No es razonable ser egoístas - Alfa y Omega

No es razonable ser egoístas

Javier Alonso Sandoica

Hay dos libros recientes que llevan la pretensión de los mismísimos forenses de Bones: verle al capitalismo las muescas, las adherencias y el óxido que se le ha podido venir encima con el paso del tiempo. Me refiero a Ego, del codirector del periódico alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung; y a El precio de la desigualdad, del Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz.

La doctrina social de la Iglesia siempre ha sido clara con la pretensión del mercado, que debe dirigirse hacia el bien común. Por eso, el Papa emérito, Benedicto XVI, incluía en la encíclica Caritas in veritate un texto aclaratorio sobre la posible ideologización o falta de ética en los mercados: «El mercado es una institución económica necesaria y buena, que puede orientarse en sentido negativo, no por su propia naturaleza, sino por un principio ideológico que lo guía. Porque el mercado se adapta a las configuraciones culturales que lo concretan».

Esta última frase es la que merece una mayor amplificación. El mercado no es una realidad que se mueva independientemente del medio donde fluye, sino que se deja conducir por las mentalidades imperantes, por los criterios de conducta que hacen circular los humanos. De ahí que el autor de Ego señale que nos estamos viendo arrastrados al interior de un sistema de pensamiento y comportamiento que nos enseña que es razonable ser egoístas. Y esto influye en los mercados.

Stiglitz afirma que el origen de la presente crisis económica tenía que haber generado sentimientos de culpa por parte de quienes se dedicaron a los préstamos abusivos, de quienes proporcionaron hipotecas a personas pobres, préstamos que eran como bombas de relojería. «Lo que resulta asombroso –dice– es que pocas personas parecían sentirse culpables, y que muy pocas dieron la voz de alarma. Algo ha pasado con nuestro sentido de los valores».

Hay una sensación de eso que recuerda la doctrina social de la Iglesia cuando subraya que toda lógica del mercado, sin determinación ética, debilita a la larga la solidaridad ciudadana. No es de extrañar que el Papa Francisco incida permanentemente en que la economía, por sí sola, no es suficiente; que el crecimiento en libertad e igualdad requieren algo más que el mero crecimiento económico.