Conversión ecológica - Alfa y Omega

Un año más, el Papa conmemora la Jornada Mundial de la Paz. Un año más, la Iglesia levanta la voz en favor de la paz entre los pueblos. Lejos queda esa primera jornada instituida por Pablo VI y, sin embargo, año tras año se renueva el mismo compromiso. En esta ocasión, a la espera de la exhortación postsinodal tras el Sínodo de la Amazonía y cuando todavía no se había clausurado la COP25, Francisco alude en el mensaje de la paz de este año a la conversión ecológica.

Fue Juan Pablo II el primero en usar esta misma expresión para llamar la atención sobre el deber de cuidado de la creación derivado de nuestra conciencia de criaturas. La humanidad, escribió en 2001, ha traicionado la expectativa divina y lejos de continuar la obra del Creador, cuestión básica que la doctrina social de la Iglesia ha subrayado históricamente como derivada de la acción del ser humano sobre el mundo de lo creado, ha devastado, contaminado y humillado «nuestra morada».

La acción del ser humano sobre el mundo no siempre es creativa. Es más, hoy constatamos los efectos de una acción reductiva que, lejos de multiplicar la vida, causa muerte. No se trata de catastrofismos, sino de certezas que nos permiten tomar conciencia, si somos capaces de mirar críticamente nuestros actos, de lo que significa para el propio ser humano el incumplimiento del deber de custodia.

La llamada a la conversión ecológica es una invitación. El capítulo II de Laudato si dedicado al Evangelio de la creación nos invita a reconocernos como criaturas y a relacionarnos pacíficamente con la tierra que Dios, junto al don de la vida, ha puesto en nuestras manos. Vivir desde estas claves permite reorientar nuestra existencia y replantearnos nuevas formas de relación humana con la casa común. Somos parte de un todo al que como creyentes llamamos creación. La conversión ecológica es, por lo tanto, una dimensión de la conversión relacional que Francisco ha convertido en una clave de la doctrina social de la Iglesia en plena sintonía con la Gaudium et spes. No caigamos en la trampa de quienes pretenden adulterar con argumentos de carácter ideológico cuestiones centrales de nuestra fe: la conciencia de criaturas, la sabiduría de los relatos bíblicos, el misterio del universo creado. Todo en la creación es «caricia de Dios». No habla el Papa de divinizar la tierra sino de reconsiderar que el mundo natural en el que vivimos no es un mero objeto, sino un don, un reflejo del Amor de Dios que lejos de abandonarnos a nuestra suerte no ha regalado una casa que habitar y custodiar.