El pasadizo del Panecillo - Alfa y Omega

El pasadizo del Panecillo

Concha D’Olhaberriague
Foto: Alfonso Sánchez García

En pleno barrio de los Austrias, hay una callejuela recóndita en forma de recodo que discurre entre los magníficos edificios barrocos de la basílica pontificia de San Miguel y el Palacio Arzobispal, desde la calle de San Justo a la de La Pasa y la plaza del Conde de Barajas, actualmente conocida como plaza de los pintores por llenarse de artistas plásticos con sus lienzos los fines de semana. Por cierto, el número tres de esta plaza, una casa con detalles art decó en la fachada cuya traza se debe a Valentín Roca Carbonell, muestra una placa que recuerda a la filósofa María Zambrano, vecina de la finca en los años anteriores a la guerra.

Hoy en día, rejas de entrada y salida impiden al paseante recorrer la mencionada callecita, el pasadizo del Panecillo, que se llama así por la costumbre que hubo antaño de repartir pan a los pobres, iniciada por el cardenal-infante y arzobispo de Toledo Luis Antonio de Borbón y Farnesio, quien también implantó la limosna de uvas pasas, hábito que, al parecer, originaría el nombre de la calle de La Pasa.

Fue en 1829 cuando, por razones de seguridad, se prohibió el paso, pues la angostura y sinuosidad del pasaje lo hacían propicio para la emboscada de maleantes. Y desde entonces tan solo se puede atisbar el pasadizo de forma incompleta, ya que en el centro hay una fuente de piedra y dos cipreses, y la mejor portada barroca del Palacio Arzobispal se ve únicamente al sesgo, desde el exterior de la verja.

Todo el atractivo romántico de ese rincón, de noche, a la luz oscilante de las farolas, fue captado por Alfonso en una instantánea impresionante que publicó El Correo. El fotógrafo elige la entrada al pasadizo por San Justo, con un arco de medio punto que fue demolido posteriormente. La foto, tomada a mediados del siglo XX, permite apreciar alguna otra diferencia. Ahora da acceso al callejón una escalinata de peldaño mínimo en forma de abanico y se ha reducido el número de mojones de granito que impedían el paso de vehículos.

En el flanco izquierdo, casi en la misma fachada de San Miguel, crece altivo un ciprés que se diría que brota de la piedra. Alfonso no lo incluyó en su estampa, más escorada hacia el ángulo frontero, buscando realzar el contraluz en que queda el arco de entrada al destello de la farola.