La escuela que cambia el mundo - Alfa y Omega

La escuela que cambia el mundo

Internos de la prisión de Fontcalent y alumnos de un colegio diocesano de Valencia han llevado a cabo juntos un programa en una residencia para ancianos enfermos de alzhéimer. Es una de las 18 iniciativas galardonadas en los V premios Aprendizaje-Servicio, a los que se han presentado este año 550 centros de todos los ciclos

Ricardo Benjumea
Un grupo de alumnos se corta al cero el pelo en solidaridad con niños enfermos de cáncer. Foto: Colegio San Roque de Alcoy

Un grupo de estudiantes extremeñas de Bachillerato ha destapado varios casos de agresión sexual, ya en manos de la Policía. Se han convertido en una especie de consultoras sentimentales y expertas en relaciones sanas, a quienes se acercan otros estudiantes en los recreos o las abordan por la calle para plantearles cuestiones de pareja. Dan charlas en ayuntamientos e institutos de pueblos cercanos. Y han colaborado en la elaboración del Plan de Igualdad de Extremadura.

La Comisión Atenea del instituto Alba Plata de Fuente de Cantos (Badajoz) es una de las ganadoras de los V premios Aprendizaje-Servicio, convocados por la editorial salesiana Edebé, la Red Española de Aprendizaje-Servicio y Educo, que se entregan este viernes en Pamplona. Se han presentado 279 proyectos de 550 centros –desde educación infantil, a la universidad– procedentes de todas las comunidades autónomas, en los que han participado alrededor de 31.000 alumnos. El Aprendizaje-Servicio (ApS) es un sistema de trabajo por proyectos con la peculiaridad de que no empiezan y terminan en el aula, sino que revierten en proyectos sociales en la comunidad. Llegó hace 15 años a España, referente hoy de esta metodología en Europa, de la mano del Centro Latinoamericano de Aprendizaje y Servicio Solidario (Clayss).

El detonante que llevó a crear la Comisión Atenea fue el asesinato en diciembre de 2018 de la profesora zamorana Laura Luengo. Un grupo de estudiantes de 1º de Bachillerato, la mayoría chicas, se dirigió a la educadora social del centro, María Teresa Muñiz, para proponerle ir más allá de la habitual concentración por cada víctima de violencia de género. Con el apoyo de expertos, prepararon materiales que presentaron a diversos cursos en Filosofía y en otras asignaturas. Una clave de su éxito–destaca Muñiz– es que los ejemplos que utilizan son de primera mano y muy cercanos. «Se meten en las redes y hacen capturas de contenidos de los propios chicos», que utilizan para abordar temáticas como las falsas ideas acerca del amor romántico, los peligros de la pornografía o «cosas que antes muchas veces se silenciaban, como cuando un hombre le ofrece a una chica por la calle 50 euros por irse con él».

Se suma la escuela católica

Entre los 18 proyectos premiados, hay varios de centros católicos, que año a año –destacan los organizadores–, aumentan su participación. Uno de ellos es el colegio San Roque de Alcoy (Alicante), perteneciente al Arzobispado de Valencia. Con Paco Pascual, su profesor de Ciencias, los alumnos de 5º de primaria llevaron a cabo un proyecto de fomento de la lectura dirigido a internos de la prisión de Fontcalent. Abordaron toda la problemática que rodea a la enfermedad del alzhéimer, lo que –cuenta Pascual– provocó «momentos de lloros y fuertes emociones», puesto que les sirvió a chicos y presos para recordar casos que habían sucedido en su entorno cercano. En una segunda fase, desarrollaron juntos actividades lúdicas en una residencia de ancianos con alzhéimer, para la que recaudaron 5.800 euros.

Otro de los objetivos del proyecto Grillons per al record (Grilletes para el recuerdo) era combatir el estigma social que arrastran los convictos. Como colofón, cada interno se llevó una carta de recomendación firmada por los 104 niños, pidiendo a potenciales empleadores que no se dejen llevar por los prejuicios.

El colegio San Roque se ha convertido en el primer centro que repite premio dos años seguidos. En 2018 lo ganó por el proyecto Caminem junts (Caminemos juntos), con el que Pacto Pascual dio un salto cualitativo en el ApS.

Alumnos e internos de la prisión de Fontcalent preparan juntos actividades para una residencia de ancianos con alzhéimer. Foto: Colegio San Roque de Alcoy

Todo empezó –recuerda– con el estudio de la partes del cuerpo, utilizando vísceras y partes del cuerpo del cerdo, algunas comestibles, como jamones y longanizas. «Hicimos un sorteo y conseguimos 10.000 euros para Cáritas Alcoy». Dándole continuidad a la idea, el profesor enseñó los ríos y montañas de España, siguiendo los pasos de personajes históricos, que culminó en el sorteo de un viaje para hacer el Camino de Santiago. Se consiguieron otros 10.000 euros para Cáritas. «Y al año siguiente murió mi tía». Al acudir al hospital para despedirse en compañía de sus dos hijos, cayó en la cuenta de que «a los niños les estamos ocultando la muerte y la enfermedad».

El aprendizaje de las partes del cuerpo derivó en lecciones sobre las enfermedades, y en particular el cáncer infantil. Pero no solo a nivel teórico. Vinieron a contar su experiencia alumnos que habían pasado por el trance y algunos familiares. Los chicos llevaron también a cabo iniciativas en hospitales infantiles. Y entre las actividades para recaudar fondos (consiguieron cerca de 40.000 euros), se raparon al pelo. Ellos, al cero, para grabar un vídeo de solidaridad con estos pacientes. Ellas, con el objetivo de donar su cabello para pelucas solidarias.

Desde entonces, a Paco Pascual le llueven peticiones para ir a contar sus proyectos a centros interesados en implantar el ApS. «Yo suelo decir que tengo el peor currículum de toda España», bromea. «Soy diplomado en Educación Física y entrenador de fútbol, no estudié oposiciones… Es la demostración de que cualquier maestro puede hacer esto».

Lo que echa en falta es más implicación de la escuela católica. «No podemos convertirnos en colegios elitistas», añade. «¿Que en lugar de un 7,8 sale un 6,4 en PISA? Muy bien, pero habremos hecho algo mucho más importante: cambiar el mundo desde abajo».