De la gratuidad a la misión - Alfa y Omega

De la gratuidad a la misión

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

Leer las páginas de este libro es encontrarse cada dos por tres con un kerygma: «Qué mayor limosna que dar lo que he recibido: la Buena Noticia del Evangelio, que nos ha puesto a todos en el camino de la salvación para poder experimentar el amor que Dios nos tiene, siendo como somos, y que ha manifestado en la Cruz de Cristo emitiendo un juicio sobre nuestros pecados, que no es otro que el perdón y la misericordia». Y como esté párrafo otros muchos más son los que llenan el libro de la vida de José María Soler, José Mari, uno de los “históricos” del Camino Neocatecumenal, cuya vida y entrega se vislumbra a través de estas cartas que escribe a familia en la carne y en la fe.

Hijo de un mártir en proceso de canonización, José Mari conoció a Kiko Argüello en Cursillos de Cristiandad y retomó el contacto con él cuando el iniciador del Camino Neocatecumenal vivía buscando a Cristo en las chabolas de Palomeras Altas, al sur de Madrid.

Casado con Carmen, con quien tuvo nueve hijos, se hizo catequista del Camino y predicó y formó comunidades en numerosas parroquias de Madrid y de toda España. «La evangelización fue desde entonces la actividad fundamental de mi vida», confiesa en una de estas cartas. Ya jubilado, en febrero de 1987 se marcha junto a su mujer a la misión dando clases en el seminario de Lima y catequesis en los Pueblos Jóvenes del Callao.

Allí pasó los últimos 15 años de su vida y allí nació este libro, que recoge las cartas que escribió en aquellos años a sus hijos, nietos y hermanos de comunidad, y que constituye –más allá de la cercanía o distancia particular hacia el camino Neocatecumenal– un auténtico manual de evangelización y amor a Cristo.

«Aquí el 40 % está sin bautizar ­–escribe José Mari de su destino misionero–. De los bautizados, el 80 % no ha hecho la Primera Comunión y no se ha confesado nunca. La mayoría no se ha casado por la Iglesia y convive con su pareja. El sufrimiento de la gente es terrible. Se te encoge el corazón de tantas jovencitas madres solteras, las mujeres adultas abandonadas por uno y otro hombre. El alcoholismo es atroz. La prostitución está al orden del día». Pero José Mari sabe que cualquier transformación social pasa por la conversión del corazón, terreno reservado en exclusiva a Jesucristo.

El cardenal Blázquez dice al comienzo del libro que a José Mari «nada se le puso delante a la hora de anunciar lo que había experimentado. Como los discípulos de Emaús, a José Mari el haber visto a Cristo resucitado le cambió la vida».

Lo destaca también su nieto Juan Soler en la introducción: «la noción de gratuidad marcó su biografía. En su juventud su vida religiosa se sostuvo en el esfuerzo moral, en la obligación de hacer el bien y en el miedo a la condenación», pero José Mari «descubrió la misericordia de Dios, la inmensa ternura con que permite al pecador levantarse una y otra vez, un amor gratuito e inagotable, lejos de la acumulación de “logros” para ser grato a los ojos de Dios. Eso dio descanso a su alma». Buena manera de acercarse a las misivas de quien cerraba sus cartas con un «Todo es para bien. Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?».

Cada instante sabe a vida eterna
Autor:

José María Soler Zulategui

Editorial:

BAC