«La mejor vacuna para los abusos sexuales es que las hermanas que lo han sufrido puedan contárselo a las demás» - Alfa y Omega

«La mejor vacuna para los abusos sexuales es que las hermanas que lo han sufrido puedan contárselo a las demás»

Las provinciales y responsables a nivel mundial de la congregación vedruna asisten a una jornada sobre prevención de abusos sexuales en Vic. Entre las propuestas, se incluye la revisión de los modos de relación en las comunidades o prevenir tipos de liderazgos autoritarios

Ricardo Benjumea
Los institutos de vida consagrada son lugares vulnerables para los abusos de poder y conciencia. Foto: Cathopic

Se ha destapado lo que estaba oculto y «estamos conociendo cosas que nos duelen», pero la crisis de los abusos sexuales puede «ayudar a la vida religiosa a crecer». La cuestión es si «nos limitamos a la genitalidad, o aprovechamos para replantearnos si nuestras relaciones son lo que el Evangelio nos propone».

Es el planteamiento de la carmelita vedruna Covadonga Orejas, que este 20 de noviembre, día en el que la Iglesia celebra la Jornada de Oración por las Víctimas de Abuso, imparte una formación en Vic (Barcelona) a las provinciales y responsables de la congregación a nivel mundial.

Orejas –con décadas de experiencia en campos de refugiados y en países africanos, particularmente Gabón y Togo, donde participó en el diseño de programas de prevención en escuelas que son hoy referencia a nivel nacional– cree que es importante para las instituciones de Iglesia contar con protocolos adecuados, a partir de un «mapa de riesgo» que detecte en cada caso las situaciones y lugares de peligro. No obstante, advierte, solamente con ese enfoque «corremos el riesgo de tapar todo esto con comités de protección con gente muy preparada, con protocolos muy estandarizados que no respondan a las necesidades reales».

Prevenir… la doble vida

Un primer paso es aceptar que existe en la realidad, «tanto dentro como fuera de la Iglesia, porque no somos inmunes, y las estadísticas dicen que una de cada cinco personas ha sufrido abusos». Pero es necesario dar un paso más, considera. «Si queremos generar una cultura de la protección, necesitamos plantearnos toda nuestra vida y nuestras relaciones», añade la también miembro de Ruaj (equipo vinculado a la Misión Vedruna referente en España en el acompañamiento personal y espiritual) y secretaria de la asociación Betania, que acompaña y ofrece terapia a víctimas de abusos sexuales en contextos eclesiales.

Un problema a prevenir es la doble vida en la vida religiosa. «Hay personas estupendas en la misión que luego se deshacen porque no tienen una construcción afectiva sana en su vida. Eso viene de los dualismos, de las disociaciones, como dicen los psicólogos», afirma. Puede ocurrir, por ejemplo, «que un sacerdote demuestre una espiritualidad deslumbrante pero, por otro lado, sus relaciones con los demás son absolutamente abusivas, busca continuamente imponerse a la conciencia de los demás».

Otro factor de riesgo, especialmente en la vida religiosa, puede ser el inadecuado manejo de la interculturalidad. «¿Dejamos a las personas que vienen de otros contextos culturales ser ellas mismas, o intentamos imponernos a ellas para moldearlas a nuestra manera?», se pregunta.

En otras palabras, afirma, «hay que comprender que no estamos hablando solo de abuso sexual. En términos más generales, esta es una forma de abuso de poder que tiene otras muchas manifestaciones».

Abordar la afectividad

Una primera prevención se encuentra en la selección y formación de los candidatos a la vida religiosa y el sacerdocio. Ahí, cree Covadonga Orejas, es necesario «abordar bien el tema afectivo desde una perspectiva integral», no focalizarlo en «una cuestión de cumplimiento del sexto mandamiento», sino más bien en plantearnos «cómo estamos viviendo nuestra afectividad e identificar cuáles son nuestras carencias».

Imprescindible es también generar una cultura en la que «una hermana que ha sufrido abusos pueda hablar de ello sin sentirse juzgada», asegura la experta, a partir de su experiencia en Ruaj a miembros de la vida religiosa, entre ellas algunas víctimas de abusos. «La mejor vacuna es que quienes los han sufrido puedan contárselo a sus hermanas», abunda. «También he podido comprobarlo en Betania –dice–: la víctima muchas veces no es consciente de la situación que está viviendo, y piensa que vive con su abusador una relación de amor, hasta que descubre en esa persona a un depredador que mantiene esa misma relación con otras cuatro hermanas de su comunidad».

Revisar el ideal de perfección

Pero una adecuada prevención exige también revisar «el ideal de perfección» en la vida religiosa, al que «antiguamente todas las religiosas tenían que aspirar». A veces, con «estándares tan altos», las víctimas se culpabilizaban a sí mismas, considerando que «habían fracasado». Planteamiento similar puede hacerse para los agresores y agresoras. «Si me ponen unos estándares tan altos que siento que no soy capaz de cumplir, eso me genera una frustración, y puedo acabar viviendo una doble vida», dice. «Por eso es muy importante que la persona se sienta querida por Dios y valorada como lo que es, como un regalo para los demás a pesar de sus limitaciones e imperfecciones».