Con la humanidad herida - Alfa y Omega

Con la humanidad herida

En su mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo, Francisco incide en que «la vida debe ser acogida, tutelada, respetada y servida desde que surge hasta que termina»

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Foto: CNS

«Jesús mira la humanidad herida». Lo recuerda el Papa en su mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo, que se celebra el próximo 11 de febrero, fiesta de la Virgen de Lourdes. En el texto, publicado hace unos días, subraya que Jesucristo «ofrece su misericordia» a quienes sienten «angustia por su propia situación de fragilidad, dolor y debilidad», y que lo hace porque «Él mismo se hizo débil, vivió la experiencia humana del sufrimiento y recibió a su vez consuelo del Padre».

Francisco invita a todos los que han experimentado también «la misericordia de Dios en su fragilidad» a ayudar a cargar sus cruces a las personas que sufren y, con la mirada puesta en el personal sanitario, pide anteponer siempre el «sustantivo persona» al «adjetivo enferma». «La vida es sagrada y pertenece a Dios, por lo tanto, es inviolable y no se puede disponer de ella –prosigue–. La vida debe ser acogida, tutelada, respetada y servida desde que surge hasta que termina: lo requieren simultáneamente tanto la razón como la fe en Dios, autor de la vida».

Este convencimiento lleva a rechazar toda forma de suicidio asistido o eutanasia, incluso «cuando el estado de la enfermedad sea irreversible»; como hará constar la Iglesia española en esta nueva legislatura en la que PSOE y Unidas Podemos han mostrado su intención de legislar en la materia. Pero también lleva a mirar a quienes no tienen atención sanitaria y a pedir a gobiernos e instituciones que «no desatiendan la justicia social, considerando solamente el aspecto económico». En palabras del Papa, toca aunar «los principios de solidaridad y subsidiariedad» para «que todos tengan acceso a los cuidados adecuados para la salvaguardia y la recuperación de la salud».

Buena muestra de esta cooperación la encontramos en San Severo, en la región italiana de Apulia. Como cuenta Alfa y Omega esta semana, la Administración y la Iglesia han sumado esfuerzos para que los migrantes que trabajan en el campo tengan un domicilio legal en parroquias, que les permita regularizar su situación y acceder así a distintos servicios como la sanidad. Es la Iglesia que mira a la humanidad herida y, como el Buen Samaritano, se detiene para curarla y acompañarla.