Casi desde el fin del mundo... - Alfa y Omega

Casi desde el fin del mundo...

En unos días, el cardenal Jorge Mario Bergoglio ha pasado de ser casi un desconocido fuera de su Argentina natal, a protagonizar decenas de análisis y anécdotas que circulan en los medios de comunicación. Una personalidad sencilla y entregada a todos, una sólida formación, y una trayectoria en la que las grandes responsabilidades se alternan con períodos de silencio, trazan el retrato del Papa que se presentó como llegado casi desde el fin del mundo

María Martínez López
El cardenal durante una celebración

Una familia del Piamonte

El cardenal Bergoglio visitaba, cada Semana Santa, la parroquia de San José, de Flores. Fue en este barrio de Buenos Aires donde, el 17 de diciembre de 1936, nació Jorge Mario, primer hijo de José Mario Francisco y de Regina, inmigrantes italianos llegados unos años antes a Argentina. La abuela paterna, Rosa, inculcó a Jorge y sus cuatro hermanos menores –de los cuales tres han fallecido– las tradiciones piamontesas. «Toda la familia era muy católica, sus padres se conocieron en una actividad de la Iglesia», ha explicado Francesca Ambrogetti, coautora de El jesuita, un libro-entrevista con él, al diario argentino La Nación.

Tras el parto de su hijo menor, Regina se quedó paralítica. Sus cinco hijos aprendieron a cocinar. Jorge dio buen uso a esta experiencia: cocinaba tanto en el colegio que dirigió, si faltaba el cocinero, como ya de arzobispo.

Se escribió asiduamente con su maestra de 1º de Primaria, Estela Quiroga, hasta que ella murió en 2006.

El matrimonio Bergoglio con sus hijos (de izquierda a derecha) Alberto, María Elena, Jorge Mario, Oscar Adrián y Marta

La vocación, gracias a la abuela

Los primeros estudios de Jorge fueron como técnico químico. Sin embargo, el 11 de marzo de 1958, a los 21 años, entró en el noviciado de la Compañía de Jesús. El futuro cardenal vinculaba esta vocación a la figura de su abuela. En El jesuita, añade: «Entré a la Compañía de Jesús atraído por su condición de fuerza de avanzada de la Iglesia, desarrollada con obediencia y disciplina. Y por estar orientada a la tarea misionera». Le hubiera gustado ser misionero en Japón. Ese mismo año, una enfermedad obligó a los médicos a extirparle una porción de pulmón.

La formación como jesuita empezaba con varios años de estudios humanísticos, que realizó en Santiago de Chile. En 1963 se licenció en Filosofía en la Facultad de Filosofía del Colegio San José, de San Miguel (Argentina). Entre 1964 y 1965, enseñó Literatura y Psicología en Santa Fe y Buenos Aires, una pausa en la formación dedicada al apostolado. En 1967, retomó su formación en la Facultad de Teología, del Colegio San José. El 13 de diciembre de 1969, con casi 33 años, fue ordenado sacerdote. El curso 1970-71, realizó la tercera probación en Alcalá de Henares (España). Al fundar la Compañía de Jesús, san Ignacio comprobó que los estudios podían ahogar el espíritu, e instituyó esta última fase formativa, centrada en la oración y la caridad.

El 22 de abril de 1973, hizo la profesión perpetua. Ya durante ese curso, había sido maestro de novicios en San Miguel, y también profesor de la Facultad de Teología, Consultor de la Provincia y Rector del Colegio Máximo.

El difícil tiempo de la dictadura

Sólo tres meses después de la profesión perpetua, el 31 de julio de 1973 –fiesta de San Ignacio–, fue elegido Provincial de Argentina. Fueron tiempos difíciles: tuvo que hacer frente al post-Concilio y a algunas de sus interpretaciones rupturistas y a la teología de la liberación. A esto se sumó, en Argentina, la dictadura militar (entre 1976 y 1983). Algunos han acusado al cardenal Bergoglio de colaboracionista, e incluso le han calumniado en relación con el secuestro y tortura de dos sacerdotes que trabajaban en las villas miserias. En 2010, testificó ante un tribunal. «No ha habido nunca una acusación concreta, ni creíble. La Justicia no le imputó nunca nada», asegura una nota de la Oficina de Prensa de la Santa Sede. El Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel confirma su inocencia.

En El jesuita, explica que esos sacerdotes pensaban fundar otra congregación, y el padre Arrupe, Prepósito General, «dijo que eligieran entre la comunidad en que vivían y la Compañía de Jesús». Al final, pidieron la salida de la Compañía. Los trámites concluyeron días antes de que el Gobierno constitucional fuera derrocado. Bergoglio sabía que su labor en las villas miserias los convertía en posibles objetivos ante un probable golpe de Estado, y les ofreció refugiarse en la Casa Provincial. Ya había dado refugio a varias personas, e intercedido para la liberación de otras: «Hice lo que pude». También «es conocido» -añade la Oficina de prensa- el papel que desempeñó «para promover la petición de perdón por parte de la Iglesia en Argentina, por no haber hecho bastante» durante la dictadura.

Con todo, nunca ha cargado las tintas contra sus acusadores, y en particular contra las Madres de la Plaza de Mayo. Las ha disculpado: «Hay que ponerse en el lugar de una madre a la que le secuestraron a sus hijos y nunca más supo de ellos, carne de su carne».

