nos detenemos, la cosa no funciona», dijo.

Dos días antes de comenzar el Cónclave, al celebrar Misa, el cardenal Schönborn, de Viena, aseguró que ha llegado el momento de «una profunda renovación de la Iglesia, una especie de conversión pastoral». En esa línea, al ser entrevistado por el diario La Croix, el cardenal Paul Poupard, que suele usar un tono muy comedido, dijo: «Hay una especie de evidencia: no podemos seguir así». No es que el Vaticano haya caído presa de la corrupción y de los escándalos sexuales, como algunos medios han transmitido. La inmensa mayoría de quienes trabajan para la Santa Sede actúan movidos por un profundo amor por la Iglesia, y eso nadie lo pone en duda. El problema, básicamente, es un exceso de burocracia, y una falta de sintonía pastoral en muchos sectores, sin experiencia en el contacto con los fieles y en el día a día de los obstáculos con que se enfrenta la fe en la calle.

Los cardenales, durante la procesión de entrada de la Misa ‘ Pro eligendo Pontifice, en la basílica vaticana, el 12 de marzo

La pastoral, prioridad total

El Papa Francisco quiere una Iglesia que salga a la calle y se vuelque en la evangelización. «No debemos ceder más al pesimismo, la amenaza que el diablo nos pone delante todos los días», les decía el viernes a los cardenales. Esa potenciación de la pastoral de la Iglesia, la búsqueda de nuevos medios de llegar al mundo, ha estado en el ambiente durante las congregaciones generales, en el intercambio de experiencias de los cardenales, a nivel teórico, pero también de un modo práctico.

De cardenal a párroco

El domingo previo al Cónclave, los cardenales tuvieron el día libre, para poder celebrar Misa en las parroquias de las que son titulares. En Roma, «no soy el arzobispo de Nueva York; no soy un cardenal; aquí soy un sacerdote de parroquia, que es lo que quise ser desde mi Primera Comunión», decía el cardenal Dolan a sus parroquianos de Nuestra Señora de Guadalupe. Al cardenal Scherer, arzobispo de Sao Paulo, se le vio, tras la Misa que presidió, conversando con un matrimonio que lleva 70 años casado, exclamando en tono distendido que él entonces ni siquiera había nacido (tiene 63 años). El cardenal George, de Chicago, terminó, en cambio, rodeado de niños. La iglesia de la que es titular, la de San Bartolomé, es frecuentada los domingos por niños y adolescentes de la Comunidad de Sant’Egidio, con los que habló sobre el significado del acontecimiento que tiene lugar estos días en Roma, y les pidió oraciones. Y, en el barrio del Trastévere, celebró la Eucaristía el arzobispo mexicano Norberto Rivera, cardenal presbítero con el título de San Francisco a Ripa Grande, donde sorprendió, en 2004, al confirmar a varios jóvenes de la parroquia. En su caso -dijo-, mantener el vínculo es más sencillo, porque en su diócesis, México DF, hay una devoción especial por san Francisco. La Misa fue pronunciada en italiano, idioma que utilizaron casi todos los cardenales en sus Misas, algunos con más soltura que otros.

Impulso a la colegialidad

«Los cardenales son los sacerdotes del Santo Padre», les decía el viernes el Papa Francisco a los cardenales, citando las palabras que le había transmitido uno de ellos. La colegialidad ha sido un tema dominante en las primeras intervenciones del Romano Pontífice, que se presentó ante el mundo como obispo de Roma, la Iglesia «que preside en la caridad a todas las Iglesias». La sintonía con las palabras del cardenal Sodano en la Misa Pro eligendo Pontifice es sorprendente: «La actitud fundamental de cada buen pastor es, pues, dar la vida por los otros –decía–. Esto vale, sobre todo, para el sucesor de Pedro, Pastor de la Iglesia universal. Porque cuánto más alto y más universal es el oficio pastoral, tanto más grande tiene que ser el amor del pastor». El Decano del Colegio cardenalicio destacaba también, al glosar la Carta de san Pablo a los Efesios, que «todos nosotros tenemos que colaborar para edificar la unidad de la Iglesia», y, por ello, «somos llamados a cooperar con el sucesor de Pedro, para obtener esta unidad en la Santa Iglesia».

«En el auténtico afecto colegial que une al Colegio cardenalicio, expreso mi voluntad de servir al Evangelio con renovado amor, ayudando a la Iglesia a convertirse cada vez más en Cristo y con Cristo», les decía el viernes el Papa a los cardenales. Y añadía: «El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia, con su fuerza vivificante y unificadora: de muchos, hace un solo cuerpo, el Cuerpo místico de Cristo».

Pero el Papa Francisco empieza a demostrar que va a ser un Papa de gestos. Ya ha dejado ver unos cuantos que indican su deseo de impulsar la colegialidad. A veces, son pequeños detalles que, sin embargo, en estos primeros días de pontificado, a nadie le pasan desapercibidos. En las comidas con los cardenales, por ejemplo, no quiere un sitio reservado para él, sino que se sienta donde está libre.