Los herederos de san Jerónimo - Alfa y Omega

Los herederos de san Jerónimo

Para hacer un homenaje a la Palabra de Dios, el Papa decidió decretar el tercer domingo del año como su día en la Iglesia. La primera celebración será el 26 de enero de 2020, año en el que se cumplen 1.600 años de la muerte de san Jerónimo, el primer traductor de la Biblia, que tuvo la intuición de trasladar su mensaje del latín, usado solo por una minoría erudita, al latín vulgar que se hablaba en las calles. Esta conmemoración coincide con el 50 aniversario de la fundación de la Federación Bíblica Católica

Victoria Isabel Cardiel C.
‘San Jerónimo en su estudio’. Caravaggio. Galleria Borghese, Roma (Italia)

Si no es el libro de libros más leído de todos los tiempos, seguro es el más escuchado. Millones de personas se acercan cada día para atender a la Palabra de Dios. Sus párrafos son, sobre todo, respuestas a las preguntas más trascendentales, pero también a las más terrenas. Francisco Varo, profesor de Sagrada Escritura de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, no duda en definir a los profetas como coaches de la felicidad. «Son consejeros que hacen ver realidad con la lógica de Dios. Para cada problema, la Sagrada Escritura plantea criterios básicos para afrontarlo», explica. «Hay libros como los Proverbios que son una recopilación de consejos. Por ejemplo, se recomienda incluso que para dormir bien se cenen unas verduritas. Son una síntesis de la sabiduría popular que aúna consejos concretos para la vida misma, tanto sobrenaturales, como humanos», agrega.

La Biblia, ante todo, nos permite conocer a Dios y a Jesucristo. Aunque también hay otros aspectos que la convierten en un libro universal que interesa a todos, por encima de las creencias. Es destacada su excelencia desde un punto de vista literario, del derecho o como documento de la Historia. Pero la llave de lectura está –según Varo– en «saber que es Dios quien nos ha escrito una carta». Y añade: «Muchos de los que la tienen en la estantería no la han ni siquiera ojeado. Sabemos que es un superventas de este año, pero si hablamos en términos de tiempo más amplios, como décadas, lustros o siglos, podemos afirmar, sin duda, que es uno de los libros más recurrentes. Un clásico con más de 20 siglos que nunca envejece».

Asimismo, es un pilar fundamental para conocer nuestra civilización y, en definitiva, para conocernos a nosotros mismos. «La Biblia es nuestro ADN cultural. Y sin ese código no sabemos entendernos a nosotros mismos. No se trata solamente de saber identificar en un cuadro a Moisés cuando vemos a un hombre que baja una montaña con dos rayos de luz en la cabeza. Hay muchas referencias bíblicas en nuestro lenguaje. Obama hace unos años decía que Martin Luther King es el Moisés negro. O nuestros políticos, que hoy dicen que en la España vaciada se está produciendo un éxodo hacia las grandes ciudades. O si decimos que Steve Jobs es el patriarca de Apple. Son frases que no se entienden sin la Biblia», argumenta el experto.

Para hacer un homenaje a la Palabra de Dios, el Papa decidió decretar el tercer domingo del año como su día en la Iglesia. La primera celebración será este domingo, 26 de enero. La fecha no es casual. Se trata del año en el que se cumplen 1.600 años de la muerte de san Jerónimo, el primer traductor de la Biblia, que tuvo la fina intuición de trasladar su mensaje del latín, usado sólo por una minoría erudita, al latín vulgar que se hablaba en las calles. Además, esta conmemoración coincide con el 50 aniversario de la fundación de la Federación Bíblica Católica y con la propuesta del Sínodo de la Amazonía de impulsar nuevas traducciones de la Biblia a la lengua de las comunidades indígenas.

Traducir es mudar. Más que buscar equivalencias inertes en la versión en otra lengua, el traductor tiene que lograr mantener en vida el mensaje original. De la ardua tarea de los sucesores de san Jerónimo hablamos en Alfa y Omega con Alexander M. Schweitzer, director ejecutivo de Ministerio Bíblico, el organismo a nivel mundial que se encarga de la traducción de la Biblia a todas las lenguas del mundo. En este momento hay más de 3.700 lenguas en las que la Biblia no tiene traducción alguna.

Alexander M. Schweitzer

¿Cuántas traducciones de la Biblia existen actualmente en el mundo?
En la mayor parte de las lenguas hay una traducción de la Biblia, pero también hay lenguas con una traducción parcial o algunas que no cuentan con ninguna traducción en este momento. La Biblia entera ha sido traducida a 700 idiomas, el Nuevo Testamento a más de 1.500 y hay más de 1.200 lenguas con traducciones de algunas partes de la Biblia (por ejemplo, de los Evangelios, salmos o algunos libros). En el mundo existen 7.100 lenguas, hay más de 3.700 lenguas en las que todavía no se ha traducido ni una parte de la Biblia. Estas cifras incluyen los lenguajes de signos.

