«Venid en pos de mí» - Alfa y Omega

«Venid en pos de mí»

III Domingo del tiempo ordinario

Daniel A. Escobar Portillo
‘Vocación de san Pedro y san Andrés’. James Tissot. Museo de Brooklyn, Nueva York

El inicio de la misión del Señor está indisolublemente asociado a la llamada a la conversión y a la elección de los primeros apóstoles. Tras escuchar los pasajes de la infancia de Jesús durante el tiempo de Adviento y Navidad, retomamos las lecturas de san Mateo, que marcarán la Palabra de Dios de los domingos de este año. Tenemos ante nosotros un pasaje en el que se leen distintas escenas que, aunque aparentemente desligadas entre sí, nos dan las coordenadas de la vida de Jesús y las implicaciones que tienen para nuestra vida.

«Para que se cumpliera lo dicho»

Desde el punto de vista geográfico, el texto comienza situando al Señor en Galilea; en concreto ahora se dirige a Cafarnaún y a un grupo de pueblos ubicados en la zona noroeste del lago de Tiberíades, «junto al mar (de Galilea)», como precisa Mateo. La misión desarrollada por Jesús en este lugar corresponde a una de las ideas clave del evangelista que lo narra: «para que se cumpliera lo dicho». La acción de Jesucristo ha de ser leída siempre como la realización de cuanto desde antiguo se había anunciado al pueblo de Dios. Por eso se cita aquí al profeta Isaías, íntimamente asociado a las promesas mesiánicas. Se trata precisamente de una cita de la primera lectura de este domingo. Aunque en este tercer domingo del tiempo ordinario se percibe con mayor claridad, la primera lectura suele ser una preparación a cuanto se escucha en el Evangelio, la palabra del mismo Señor. La zona de Galilea «de los gentiles» era llamada así debido a que estaba poblada por habitantes de raza, cultura y costumbres heterogéneas, y en gran mayoría paganos. Se conocía como una zona no solo alejada físicamente de Jerusalén, el centro religioso judío, sino también despreciada por ser una región desfavorecida y periférica. Así se entiende que Isaías dijera de sus habitantes que «habitaban en tinieblas y sombras de muerte». Frente a la oscuridad y la tristeza nos encontramos con una promesa estrechamente unida a la Navidad: la luz que brilla y que es perceptible, conforme se destaca en los verbos «ver» y «brillar».

La novedad de la salvación

La llamada a la conversión tiene una motivación explícita: la cercanía del Reino de los cielos. De nuevo se retoma, ahora ya como una invitación precisa a un cambio de vida, la temática de la cercanía de Dios con el hombre, especialmente con el más pobre y desfavorecido, ampliamente celebrada en el período navideño. Descubrimos, por una parte, que no es posible separar de modo absoluto los distintos tiempos litúrgicos, ya que «luz» y «admirable intercambio», expresiones tradicionalmente asociadas a las pasadas fiestas, son retomadas. Por otra parte, lo que está sucediendo tiene unas consecuencias claras en los testigos inmediatos de esta presencia de Dios entre los hombres: la conversión y el seguimiento. Sabemos sobradamente el significado del término Evangelio. A través de esta página advertimos que esa «buena noticia» no ha de quedar sin respuesta por parte del hombre que se encuentra con ella. La llamada de los primeros apóstoles revela varias verdades: la iniciativa de Dios en la elección; la respuesta libre y rápida a la misma por parte de los discípulos; la transformación que se realiza en ellos, sin, por otra parte, renunciar a su propio ser –pues siguen siendo pescadores, ahora de hombres–. Pero, precisamente en estas fechas, en las que se reza por la unidad de los cristianos, puede vincularse este pasaje con la atracción de Jesús hacia él. Toda la obra de la salvación tiene como finalidad la búsqueda de la unidad en torno a Jesucristo. Por lo tanto, el anuncio del Reino de los cielos ha de ser llevado a cabo sin jamás sembrar división; las rencillas y desconfianzas, originadas a menudo por el afán de brillo propio, siempre impedirán lo que nos anuncia el Evangelio: que brille la luz de Dios y que el hombre sienta a Dios cercano a él. Librar a quien se encuentra en tinieblas solo se consigue si los cristianos somos capaces de mostrar la genuina luz, que no es nuestra propia persona.

Evangelio / Mateo 4, 12-23

Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaún, junto al mar, en el territorio de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías:

«Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló».

Desde entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: «Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos».

Paseando junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores. Les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y los llamó. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.

Jesús recorría toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.