El cardenal Bergoglio con Benedicto XVI, en la V Conferencia del CELAM: Brasil 2007

Un confesionario en Córdoba

A pesar de las dificultades con la dictadura, durante el mandato de Bergoglio, la Provincia jesuítica de Argentina fue la más floreciente de Hispanoamérica, sin ceder a la tentación de la teología de la liberación. En 1980, Bergoglio dejó la dirección de la Provincia y volvió como Rector al Colegio Máximo y a la Facultad de Filosofía y Teología de San Miguel. En 1986 -tres años después de que el padre Arrupe dejara de ser Prepósito General-, fue destinado a Alemania para terminar su tesis doctoral. A continuación, le enviaron, sin ninguna responsabilidad, a la provincia argentina de Córdoba, donde se dedicó a la dirección espiritual y la confesión.

Lo miró con misericordia

Tras seis años relegado, el 20 de mayo de 1992, Juan Pablo II lo nombró obispo auxiliar de Buenos Aires. Fue ordenado el 27 de junio. Su escudo episcopal incluye el monograma de Jesucristo, IHS -símbolo de los jesuitas-, una estrella (María) y un racimo de uvas (Eucaristía). Su lema es Miserando atque eligendo –«Lo vio con misericordia y lo eligió»: del relato evangélico de la llamada a Mateo–. De esta época data otra anécdota: «Salía muy deprisa a coger un tren, cuando un señor lo paró y le pidió que lo confesase. Su primera respuesta fue que pronto llegaba otro sacerdote. Tras dar unos pasos, pensó qué estaba haciendo, y se volvió para confesarle». El tren se retrasó, y llegó a tiempo.

El 13 de junio de 1997, al enfermar el cardenal Antonio Quarracino, su arzobispo, fue nombrado arzobispo coadjutor. Al morir el cardenal, el 28 de febrero de 1998, le sucedió como arzobispo de Buenos Aires y Primado de Argentina. Como ya es bien sabido, en vez de en el palacio arzobispal vivía en un apartamento, al lado de la catedral; no tenía coche, y se desplazaba en transporte público.

Café, camino del Consistorio

Jorge Mario Bergoglio acudió a pie al Consistorio en el que fue creado cardenal, el 21 de febrero de 2001. Su portavoz por aquel entonces, el padre Guillermo Marcó, cuenta, en La Nación, que paró a tomar un café. Iba vestido de cardenal, con la vestimenta de su antecesor, que había mandado arreglar para no comprar otra. No temía llamar la atención: «Tranquilo, que en Roma podés caminar con una banana en la cabeza y nadie te va a decir nada». Por el camino, recordó: «Mi papá me decía: Cuando vayas subiendo, saludá a todos. Son los mismos que vas a encontrar cuando vayas bajando». En octubre del mismo año, fue Relator General Adjunto en la X Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos.

Una llamada al Ministerio

En diciembre de 2001, durante la crisis del corralito, vio desde su apartamento la violenta represión contra algunos manifestantes, en la Plaza de Mayo. Tomó cartas en el asunto y llamó al Ministerio de Interior para reclamar que cesaran los abusos. Su sensibilidad se manifestó también en 2004, cuando, tras el incendio de la discoteca Cromañón, que causó la muerte de casi 200 personas, recorrió los hospitales de la ciudad para acompañar a las víctimas y sus familiares.

El cardenal Bergoglio lava los pies a madres con niños, en una celebración de Jueves Santo

La envidia del demonio

En 2003, llega al poder en Argentina Néstor Kirchner, sustituido por su mujer Cristina desde 2007. Este período ha coincidido en gran parte con el mandato del cardenal Bergoglio como Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, entre 2005 y 2011. Ha sido un tiempo de grandes tensiones, en particular por la aprobación del matrimonio homosexual en 2010, que relacionó con la «envidia del demonio que busca destruir la imagen de Dios», dijo al pedir oración y sacrificios a los conventos de Buenos Aires. También criticó, en 2007, la «cultura del descarte», que se manifiesta en el aborto y el abandono de ancianos, que llamó «eutanasia encubierta». Al morir el ex Presidente en julio de 2010, celebró una Misa por él, y en la homilía, lleno de misericordia, pidió «claudicar de todo tipo de posición antagónica» y rezar por él.

«Nunca necesité tanto una oración como el martes a la mañana», dijo, tras el Cónclave de abril de 2005, en el que fue elegido Papa Benedicto XVI. Durante ese Cónclave, su nombre se barajó como papable. En enero de 2006, predicó los Ejercicios espirituales a los obispos de la Conferencia Episcopal Española.

Solicitud de pastor

Según el diario La Nación, el cardenal Bergoglio comienza el día a las cuatro de la mañana, con tres horas de oración. Es muy devoto de san José y de santa Teresita de Lisieux. Además de por su sencillez, es conocido por su interés y solicitud por los más pobres y sufrientes: durante todo el año les sirve, y el Jueves Santo les lava los pies. Visita y cuida a enfermos y sacerdotes ancianos, y ha denunciado constantemente la corrupción y la injusticia social, siempre invitando al perdón.

En septiembre pasado, recriminó a los sacerdotes que se niegan a bautizar a los hijos de madres solteras: «Éstos son los hipócritas de hoy. Los que apartan al pueblo de Dios de la salvación. Y esa pobre chica que, pudiendo haber mandado a su hijo al remitente, tuvo la valentía de traerlo al mundo, va peregrinando de parroquia en parroquia para que se lo bauticen».