Mal sitio para encontrar la paz - Alfa y Omega

Hoy en la UCI solamente hay una persona consciente de las cinco que se encuentran ingresadas. Es una chica joven a la que, después de presentarme, le pregunto por su nombre. Al decírmelo no puedo evitar que me lleve a mi adolescencia y tararear los acordes de aquella canción de Serrat de forma espontánea e inconsciente. Penélope, de poco más de 30 años, denota soledad y tristeza. Me comenta que está muy preocupada porque los médicos le dicen que está evolucionando muy bien, pero que no paran de hacerle pruebas y eso es que no quieren decir la verdad.

«¿En serio piensas que los médicos no te dicho la verdad?», pregunto. «¿Qué necesidad tiene ellos de mentirte?». Estas palabras fueron suficientes para que, sin pedírselo, me contara todo el proceso de su enfermedad. Cómo pasó de estar vestida para irse con el alta dada al quirófano, y de ahí a la UCI. «Eso es lo que me hace pensar y tenerme muerta de miedo, lo que hace que desconfíe de mi médica», aseguró.

Después de un largo diálogo, cuando ya había nacido algo de confianza, le dije, en tono de humor: «La vida, o si eres creyente Dios, te ha regalado unos días para ti solita, sin tener que cuidar de nadie ni hacer cosas para los demás, y para que así puedas aprender a quererte».

Después de un rato dialogando, Penélope pasó de la angustia del pasado y la incertidumbre del presente a hablarme de sus planes. Fue así como su cara comenzó a recobrar la sonrisa y a relajarse, y la joven empezó a sentirse mucho mejor, menos agobiada por el sitio donde se encontraba y por su diagnóstico. Así la dejé cuando me marché de la UCI.

A la mañana siguiente volví para despedirme y me recibió con una gran sonrisa y unos espléndidos buenos días. Me dio las gracias, diciéndome que esa noche había sido la primera que había dormido muy a gusto, y que por primera vez había estado pensando en ella y no en su enfermedad. También me dijo que le había dado gracias a Dios porque la vida le había regalado unos días para encontrarse con ella misma y descubrir las cosas importantes de su vida y, encima, le había dicho su médica que por la tarde la mandaría a planta.