1942: comienza una Semana Santa muy especial… en Dachau - Alfa y Omega

1942: comienza una Semana Santa muy especial… en Dachau

En 1942, para un grupo de sacerdotes presos del campo de concentración de Dachau, los días de la Semana Santa fueron una sucesión continua de torturas. Todo un Via Crucis unido a la Pasión del Señor, en el que perdieron la vida 60 de ellos. Las fechas coinciden con la Semana Santa de este año

Aleteia

Por la tarde del sábado 28 de marzo, antes del Domingo de Ramos casi todos los sacerdotes polacos estaban en sus barracas. De repente llegó una orden, tenían que salir de las barracas y colocarse en fila. ¿Qué pasará esta vez? Aunque ya estaban acostumbrados a semejantes sorpresas de día e incluso también de noche. Allí están los hombres de las SS, los kapos de bloque, los kapos de habitación y también otros funcionarios del campo.

Les informan que habrá un registro, y les mandan desnudarse totalmente. Entonces aquella comisión de revisión se arroja sobre la vestimenta y la ropa interior con la mayor minuciosidad revisando cada pieza, examinando especialmente cada pliegue, cada doblez. Incluso revisan hasta en la boca.

¿Qué buscan tan diligentemente? La historia comienza cuando uno de los sacerdotes en el momento del arresto tenía consigo unos dólares de la institución, porque era el ecónomo. No deseando que caiga en manos de los nazis, lo escondió hábilmente en un libro que llevaba consigo.

Recién llegado al campo de concentración tuvo que dejar todo en la sección de los así llamados efectos personales, es decir en el depósito. A través de alguien que trabajaba allí pudo sacar este libro con todo su contenido y lo tenía consigo en la barraca.

Esta información llegó precisamente al comandante del campo. De ahí se llegó al registro. No les dio ningún resultado, pues excepto aquel sacerdote ecónomo ninguno de los sacerdotes poseía nada, porque tenían que entregar todo el día de la llegada al campo.

Pero el comandante decidió aprovechar este hecho y lo consideró como un delito grave, por lo que bajo la idea de responsabilidad colectiva todos los sacerdotes tenían que ser castigados con severidad. Sobre la dimensión del castigo no hubo que esperar mucho tiempo.

Al día siguiente, Domingo de Ramos, después del pasalista del amanecer, cuando desde otras barracas o iban al trabajo o regresaban a sus habitaciones, las barracas de los eclesiásticos enseguida tuvieron que comenzar ejercicios de castigos, de los cuales fueron liberados los sacerdotes que trabajaban en los diferentes talleres del campo y los inválidos (los que estaban incapacitados para trabajar), pero a estos últimos no les estaba permitido ir a sentarse tranquilamente en sus habitaciones, sino que tenían que estar parados en grupos delante de la barraca sin tener en cuenta el clima.

¿Y en qué consistían estos ejercicios de castigo? El silbido de los látigos y el grito inhumano de los guardias advertían el ritmo de los ejercicios… Para quien caía de agotamiento, no había ayuda, tampoco era aceptado en el hospital. Cuando se cansaba un guardia, lo reemplazaba otro, pero los sacerdotes polacos tenían que continuar los ejercicios sin interrupción.

Ahora, se les ordenaba saltar en cuclillas, después dar vueltas en círculo, sentarse en el lugar y de nuevo correr, las diferentes órdenes: «¡Abajo!», «¡arriba!», «¡media vuelta!», «¡izquierda!» siempre eran en el estridente idioma alemán. La plaza de la llamada se fue cubriendo de moribundos, que pronto se convertirían en cadáveres, pero los sacerdotes polacos seguían con los ejercicios de castigo, sin tener en cuenta la lluvia torrencial, la nieve, el viento helado… Y así sin interrupción hasta la hora del almuerzo.

Durante los ejercicios un kommando especial formado por un grupo de verdes y otro de negros –delincuentes y gitanos– desarmaban las camas, tiraban los colchones, desparramaban todo el contenido de los armarios, y por cierto robaban el pan, si es que aún había…

En el transcurso de una hora de descanso para el almuerzo había que poner todo en orden, armar las camas, el suelo y las mesas tenían que brillar como un espejo, los armarios tenían que relucir como la nieve… Sólo entonces se podía pensar en la comida.

Como resultado de ello, la inmensa mayoría partía sin almorzar a la plaza, para continuar con más ejercicios de castigo hasta la noche. Y otra vez ordenar todo y dejarlo reluciente, ya que el Kommando especial había actuado por segunda vez…

Esto sucedió el 29 de marzo de 1942, Domingo de Ramos, al igual que cada día de Semana Santa, así en la Solemnidad de Pascua y sólo el 6 de abril, lunes después de Pascua (lunes de Octava) cuando llegaron de los ejercicios de castigo ya no tuvieron que ordenar todo y se sentaron directamente a almorzar.

El sacerdote Stanislaw Wierzbowski, a quien se le encontró el dinero, fue sometido a una paliza brutal y torturado sin compasión. De forma directa o indirecta, en estos ejercicios de castigo o más apropiadamente Via Crucis, perdieron la vida alrededor de 60 sacerdotes.

Esto fue en Semana Santa, es decir, el tiempo en que los cristianos se asocian a los sufrimientos del Salvador. Así los sacerdotes trataban de acompañar fielmente a Jesús en sus sufrimientos. La obra de Dios en sus almas fue el más eficaz soporte, la fuerza y el consuelo.

Gerardo Rodríguez / Aleteia