«Al principio buscábamos muertos entre los vivos. Luego, a los vivos entre los muertos» - Alfa y Omega

«Al principio buscábamos muertos entre los vivos. Luego, a los vivos entre los muertos»

La misión, expresión de fe y de caridad es el título de la Mesa redonda en la que Obras Misionales Pontificas reunió el jueves a tres misioneros españoles en tres lugares muy diferentes: Egipto, Japón y África central. El acto estuvo moderado por el Padre jesuita Elías Royón, Presidente de CONFER

OMP

Testigo privilegiada de los problemas políticos de los últimos años, la comboniana María Villar habló de su experiencia misionera en Egipto. «Cuando vieron que nosotras tratábamos igual a cristianos y musulmanes, se preguntaban por qué», explica la hermana, que atiende diariamente a más de un centenar de pacientes, el 90 % musulmanes. «Creo que Egipto puede salir adelante, hay esperanza», dijo la religiosa, quien vivió de cerca la última oleada de violencia de los Hermanos Musulmanes, y enfatizó que no todos los musulmanes son iguales. Además, se felicitó de que, con la nueva Constitución, «por primera vez, los cristianos se están sintiendo ciudadanos con derechos».

Una misión absolutamente atípica es la de los misioneros en Japón, tal como explicó la Hermana Beatriz Cavestany, misionera de Cristo Jesús. «Japón es una llamada al fracaso», reconoció. «En un país del Tercer Mundo, la Iglesia es deseada; sin embargo en Japón nadie te espera». En una nación de 120 millones de habitantes, donde lo esencial es el deber hacia la empresa por encima de la familia, los misioneros se dedican a conseguir llegar a tantas personas que se sienten solas. «Uno de los problemas de Japón es que no se concibe el amor gratuito, los niños no reciben el cariño de sus padres», explicó la misionera, quien ha trabajado con la pastoral de los no creyentes. Las conversiones son muy poco numerosas, pero impresionantes. «Si hubiese más misioneros es Japón, tal vez sería un poco mejor».

Por último, Sor Sabina Iragui compartió su experiencia de 40 años en Ruanda, Burundi y R. D. Congo. Última de diez hermanos -cinco de ellos misioneros-, esta Hija de la Caridad se marchó en 1973 a Ruanda, a un pueblo aislado, donde les visitaba un sacerdote una vez al año. Allí descubrió mucha necesidad sanitaria -ella es enfermera-, ya que la gente moría sin saber por qué. «Vi que lo prioritario era hacer un centro nutricional, un hospital y un centro de maternidad», explicó la hermana. Después de unos años en Burundi, retornó a Ruanda, y vivió la violencia étnica desatada por el genocidio de 1994. «Conseguimos sacar del país a las hermanas nativas y así salvarles la vida, y nos quedamos allí las misioneras para acompañar a la gente», recordó Sor Sabina. Movida por la fe y la caridad, acompañó a los refugiados que huyeron a R.D.Congo, y vivió de cerca la epidemia de cólera. «Al principio íbamos a buscar muertos entre los vivos. Luego tuvimos que buscar a los vivos entre los muertos», concluyó.