Concluye Católicos y Vida Pública: «Lo opuesto a la libertad de enseñanza es la escuela pública única» - Alfa y Omega

Concluye Católicos y Vida Pública: «Lo opuesto a la libertad de enseñanza es la escuela pública única»

El 21 Congreso Católicos y Vida Pública ha llegado a su fin este domingo con la celebración de una eucaristía oficiada por el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, y posteriormente con la lectura de un manifiesto final que aboga por la libertad de creación de centros, la libertad de modelo de educación, la libertad de elección de formación religiosa y moral de los hijos de acuerdo con las convicciones de los padres y la libertad de cátedra. Asimismo, el manifiesto denuncia que «lo opuesto a la libertad de enseñanza es la escuela pública única, pues supone la imposición de un único modelo y, con ello, la imposibilidad de elegir». Este es el texto completo:

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Foto: CEU

La libertad de enseñanza o de educación, conforme a su reconocimiento explícito en el artículo 27 de la Constitución, engloba un conjunto de libertades: la libertad de creación de centros, la libertad de elección de tipo o modelo de educación, la libertad de elección de formación religiosa y moral de los hijos de acuerdo con las convicciones de los padres y la libertad de cátedra.

La vigésimo primera edición del Congreso Católicos y Vida Pública, creado por la Asociación Católica de Propagandistas, como un lugar de encuentro en el que podamos abordar los temas que afectan directamente a nuestra presencia en la vida pública, se ha centrado en Libertad para educar, libertad para elegir, que sufren una de las grandes amenazas que se ciernen sobre el ejercicio de nuestros derechos y libertades como ciudadanos.

El ideario, el carácter propio, el proyecto educativo singular –siendo todos ellos términos sinónimos– es el elemento nuclear de la libertad de enseñanza, entendido en un sentido lato, como hace el Tribunal Constitucional español, no reducido solo a las opciones de formación religiosa y moral (aun siendo ésta su acepción más característica, genuina y notable), sino también a las opciones pedagógicas y organizativas.

El ideario es lo que justifica la existencia de la enseñanza de iniciativa social o concertada, para permitir el ejercicio de la libertad de enseñanza y también su financiación con fondos públicos, para que esa libre elección sea real y no venga condicionada por las circunstancias económicas previas.

Para que las familias puedan elegir libremente una escuela católica, ésta debe transmitir claramente su ideario. Solo así podrá luego ser desarrollado en su integridad y exigir a las familias su respeto.

Lo opuesto a la libertad de enseñanza o educación es la escuela pública única, pues supone la imposición de un único modelo y, con ello, la imposibilidad de elegir. El derecho a la educación no conlleva, en ningún caso, que la Administración sea quien deba prestar directamente todo el servicio educativo.

El intervencionismo, la falta de autonomía en los centros -todos los centros, tanto en los de titularidad pública como en los concertados-, supone un grave límite a la libertad de enseñanza.

La autonomía es fundamental para mantener el ideario, garantizar una verdadera libertad y pluralidad en la enseñanza y para prestar una atención más personalizada a los alumnos que más lo necesitan, así como para que los padres se sientan más responsables de dónde envían a sus hijos y tomen conciencia de su derecho a elegir su formación.

La familia, los padres, tienen el derecho Original, primario e inalienable a la educación de los hijos y, por lo tanto, el Estado y los centros son subsidiarios de la familia. El Estado no es, en la España actual, el titular del derecho a la educación, sino su garante, pero existe el peligro de que, como en tantos otros ámbitos, el Estado quiera extender su esfera de actuación.

Se impone la necesidad de la emergencia de la familia, fuerte, unida y formada con adultos, que sean testigos de vida y esperanza y que ofrezcan luz y criterio a los niños, jóvenes y adolescentes. Urge la necesidad de formar comunidades y familias que se ayuden y se unan para dar criterio también a familias en crisis, que necesitan ayuda. Urge también una mayor implicación de los padres en los centros a través de las APAS y Consejos Escolares.

