Para entender nuestra fe
La editorial San Pablo, en colaboración con la Libreria Editrice Vaticana, ha publicado una de esas obras que acaba convirtiéndose en una joya tanto para la vista como para el conocimiento de algo tan medular de la fe como es la liturgia en la Iglesia católica. La obra lleva por título Atlas histórico de la liturgia, y de eso se trata, de un recorrido geográfico, a la vez que histórico, de la Liturgia, desde los orígenes del culto cristiano hasta los Papas actuales, pasando por el Concilio Vaticano II. Su autor es el jesuita padre Keith F. Pecklers, una de las máximas autoridades en el tema
Para entender el Atlas histórico de la liturgia, lo primero que se necesita es saber bien a qué hace referencia la Iglesia con el término liturgia. Se trata de la voz griega leitourgía, que deriva de los términos laos (pueblo) y érgon (trabajo, servicio), es decir, no algo particular y privado, sino servicio público, propio de todo el pueblo (o comunidad). El Concilio Vaticano II señala que es «el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella, los signos sensibles significan y, cada uno a su manera, realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro. En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia» (Sacrosantum Concilium 7).
El hombre unido a Cristo
En síntesis, hablar de liturgia es hablar del ejercicio del sacerdocio de Cristo; de signos sensibles que santifican al hombre; Cristo y los cristianos -su Cuerpo Místico- ejercen el culto público; y es la acción sagrada por excelencia, ninguna otra acción se le puede igualar. Por todas estas razones, el padre Pecklers convierte su obra en una historia y un atlas de la cristiandad, que tiene como hilo conductor de su relato lo más importante que puede hacer el hombre unido a Cristo: la celebración de la liturgia de la Iglesia.
En sus cincuenta apartados, el libro presenta una antropología cristiana que ahonda en sus manifestaciones culturales —arquitectura, arte, escritos— y, a la vez, coloca estos actos sagrados en su realidad temporal, geográfica, cultural e histórica. Por eso, nos habla de la liturgia en la era apostólica, o de su centralización en la época medieval, la influencia de Trento o los movimientos en favor de la lengua vernácula que ha habido a lo largo de toda la Historia; desde los fundamentos teológicos de la liturgia hasta, incluso también, los movimientos litúrgicos en las Iglesias anglicanas y protestantes.
No se trata de una guía para visitar un museo sobre el cristianismo. Más bien se trata de un libro vivo, puesto que la liturgia es ese acto de Cristo y de su Cuerpo Místico en toda época y lugar; y, por tanto, también en el momento actual. Por eso, el autor asume el riesgo de hablar de los problemas que conlleva la liturgia a cincuenta años del Concilio Vaticano II.
El Beato John Henry Newman ya avisó, al finalizar el Vaticano I, que después de cualquier Concilio hay momentos de turbulencia e inquietud. Pasa en los momentos actuales, pasó con Trento y, por supuesto, con Nicea y Calcedonia. Por eso el padre Pecklers no duda en apostar por recuperar lo trascendente, lo numinoso —en palabras de Rudolf Otto— para la liturgia actual.
Un libro para ver
Como ocurre en la liturgia, si bien son valiosas las palabras, no menos lo son las imágenes. El autor no ha escatimado en gráficos, planos, fotografías…, que iluminan esta historia humana y divina. A la luz de la definición conciliar anteriormente citada, podemos vincular la liturgia con el sacerdocio de Cristo, que este libro nos ejemplifica y simboliza con el mosaico de la iglesia de Santa Sofía de Kiev, en la que el mismo Jesús da la Comunión a sus apóstoles; o viajando a otra latitud, a Egipto, en donde los cristianos coptos le representan con un impresionante Cristo en gloria en un mural del siglo VII.
De los signos sensibles que usa para santificar a los hombres, se nos traslada, por ejemplo, hasta la capilla de las Hermanas Capuchinas de Tlalpan, México. Y, en cuanto a lugares para el culto público, se nos ofrece un magnífico modelo en la iglesia de San Juan Bautista de Baños, en Palencia, una de las primeras representaciones del arte visigótico.
Y, si hablamos de la acción sagrada, podemos remitirnos a los albores del cristianismo y observar la imagen de ese miembro del Cuerpo Místico de Cristo en actitud orante, con los brazos extendidos, en la iglesia de los Santos Juan y Pablo, de Roma.