«Como católicos, llevamos el clima en el ADN»
Comienza la COP25 en Madrid y la Iglesia tiene mucho que decir: «Los creyentes defendemos la naturaleza como parte de la creación de Dios», explica Gabriel López, del Movimiento Católico por el Clima
«Cada vez que en un foro sobre el clima decimos que somos católicos nos miran como si fuéramos bichos raros, pero nosotros estamos en esto desde mucho antes que la sociedad civil. Los creyentes defendemos la naturaleza como parte de la creación de Dios. Lo llevamos en el ADN», explica Gabriel López, del Movimiento Católico Mundial por el Clima, ante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que se va a celebrar en Madrid del 2 al 13 de diciembre.
La cumbre de Madrid, conocida como COP25, supone un desafío para los gobernantes políticos responsables de tomar decisiones efectivas y duraderas contra el cambio climático. «Es uno de los acontecimientos más importantes del mundo, en el que se juega el futuro de la humanidad», afirma Carlos Jesús Delgado, de la Comisión Diocesana de Ecología Integral de Madrid, que explica que «en la COP de París 2015 se estipuló un plazo que concluye en esta cumbre para alcanzar acuerdos efectivos y ponerlos en marcha. Se ha acabado el tiempo y en Madrid es necesario tomar decisiones de manera vinculante, que se transformen en acciones».
Si no se consigue, «el cambio climático se nos irá de las manos, la temperatura seguirá subiendo y pondremos en riesgo a millones de personas en todo el planeta, debido a las sequías, las subidas del nivel del mar o la desforestación, porque el clima afecta a multitud de parámetros de supervivencia. El cambio en el clima provoca ya enfermedades y hambrunas e incluso es capaz de afectar a los mercados y generar refugiados climáticos», dice Delgado.
En esta cumbre, por tanto, se han de presentar los planes de adaptación y estrategias que cada país tiene que establecer para que no se incremente la temperatura global del planeta, sobre todo en lo relativo a las emisiones de carbono. Y a partir de enero de 2020 se tendrá que revisar la desviación de temperatura, y empezará un proceso de actuaciones de forma vinculante, auditada y con las correspondientes penalizaciones en caso de incumplimiento.