Se necesita, en definitiva, una sociedad civil y familiar, fuerte unida y dispuesta a afrontar los retos y desafíos del presente:

1. El adoctrinamiento ideológico de género es preocupante, pues tanto profesores como alumnos experimentan ya las imposiciones a través de cursos y talleres. Aunque muchos son conscientes, todavía algunos padres y profesores lo desconocen o lo han aceptado acríticamente. Por ello, urge fomentar la creación de escuelas de padres en todo tipo de colegios, así como la formación del profesorado en este tema.

2. Debemos prestar una atención especial a los elementos educadores paralelos de nuestros hijos y alumnos en las redes sociales, con los peligros que conllevan, y también a los peligros tecnológicos (adicción a juegos, adicción a la tecnología).

3. La educación afectiva y sexual que parte de la antropología cristiana y que se imparte en la escuela católica, unificando fe y ciencias humanas, desea proponer certezas sobre las que dialogar dentro de un marco de libertad educativa y de pensamiento. Esta propuesta parte, antes que nada, de las propias familias que buscan ofrecer a sus hijos una educación religiosa y moral conforme a sus propios valores, que incluye el ámbito de la afectividad y la sexualidad.

Inclusión sí, especial también

Las familias tienen que tener la libertad para elegir el modelo formativo para sus hijos, independientemente de sus capacidades. El grado de discapacidad intelectual fluctúa desde rangos muy significativos a grados que pasan desapercibidos en la docencia reglada. Por ello, es importante contar con la opción de educación inclusiva, así como de una educación especial.

El Estado debe comprometerse y dotar de los recursos adecuados, tanto materiales como personales, con la finalidad de garantizar el éxito de la educación inclusiva como tal. Esto conlleva la subvención y proporción de ayudas necesarias para formación del profesorado y adaptar las instalaciones a las necesidades de todas las personas. Los centros educativos deberán disponer de metodologías innovadoras que facilitan el aprendizaje a todos los alumnos.

Modificar el sistema educativo poniendo el foco en la educación y formación personalizada de cada alumno, en vez de un sistema global al que se adapta el alumno, favorece el éxito de una educación inclusiva.

El sistema de conciertos no es perfecto; contribuye a desfigurar el carácter propio de muchos centros. Su tiempo limitado sitúa a los centros en una permanente incertidumbre. Hay que pensar en fórmulas de financiación que pongan en el centro a las familias y no a los centros. El cheque escolar no puede ser «un debate cerrado», requiere de un análisis e investigaciones todavía por abordar en profundidad.

Toda escuela debe ser consciente de la realidad actual de la familia en su contexto social y educativo. La escuela católica, por el hecho de serlo, además debe ser consciente de la vida de Fe de la familia actual.

La escuela católica tiene la obligación moral de atender a la que es además su misión específica: comunicar a Cristo. Para poder hacerlo, en el contexto de la familia del siglo XXI, la escuela católica debe configurarse en clave de evangelización, en clave de primer anuncio. Si no, no será fiel a su misión en este tiempo.

En la fidelidad a su Misión, en la lealtad a su especificidad, se juega no solo su razón de ser más elemental, sino también su propia supervivencia. La escuela católica del siglo XXI o es evangelizadora o no será. Una supervivencia ligada irreductiblemente a su misión respectiva: comunicar a Cristo, ayudar a que se firme Cristo en el corazón de los alumnos y sus familias.

La Escuela Católica debe dar testimonio público de su Fe, a pesar de la posible persecución. Defender la verdad y el bien común, en lugar del particular.

Proclamar la libertad de educación como un derecho inalienable es insuficiente si, al mismo tiempo, no se afirman en su sentido más verdadero las ideas de libertad y de educación. Así, la idea de libertad no consiste en un mero ejercicio arbitrario de la voluntad sin más criterio o fin que ella misma, sino que la libertad es una voluntad guiada por la razón en función de un bien presente. Y la educación, por su parte, es la guía que el educador proporciona al educando para que este pueda comprender y hacer suyo ese bien que le hace crecer y madurar como persona. De ahí que la libertad y la educación sean términos inseparables, porque la libertad de educación tiene por objeto último la educación de la libertad.

La libertad de educación, reconocida en el artículo 27 de la Constitución, es un derecho civil, que corresponde a todos y a todos nos corresponde defenderla: «Quienes debemos garantizar y defender la libertad de enseñanza somos los ciudadanos».