Vuelven los ministerios laicales - Alfa y Omega

Vuelven los ministerios laicales

El Sínodo de la Amazonía ha reavivado una de las grandes reformas iniciadas por Pablo VI. Los debates en Europa acerca de los ministerios laicales han estado marcados por la sospecha, mientras que en América Latina –y en particular, en Brasil– se produjo una auténtica eclosión

Ricardo Benjumea
Foto: Cathopic

Eclipsado por debates mucho más mediáticos, como la ordenación de hombres casados, ha pasado desapercibido el impulso del Sínodo de la Amazonía a los ministerios laicales, una cuestión de mucha mayor trascendencia eclesiológica, cree el profesor de la Facultad de Teología de Vitoria-Gasteiz Jesús Martínez Gordo. De ahí que, en cierto modo, se pueda incluso considerar la asamblea celebrada en octubre en Roma como un paso hacia el Concilio Vaticano III. «Nosotros no lo veremos, pero allí habrá que debatir sobre la corresponsabilidad de los laicos, en la misión y en la evangelización. Pero también de su corresponsabilidad en el gobierno de la Iglesia, y no, como hasta ahora, solo como colaboradores de los presbíteros».

El Sínodo ha reabierto esta cuestión al entroncar con una de las reformas posconciliares de mayor calado llevadas a cabo por Pablo VI, quien, en 1972, recuperó dos de los tres ministerios laicales más característicos de la Iglesia primitiva, el acolitado y el lectorado (la lista la completaba el exorcismo), subraya Martínez Gordo. Estas figuras habían quedado reducidas a meras etapas en el camino hacia el sacerdocio. Durante siglos se las conoció como órdenes menores, abolidas con el motu proprio Ministeria quedam. El Papa Montini les devolvió su carácter laical, si bien reservándolas a los varones. Además de reinstaurar estos dos «ministerios instituidos», el documento papal añadía el reconocimiento de la potestad, al arbitrio de cada Iglesia local –por lo general, una conferencia episcopal–, de crear nuevos ministerios laicales temporales para responder a sus necesidades. Son los llamados ministerios confiados, y pueden estar vinculados tanto a cuestiones litúrgicas, como sociales y caritativas, o incluso vinculados a funciones de gobierno de parroquias.

En Europa, especialmente en Francia y Alemania, se desató en los años siguientes «un gran entusiasmo» en los ámbitos del pensamiento teológico, destaca Martínez Gordo. Hasta que las suspicacias en diversas altas instancias vaticanas pusieron freno a este desarrollo, algo que quedó especialmente evidenciado con la instrucción Sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de los fieles laicos en el sagrado ministerio de los sacerdotes, de 1997, firmada por los responsables de diversos dicasterios. No se niega el sacerdocio común de todo bautizado, pero se arrojan «sospechas» sobre la participación del laicado, en un contexto –cree el teólogo vasco– en el que «algunos vincularon erróneamente esta cuestión con el espectacular aumento de los abandonos de presbíteros» en las décadas posteriores al Concilio, crisis a la que dieron respuesta reforzando «una visión sacralizada del sacerdocio».

De esta manera, afirma Martínez Gordo, se vuelve en cierto modo a la eclesiología anterior, que distingue entre los ámbitos sagrado y profano, reservados respectivamente a sacerdotes y laicos. «Lo que dice el Vaticano II, en cambio, es que no es necesario salir de la Iglesia para ir al mundo, igual que no hay que salir del mundo para vivir en la Iglesia. Frente a esa concepción, se sitúa esa idea de presbítero inspirada en el modelo jurídico del sacerdocio romano, donde lo central es el culto, mientras que el servicio ministerial que instaura Jesús está caracterizado por la misión y el cuidado de la comunión».

Son ideas clave para comprender el actual pontificado, concluye el teólogo. «Creo que estamos asistiendo a una reconsideración del ministerio y del laicado en la Iglesia a la luz de las fuentes evangélicas, con comunidades mucho más corresponsables, que piden un tipo de presbítero barquero, el que ayuda a los demás a pasar de la infancia espiritual a la corresponsabilidad».

La revolución en el Amazonas

Mientras Europa se dedicaba a reflexionar y debatir sobre los ministerios laicales, América Latina decidió actuar. Anticipándose, incluso, a Pablo VI, la Conferencia de Medellín planteó en 1968 la necesidad de introducir reformas en las estructuras para la Iglesia para promover «el derecho y deber» de los laicos a participar en la acción pastoral. Pero fue Brasil donde con mayor intensidad y carácter sistemático se avanzó en esta línea, destaca Antonio José Almeida en el libro Nuevos ministerios (Herder).

Se produjo una auténtica eclosión de ministerios laicales en los años 70. Inicialmente, el proceso tenía más que ver con la escasez de sacerdotes (particularmente en regiones como la Amazonía), pero pronto derivó en un verdadero convencimiento, cree este autor. A finales de la década, los obispos brasileños decidieron elaborar una especie de censo, que contabilizó hasta 73 nuevos ministerios, distribuidos en 13 categorías, desde la administración y la caridad, los derechos humanos y la justicia social, a la oración y los ministerios de presidencia.

Esa corriente es la que ha avalado el reciente Sínodo, cree Martínez Gordo. Todo ello, vinculado a una idea en la que insiste Pablo VI en la exhortación Evangelii nuntiandi (y que, de diversas formas, ha recogido Francisco), de que la que el sacerdote no debe ser el centro de todo en la vida cristiana. «En América Latina –constata el teólogo–, es muy común ver comunidades sin un sacerdote que funcionan perfectamente. Y eso ha sido gracias a esa ministerialidad laical, al margen de los debates  llenos de sospechas que hemos tenido en Europa».