Nuestro belén artístico - Alfa y Omega

Este año, por primera vez, hemos puesto un belén artístico en nuestro centro ambulatorio. Todo surgió porque en verano una familia nos regaló uno. Uno que casi ocupaba una sala pequeña. Y coincidió que un arquitecto se acercó a nuestro recurso para hacerse voluntario, diciendo que una de sus grandes pasiones es la maquetación… Unimos los dos acontecimientos para decidir, en septiembre, iniciar un taller todos los viernes por la tarde con el objetivo de concursar en diciembre con el resto de belenes del distrito municipal. Y… ¡hemos ganado el segundo premio del barrio y la semana que viene nos dan un reconocimiento en una asociación que trabaja por los valores tradicionales!

Y, sin embargo, yo siento que hemos ganado mucho más. El taller que se ha desarrollado durante todos estos meses ha unido a personas en proceso, a sus familiares, al voluntariado, a profesionales, amistades y gente del barrio en el que está nuestro dispositivo.

La ilusión era enredarnos. Era integrar, con-vivir. Era enseñar que somos iguales, que no nos distinguen nada más que nuestras elecciones y sus consecuencias. Y que, con este taller, estamos haciendo una elección por el bien común, porque el resultado es mejor que lo que hubiésemos conseguido por separado, y que, además, el proceso también cuenta.

Ha sido todo un aprendizaje. En una sociedad marcada por grandes dosis de individualismo, que no de individualidad, es necesario hacer acciones que trasciendan nuestro mundo y el de nuestra familia. Es necesario creer que, haciendo las cosas en común, mejoramos el resultado. Que el compromiso y la entrega desinteresada siguen teniendo premio, aunque no siempre a corto plazo, y que la ganancia está en sentarnos sin prisas, conversar, mover las manos y la cabeza para descubrir a la otra persona en un contexto que va más allá de lo formalmente terapéutico, para construir algo que perdure en el tiempo y que hable a la gente que vendrá después de lo que hicimos y de quiénes fuimos. Que aprendan que merece la pena intentarlo, porque se puede conseguir.

Y el año que viene… ¡a por el primer premio!