Un sí entre Madrid y Bolivia - Alfa y Omega

Un sí entre Madrid y Bolivia

La parroquia Nuestra Señora de África acoge la profesión perpetua de una religiosa boliviana que no pudo hacerla en su país por las circunstancias políticas

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Un momento de la celebración el domingo pasado. Foto: María Teresa Vives

Frida aprendió a hacer la señal de la Cruz con 16 años, cuando todavía no estaba siquiera bautizada, y el domingo pasado realizó en Madrid, en una celebración presidida por monseñor Jesús Vidal, obispo auxiliar de Madrid, su profesión perpetua dentro de la congregación de las Hijas de la Iglesia. Han pasado más de 20 años y entre medias han ocurrido muchas cosas, tanto en su vida personal como en la de su país de origen, Bolivia.

En realidad, Frida iba a hacer sus votos perpetuos en la iglesia de San José de Guacaraje, donde se bautizó con 17 años, en su pueblo natal, pero cuando se disponía a viajar a su país estalló una convulsión social tras las elecciones presidenciales, con muchas manifestaciones contra el proceso electoral, en medio de acusaciones de fraude.

Con el país parado, no había comunicaciones a nivel interno, todo estaba bloqueado, y resultaba imprudente viajar por el país en esas condiciones, pero Frida revela que, en medio de todo ese caos, sus hermanas de congregación «salieron a la calle para ayudar a toda esta gente a rezar, y para que las manifestaciones no fueran violentas sino pacíficas. Había grupos de bloqueo en las calles pero también hubo grupos que rezaban y cantaban, y mis hermanas vivieron todo eso muy de cerca».

Desde la distancia, Frida confiesa que «sufro al ver la situación de mi país, la división entre hermanos, los asesinatos y enemistades. Vivo estas situaciones muy cerca, y comparto todo ese sufrimiento y lo vivo con ellos pero desde la fe. Tengo una esperanza que no consiste en un “ya pasará”, sino que creo que debe haber justicia, no la justicia de los hombres sino la de Dios, la misericordia. Tenemos que ponerlo todo en sus manos, y Dios actuará de alguna manera».

Entender y gustar a Dios

Aunque su familia y su pueblo la esperaban para la profesión perpetua, Frida es consciente de que «en realidad yo no soy el centro de esta celebración, es Dios que se hace presente en la vida de las personas».

La menor de diez hermanos, la familia de Frida nunca encontró el momento para bautizarla y el momento se fue postergando, «porque mi padrino no podía asistir, porque me mudé de ciudad, o por otras circunstancias». Ella seguía yendo a Misa con sus padres pero en su adolescencia pasó por un tiempo de rebeldía: «Yo ignoraba lo que la Iglesia celebra en la Eucaristía y me llevaban a rastras cada domingo. También me daba vergüenza porque no sabía ni hacer la señal de la cruz. Me quedaba atrás del todo. Me sentía insatisfecha y estuve mucho tiempo con un sinsabor muy grande», reconoce.

Un año feliz

A los 16 años entró en las catequesis «porque yo estaba saliendo con un chico y quería casarme por la Iglesia. Esa fue mi única motivación. Pensaba que iba a ser la única chica de mi edad entre un montón de niños pequeños, pero allí me encontré con otros diez jóvenes en la misma situación». Y empezó así un proceso de descubrimiento muy especial: «comenzamos por lo más básico, las oraciones y la señal de la cruz, ¡precisamente! Me gustó mucho aprender a hacerla pausadamente, y entender que es la señal por excelencia del cristiano, que allí en la Cruz nos mostró el amor grande de Dios. Me empezó a gustar ir a la Iglesia porque empecé a entender la Iglesia y la Misa. Catequesis tras catequesis, fue un aprender todo lo que ignoraba. Fue un año feliz para mí. Me bauticé e hice la Primera Comunión, y luego las hermanas me invitaron a ser catequista de niños. Y yo acepté sorprendida», ríe.

Más tarde se empezó a preguntar por su lugar en la Iglesia, y empezó un discernimiento con las Hijas de la Iglesia, una congregación que ha fundado comunidades a petición de los obispos locales en doce países para revitalizar la pastoral en las parroquias. Y después de pasar por diversas fases de formación, el año pasado pidió hacer los votos perpetuos, «y decir a Jesús sí para toda la vida, que sea Él el que mueva mi vida. Quiero entregársela por entero para anunciarle». Y, aunque «al final a igual donde haga los votos perpetuos, porque es la misma Iglesia, y estamos todos en comunión con la Iglesia universal», Frida sueña con volver un día a su país, «para trabajar con jóvenes en la misma situación de rebeldía por la que yo pasé». «Yo estoy disponible para mis superioras, y si Dios quiere un día volveré. Me gustaría trabajar con ellos para hacerles entender y gustar a Dios como yo lo he hecho».