Secretaria general de CIDSE: «No es bueno separar política de espiritualidad» - Alfa y Omega

Secretaria general de CIDSE: «No es bueno separar política de espiritualidad»

Tras participar en el Sínodo de la Amazonía, la secretaria general de CIDSE, Josianne Gauthier, cree que las Iglesias del norte deben aprender de la «sabiduría tradicional de los pueblos indígenas» y de los procesos de integración regional en las Iglesias del sur. De cara a la Cumbre del Clima de Madrid, Gauthier plantea como prioridades el impulso a las energías limpias y «una transición radical hacia sistemas alimentarios sostenibles», basados en «la agroecología»

Ricardo Benjumea
Foto: Marta Isabel González/CIDSE

La implicación de la Iglesia en la defensa del medioambiente ya no es una opción. La canadiense Josianne Gauthier, secretaria general de CIDSE, la red de ONG católicas para el desarrollo de América del Norte y Europa (en representación de España, está Manos Unidas), ha vuelto del Sínodo de la Amazonía aún más convencida de que la Iglesia debe liderar la lucha contra el cambio climático y contra la pobreza, dos caras de una misma «crisis social, ambiental y económica general».

El Sínodo del Amazonas ha sido un escaparate para la nueva forma de trabajar en red que representa la REPAM (la Red Eclesial Panamazónica). Han aparecido o están surgiendo iniciativas similares en América Central, África o Asia, con CIDSE como uno de sus principales apoyos, también en el aspecto económico. ¿Qué aporta esta nueva visión?
Estos nuevos espacios en otras partes del mundo son una oportunidad para reflexionar sobre cómo están relacionadas las diversas cuestiones, para afrontar desde esta perspectiva una búsqueda en común de las soluciones a los problemas comunes. En un mundo político y en un contexto donde la división y la polarización son hoy la norma, la Iglesia ofrece otra visión, basada en la idea de comunidad e interdependencia.

También en Europa y en América del Norte debemos trabajar juntos. Y comprender que nuestros estilos de vida tienen un impacto directo en la vida de las personas en otros continentes.

Ese fue básicamente el mensaje del Sínodo.
Uno de las principales enseñanzas de las tres semanas de Sínodo en Roma y del proceso de preparación ha sido aprender a escucharnos los unos a los otros y comprender lo interconectados que estamos todos. En definitiva, entender, como nos recuerda el Papa, que nos necesitamos los unos a los otros.

Al mismo tiempo, el Sínodo ha mostrado un caudal de sabiduría tradicional en los pueblos indígenas que debe valorarse. También los nuevos procesos regionales iniciados después de la REPAM en el resto del mundo pueden servir para que este conocimiento y esta experiencia emerjan. Esta es una parte fundamental de la conversión y de la descolonización que el Sínodo ha alentado.

CIDSE planteó este Sínodo como una oportunidad para «superar la separación entre espiritualidad y acción política y social». ¿A qué se referían con esto?
En las sociedades occidentales, tendemos a separar las distintas partes de nuestras vidas: lo privado de lo público, lo emocional de lo racional, lo espiritual de lo social y lo político… Vivimos cada vez más en ciudades, lejos de nuestras fuentes de alimentación, separados de la tierra y la naturaleza, y rodeados de cemento y metal. Valoramos la independencia y la autonomía, sin reconocer que la vida real transcurre en nuestras alegrías y en nuestras tristezas, cuando todos esos elementos de nuestra existencia se interrelacionan y nos constituyen.

Este Sínodo nos ha enseñado la conexión entre el grito de la tierra y el grito de los pobres; también nos ha mostrado que estamos conectados todos con todos y con la naturaleza. Esta fue una de las mayores y más profundas contribuciones hechas por los representantes de los pueblos indígenas en el aula sinodal. Los que estuvimos dentro del aula sinodal o asistimos a las actividades que rodearon al Sínodo pudimos sentir esa presencia y esa guía, que implica un nuevo modo de sentirnos interconectados. Fue un proceso de desaprendizaje y reaprendizaje. Ahora tenemos la responsabilidad de compartir esta experiencia en nuestros propios entornos y en nuestro trabajo en el futuro.

¿Qué espera de la Conferencia de Madrid sobre cambio climático de diciembre?
Para CIDSE, la COP25 es un escalón para la implementación del Acuerdo de París. La COP25 [la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2019] debe estar preparada para una COP26 en Glasgow (Escocia), cuando los países deben actualizar sus NDC [Planes nacionales para la acción climática]. Se necesita una acción climática mucho más ambiciosa para poder tener alguna esperanza de mantener el calentamiento global por debajo de 1,5˚C. Tanto la ciencia como los efectos drásticos del cambio climático que cada día vemos en distintas partes del mundo nos están diciendo que no hay tiempo que perder.

Necesitamos que nuestros líderes políticos actúen rápido y tomen pasos más ambiciosos para reducir drásticamente las emisiones de carbono y para promover cambios en nuestros patrones de consumo y de producción, al tiempo que apoyan a las comunidades afectadas por esta transición ecológica, de modo que los más pobres y vulnerables no continúen pagando el alto precio de nuestra inacción.

¿Por dónde cree habría que empezar?
Creemos que transformar el sector de la energía para que sea 100 % renovable y esté libre de fósiles es un paso clave. La transición debe ser justa, inclusiva y transparente, y para ello la transformación energética debe guiarse según los principios de descentralización, diversificación, respeto de los derechos humanos y equidad de género. Además, es preciso apoyar económicamente alternativas viables, especialmente en las regiones más pobres del mundo. Y llamamos a una transición radical hacia sistemas alimentarios sostenibles, en los que la agroecología representa un modelo para los agricultores, los consumidores y el cuidado del planeta. En el proceso puesto en marcha por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, es importante evitar soluciones falsas como la geoingeniería, la agricultura climáticamente inteligente y la bioenergía a gran escala. Ese tipo de soluciones más bien representan lo de siempre, y generan mayor concentración de poder, no representan el cambio necesario del modelo de consumo y producción, del sistema que es responsable en mayor medida del cambio climático. Lo que estamos buscando es más bien la manera de dar visibilidad y promover los enfoques sostenibles ya existentes basados ​​en enfoques ecológicos o tradicionales, que restauran, mantienen o fortalecen nuestra relación con la naturaleza.

¿Cómo se interrelacionan los aspectos sociales y los medioambientales?
CIDSE pide una respuesta a la crisis climática que la reconozca como parte de una crisis social, ambiental y económica general. Esta crisis apunta a la necesidad de transformar nuestro sistema político y económico de modo que esté al servicio de la gente y respete a la gente, en lugar de beneficiar solo a unos pocos. Hoy vemos, más que nunca, en todo el mundo una creciente polarización, acompañada de protestas sociales, como está ocurriendo en Chile. No podemos seguir dividiendo la agenda social de la medioambiental. La justicia social y la justicia ecológica deben ir de la mano. CIDSE defiende la necesidad de un mayor compromiso para reducir la desigualdad y la vulnerabilidad al tiempo que nos esforzamos por alcanzar los objetivos climáticos. Se necesita coherencia en nuestras acciones. No podemos hablar de ecología y no de derechos humanos. No podemos hablar de energías renovables y olvidarnos de las amenazas que afectan a las comunidades y a las tierras indígenas, afectadas por el modelo extractivista. Tenemos una enorme responsabilidad, pero si involucramos a todo el mundo y escuchamos otras voces, las voces de los que conocen la tierra, las voces de los jóvenes que salen a protestar por el medioambiente en las calles, podemos hacerlo juntos.