¿De qué depende que haya traducción o no de la Biblia?
En líneas generales, podemos decir que, cuantos menos hablantes tiene una lengua (normalmente pocos centenares de personas que pertenecen a grupos indígenas), menos posibilidades hay de que exista una traducción. El llamamiento del Sínodo de la Amazonía a poner el foco en las lenguas indígenas es muy acertado y además coincidió con la designación de 2019 como Año Internacional de las Lenguas Indígenas (IYIL2019), proclamado por la UNESCO. No es algo nuevo. La traducción a las lenguas indígenas comenzó de manera sistemática hace dos siglos, sobre todo en el ámbito de las Iglesias protestantes. Pero después, el Concilio Vaticano II abrió todas las puertas para impulsar la traducción en las lenguas que usan los pueblos originarios.

¿Cuáles son las principales rémoras que afrontan los traductores de la Biblia?
Encontramos varios desafíos en distintos niveles. Por ejemplo, desde un punto de vista cultural, los textos bíblicos están escritos en un código idiosincrásico determinado relativo al antiguo Oriente Próximo y a veces es complicado trasladar estas realidades culturales de manera que la entiendan otros colectivos. Los traductores intentamos preservar las particularidades culturales semánticas que forman parte del mensaje, pero no siempre es fácil encontrar algo con un sentido parecido en la cultura del destinatario. Desde un punto de vista lingüístico, la Biblia no es un libro, es un conjunto de libros y cada uno tienen un género literario diferente. Y muchas lenguas no han creado ese género literario. El vocabulario teológico también representa un desafío, porque conceptos clave de la Biblia como el perdón, la redención o la culpa no tienen correspondencia en muchos idiomas. De otro lado, las tradiciones y teologías eclesiales tienen una tremenda influencia en el proceso de traducción de la Biblia. Es más fácil traducir a un idioma donde ya se ha desarrollado una teología. A menudo, la traducción previa se considera como un pseudooriginal, lo que hace muy difícil adoptar otros enfoques en una nueva traducción.

Naturalmente, también encontramos dificultades de tipo logístico. No solo hay que encontrar traductores locales que vivan en la comunidad que usa el idioma al que se va a traducir la Biblia, sino que hay que invertir tiempo y recursos en su formación. Por eso es importante mencionar el aspecto financiero de la traducción. Todo se hace a partir de las Iglesias locales, con las que hay que coordinar la solicitud y los requisitos.

Francisco Varo

¿Cuánto influye en la traducción la capacidad económica de las comunidades?
Así, generalizando, podemos afirmar que los idiomas con menos hablantes pertenecen a las comunidades eclesiales con menos recursos. Las sociedades bíblicas tratamos de implicar activamente a los miembros de la comunidad, de manera que la traducción final no es algo que viene del externo, sino el resultado de un trabajo en equipo. Tratamos de conjugar los deseos de la comunidad local con las ideas y la voluntad de los donantes. No se trata de imponer algo desde fuera, sino que las iglesias y las comunidades deben ser los protagonistas.

¿Cuáles son algunas de las traducciones más recientes?
A pesar de que la traducción de la Biblia entera o del Nuevo Testamento requiere varios años, hay cientos de idiomas que cada año reciben una primera traducción. Solo en el 2018, las sociedades bíblicas ayudaron a finalizar las traducciones a 66 idiomas utilizados por más de 440 millones de personas.

Entre las lenguas a las que el año pasado se tradujo la Biblia entera, figuran, por ejemplo, el lusamia-lugwe (Uganda-Kenia, con 650.000 hablantes), el kalanga (Botsuana, con 142.000 hablantes), el rote (Indonesia, con 30.000 hablantes) y el malto (India, con 51.000 hablantes). El Nuevo Testamento fue traducido, entre otros, al waray del norte (Filipinas, con 632.000 hablantes), al blin (Eritrea, con 112.000 hablantes), al korku (India, 550.000 hablantes) o al lemi (Myanmar, 12.000 hablantes).

¿Cuál es la primera traducción de la Biblia?
Las lenguas originales del Antiguo Testamento son el hebreo y el arameo, y, en el caso del Nuevo Testamento, el griego. Encontramos las primeras traducciones en el año 250 a. C. de la Torá del hebreo al griego para los judíos que vivían en la diáspora, por ejemplo, en Alejandría. De ese periodo también tenemos varias traducciones en latín; la más importante es la de san Jerónimo, la llamada la Vulgata, que tiene una gran influencia hasta hoy.