La lógica de Dios - Alfa y Omega

La lógica de Dios

VIII Domingo del tiempo ordinario

Carlos Escribano Subías
‘Los lirios ni trabajan ni hilan. ¡Ni Salomón estaba vestido como uno de ellos!’

La pedagogía de Jesús, en estos versículos del Sermón de la Montaña, vuelve a ser brillante. Él mismo nos mostrará la conclusión: «Sobre todo buscad el reino de Dios». Ésta es la prioridad. Para llegar a esta conclusión, nos invita a analizar nuestra propia vida, y lo hace presentando a dos opciones distintas, pero muy elocuentes a la hora de organizarnos: ser o tener. Su frase es contundente: «No podéis servir a Dios y al dinero».

Es bueno que nos sinceremos con nosotros mismos. El Papa Francisco, al hablar de la actual economía de la exclusión que nos domina, nos recuerda que «una de las causas de esta situación se encuentra en la relación que hemos establecido con el dinero, ya que aceptamos pacíficamente su predominio sobre nosotros y nuestras sociedades. (…) Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex 32,1–35) ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano» (Evangelii gaudium, 55).

Es evidente que en nuestra vida son muchas las cosas que nos ocupan y preocupan. Muchas de ellas son importantes, podríamos decir que imprescindibles. Jesús las presenta mostrando un gran conocimiento del corazón del hombre, y por ello se atreve, a la vez, a dislocar una lógica que muchas veces hacemos nuestra, pero que no es la lógica de Dios. Los pájaros que surcan nuestros cielos, la belleza de los lirios del campo le sirven de apoyo para hacernos su propuesta definitiva: hay cosas que son más importantes que otras, ¿lo tenemos claro en la práctica? Es una invitación a revisar nuestra escala de valores. A hacerlo desde el Evangelio y con mucha sinceridad y valentía. Analizar lo que realmente importa y descubrir que lo estamos viviendo, es un ejercicio de congruencia indispensable para un creyente consecuente. «Si no vives como piensas, acabas pensando como vives», dice nuestro refranero. Es una afirmación sabia, que en este caso cuestiona lo más íntimo de nuestro planteamiento vital. Por eso, Jesús se esfuerza en que tengamos claro cuál es el cimiento sobre el que vamos a construir nuestra vida, lo que realmente se va a proyectar en nuestro día a día y en nuestra relación con los demás: Buscad primero el reino de Dios y su justicia. Como nos recordaba Francisco, estamos ante una cuestión muy grave que afecta a todos y que, si no revisamos la base sobre la que construimos, puede golpear particularmente a los más débiles.

¿Qué lugar ocupa Dios en tu jornada, en tu semana, en tu familia? ¿Su presencia impregna todo lo que haces, lo que tienes y todo lo que eres? ¿Dios es, de verdad, prioritario en tu proyecto de vida? ¿Es un concepto lejano y ajeno, o una persona que te ama? ¿Cómo correspondes a ese amor? ¿Qué lugar ocupan los demás, especialmente los más pobres? Desde la formulación de tus respuestas, podrás comprobar la sinceridad de tu planteamiento existencial.

Construir el reino de Dios. Servir al Señor y no al dinero. Abrir nuestro corazón para compartir con nuestros hermanos. Vivir la justicia. Pueden ser apoyos eficaces a la hora de concretar nuestra escala de valores conforme al Evangelio.

Evangelio / Mt 6, 24–34

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.

Por eso os digo: no estéis agobiados por la vida pensando qué vais a comer, ni por el cuerpo pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?

¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o qué vais a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso.

Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos».