Pietro Bovati: «La Biblia es una defensa radical de los derechos del hombre»
El secretario de la Pontificia Comisión Bíblica, el jesuita Pietro Bovati, es uno de los autores del estudio ¿Qué es el hombre? Un itinerario de antropología bíblica, publicado recientemente por la editorial vaticana (Libreria Editrice Vaticana). El volumen de 335 páginas, llamado a convertirse en una referencia en los estudios de antropología teológica, aborda temáticas fundamentales como el matrimonio, la sexualidad, la muerte o la violencia. Alfa y Omega conversa con Bovati
¿Cómo nace el documento?
Fue una iniciativa del Santo Padre. Él quería que la Iglesia universal pudiera contar con un texto importante que sirviera de base estructural para interpretar desde un punto de vista antropológico todo lo que dice la Sagrada Escritura. Los 20 miembros de la Pontificia Comisión Bíblica hemos trabajado durante cinco años en este documento, que reflexiona sobre la complejidad de la revelación divina al hombre, de manera concienzuda y seria.
Una de las principales aportaciones de la tradición bíblica es la afirmación de que todos somos hijos de Dios. Pero esta concepción tiene hoy muchos detractores en el ámbito filosófico y cultural, que ignoran cualquier referencia a Dios cuando hablan del hombre…
Sí. Hay una cierta tendencia a excluir a Dios en la concepción del hombre. Son manifestaciones culturales contrapuestas a la Sagrada Escritura, que no entiende qué es el hombre o su historia sin Dios. Estas tesis prefiguran que el único modo para defender la autonomía y la libertad del hombre es desvincularlo de Dios, pero chocan radicalmente con lo que dice la Biblia que, precisamente, evoca a un Dios que solo existe para velar por la esperanza, la libertad y la vida del hombre. Dios nunca impide la autonomía del hombre. Al revés, la crea y la promueve. Cristo es el Dios de la libertad. De hecho, interviene en varios pasajes de la Biblia para hacer que el hombre no sea víctima de engaños o de obstáculos que limitan su libertad, entendida como hacer el bien y hacer lo que es justo. La Biblia nace en un contexto cultural muy particular, pero con su riqueza espiritual es una defensa radical de los derechos del hombre.
El estudio ¿Qué es el hombre? Un itinerario de antropología bíblica está dividido en cuatro capítulos. El primero aborda la fragilidad del ser humano y su miedo a la muerte. ¿Qué aporta la Biblia en estos aspectos?
Todos los hombres deben afrontar en algún momento de sus vidas el dolor y el vacío de la muerte. La Biblia no oculta estas problemáticas. Al revés, pone en guardia contra las culturas que ocultan el sufrimiento, como el hedonismo, muy presente hoy en día. La Biblia se interroga sobre esto desde una perspectiva de esperanza.
¿Hay alguna novedad de fondo o de forma con este documento?
Sí. La novedad principal está en el método que hemos usado. Analizamos qué es lo que la Biblia dice sobre cuestiones fundamentales inherentes al hombre contemporáneo como el matrimonio, la sexualidad, la violencia o el tema de la relación entre padres e hijos. Este estudio es una verdadera teología bíblica. Hasta ahora, los estudios partían de un documento reflexivo y buscaban alguna cita en la Biblia para confirmarlo. El nuevo estudio pretende que no se tome a la Sagrada Escritura como un repertorio de afirmaciones aisladas, sino que se tenga en cuenta el valor de las afirmaciones individuales en su contexto fundamental.
¿Y hay alguna novedad de contenido?
Han surgido ciertas novedades de interpretación de los textos que se refieren a los orígenes, como los que hablan de la concepción de la naturaleza del hombre o del pecado original. En concreto, me refiero a los tres primeros capítulos del Génesis. Han sido afrontados con una madurez técnica un poco distinta de cómo hasta ahora se han hecho las catequesis. En el ámbito pastoral, también hay ciertas perspectivas que merecen ser tenidas en consideración. Pero no hay que pensar en cambios de fe, sino simplemente en la evolución lógica de la capacidad interpretativa de la Iglesia.
Algunos se han sorprendido de que el volumen acepte la posibilidad de que los cónyuges se separen. ¿Significa esto que este documento está a favor del divorcio?
La Biblia es un texto que no hace teorías abstractas; se basa en la realidad e incluye las dificultades y los problemas. Sobre el matrimonio, la Sagrada Escritura deja clara su indisolubilidad, pero el texto también es capaz de introducir con sabiduría consejos para ayudar al hombre a alcanzar la perfección del amor, según el diseño de Dios. La Iglesia católica hace una gran diferencia entre la separación y el divorcio. La separación está admitida en casos extremos, como una decisión imperfecta, que es contraria al sentido último del matrimonio, porque supone la separación física de los cónyuges y el fin de la cohabitación, pero se entiende que es necesaria. Sin embargo, el divorcio es otra cosa, porque supone que a la separación le siga un consentimiento al acceso a un nuevo matrimonio. Desde la Pontifica Comisión Bíblica no hemos cambiado la doctrina, ni mucho menos hemos legitimado el divorcio. Solo hemos estudiado los episodios bíblicos del Antiguo y Nuevo Testamento que hablan de esta realidad y hemos aportado sugerencias de orden pastoral que pueden ser útiles en el discernimiento que la Iglesia pide a los pastores en el ámbito de las relaciones conyugales.
¿Podría poner algún ejemplo?
Jesús no hablaba del matrimonio como sacramento. Hablaba a los judíos sobre el verdadero deseo de Dios, de su proyecto de amor para los hombres; no se refería al matrimonio sacramental porque no existía como tal. En este sentido, si nos fijamos en los textos de san Pablo, vemos cómo el apóstol reflexiona sobre la situación de personas que estaban casadas antes de acceder a la fe católica. Les dice que pueden separarse y acceder a nuevos matrimonios. Entonces la pregunta que nos hemos hecho en este estudio es cómo es posible que bajo la premisa de que el matrimonio natural es indisoluble, san Pablo dijera eso a los ancianos cristianos, casados antes de acceder a la fe católica. Este es un ejemplo que nos sirve para ilustrar cómo en cuestiones pastorales hay que tener presente el principio general, pero después se ve en la concreción de la realidad vivida qué es posible hacer y cuáles son los valores en juego que es necesario favorecer. Esta modalidad de afrontar los problemas de la vida es lo que pide el Papa en la exhortación apostólica Amoris laetitia, sobre el amor en la familia. No se debe en ningún caso favorecer el divorcio, pero sí ver en determinadas situaciones cuáles son las decisiones que se pueden llegar a tomar para salvar el amor y la vida de los cónyuges.
¿Qué dice el documento sobre la sexualidad?
La sexualidad es concebida en la Biblia como una riqueza cuasisublime para generar vida. Y después también es vista como un motor que favorece la relación entre el hombre y la mujer y el amor conyugal.
Otro de los aspectos del texto que se ha colocado bajo los focos mediáticos es el que habla sobre la homosexualidad. Algunos incluso han interpretado que el estudio de la Pontifica Comisión Bíblica no condenaba las uniones entre homosexuales. ¿Es así?
No existe ninguna apertura a las uniones entre personas del mismo sexo. Es cierto que la Sagrada Escritura trata poco el tema de la homosexualidad, pero, por ejemplo, en los textos legales de la Biblia las relaciones homosexuales están consideradas como algo impropio y en algunos textos del Nuevo Testamento se deja claro que no es conforme a lo que Dios quiere de la vida de los hombres. No hemos dicho nada distinto de que lo que dice la teología. La institución del matrimonio, constituida por la relación estable entre marido y mujer, se presenta constantemente como evidente y normativa en toda la tradición bíblica. Y no hay ejemplos de uniónlegalmente reconocida entre personas del mismo sexo. Sin embargo, sí que hemos concluido que el episodio de Sodoma y Gomorra ha sido interpretado erróneamente como una denuncia de una degradación moral. La exégesis más reciente dice que la Biblia no habla de un pecado sexual en sí mismo. De hecho, pensar en una ciudad entera donde todos son homosexuales está fuera de lugar, porque no se entendería cómo la ciudad podría sobrevivir. Lo que se denuncia es una ciudad incapaz de acoger al diferente, al extranjero, al que se le acaba infringiendo una serie de procedimientos infames de naturaleza sexual. No es que haya una atracción sexual entre ellos, sino que lo que prima es una intención clara de humillar al otro. Respecto a las consideraciones pastorales, se trata de afrontar la homosexualidad con una determinada sensibilidad.