El Papa: «No podemos esperar a que la Iglesia sea perfecta para amarla» - Alfa y Omega

El Papa: «No podemos esperar a que la Iglesia sea perfecta para amarla»

En una Misa de Nochebuena marcada por la ternura, el Papa Francisco afirmó en su homilía que «en esta noche, el amor de Dios se ha mostrado a nosotros: es Jesús». En un tono muy intimista y personal, el Santo Padre añadió que «la Navidad nos recuerda que Dios sigue amando a cada hombre, incluso al peor. A mí, a ti, a cada uno de nosotros»

Juan Vicente Boo

Francisco dio comienzo a la ceremonia besando la imagen del Niño Jesús, que permaneció toda la Misa en primera fila ante los fieles.

En una homilía muy meditada y directa, el Papa aseguró que «Dios no te ama porque piensas correctamente y te comportas bien; Él te ama y basta. Su amor es incondicional, no depende de ti. Puede que tengas ideas equivocadas, que hayas hecho de las tuyas; sin embargo, el Señor no deja de amarte».

Saliendo al paso de un error espiritual frecuente, Francisco planteó una pregunta: «¿Cuántas veces pensamos que Dios es bueno si nosotros somos buenos, y que nos castiga si somos malos?». Y dio la respuesta: «No es así. Aun en nuestros pecados continúa amándonos. Su amor no cambia, no es quisquilloso; es fiel, es paciente».

La Navidad es para todos –los buenos y los malos–, como se nota en los primeros que recibieron la noticia, pues «en aquellos pastores, que ciertamente no eran santos, también estamos nosotros, con nuestras flaquezas y debilidades. Así como los llamó a ellos, Dios también nos llama a nosotros, porque nos ama».

Saliendo al paso de un negativismo difuso, el Papa invitó a «poner nuestra mirada en el Niño» y dejarnos «envolver por su ternura». De ese modo «ya no tendremos más excusas para no dejarnos amar por Él. Lo que sale mal en la vida, lo que no funciona en la Iglesia, lo que no va bien en el mundo ya no será una justificación».

Según Francisco, convertirse y darse a los demás «es la mejor manera de cambiar el mundo. Cambiamos nosotros, cambia la Iglesia y cambia la historia cuando comenzamos no por querer cambiar a los demás sino a nosotros mismos, haciendo de nuestra vida un don».

Para ayudar a superar los perfeccionismos que paralizan y amargan, el Papa insistió en que Jesús «no esperó a que fuéramos buenos para amarnos, sino que se dio a nosotros gratuitamente. Tampoco nosotros podemos esperar a que el prójimo cambie para hacerle el bien, a que la Iglesia sea perfecta para amarla, a que los demás nos tengan consideración para servirlos. Empecemos nosotros».

El Santo Padre recordó la leyenda del pastor que, a diferencia de sus compañeros, no tenía nada que regalar a María y José, por lo que se quedaba atrás, un poco avergonzado.

Entonces, María, «viendo a aquel pastor con las manos vacías, le pidió que se acercase y le puso a Jesús en sus manos.

El pastor, tomándolo, se dio cuenta de que había recibido lo que no se merecía, que tenía entre sus brazos el regalo más grande de la historia».

Apoyándose en ese relato, Francisco concluyó sus palabras de un modo muy personal: «Querido hermano, querida hermana: Si tus manos te parecen vacías, si ves tu corazón pobre en amor, esta noche es para ti».

Juan Vicente Boo / ABC