Esperanza en un bebé - Alfa y Omega

Hemos repetido muchas veces que en tiempos difíciles es importante resistir, no perder la esperanza… Somos una familia muy unida, padres y hermanos hemos compartido momentos felices, también dolorosos, y siempre nos hemos apoyado. Sabemos que podemos contar los unos con los otros. Hemos visto nacer hijos y sobrinos que llenaron nuestros hogares de alegría y esperanza, de luchas y proyectos de futuro.

También vivimos tiempos de enfermedades y muertes dolorosas, sumadas a algunas incomprensiones y desencantos que, al persistir en el tiempo, parecían apoderarse de nuestras vidas. Nuestros hijos, que habían estudiado, no encontraban un espacio de trabajo para el que se habían preparado, viéndose obligados a tener que revisar sus expectativas y buscar otras salidas. Con todo ello sentían también amenazado el proyecto de sus jóvenes familias.

Pasados algunos años se anuncia un posible embarazo. ¡Parece un sueño! Tras tanto tiempo de incertidumbres y sinsabores, la noticia es como un nuevo refuerzo que reconforta física y espiritualmente. Era un embarazo que precisaba atención y cuidados, y no estuvo exento de sobresaltos hasta el último momento.

Finalmente nacía una niña; ya habíamos pensado en distintos momentos cómo la llamaríamos. En nuestra familia ha estado presente, en las distintas generaciones, el nombre de Manuela, que a todos nos resultaba entrañable. Profundizando el sentido constatamos su origen hebreo y su significado: «Dios con nosotros». Manuela nacía muy próxima al tiempo del Adviento y, como el Adviento, ella anunciaba tiempos de esperanza, con la vida y la familia renacida, y recuperado el sabor a pan y a hogar.

Jesús, el Emmanuel del origen navideño, y Manuela con los niños de hoy, nos anuncian y recuerdan la esperanza como una realidad posible que da fuerza, ilusiona y renueva las vidas al llenarse de nuevas personas, emociones, sensaciones, abrazos, sonrisas… creando nuevas vivencias que despiertan de nuevo la magia de la Navidad.