«Nuestra patria verdadera es el cielo» - Alfa y Omega

«Nuestra patria verdadera es el cielo»

Jacob y Esperanza son un matrimonio barcelonés que vive con «sufrimiento» la situación que se vive estos días en Cataluña, en una sociedad «totalmente fracturada que ha destruido familias, trabajos, relaciones entre amigos y compañeros». Como catequistas, han sido interrogados por mucha gente y su respuesta siempre es la misma: «La fe es un consuelo porque nos hace ver que nuestra patria verdadera es el cielo»

Álvaro de Juana
Jacob y Esperanza con sus hijos durante unas vacaciones de verano. Foto: Jacob y Esperanza

No han sido pocas las ocasiones a lo largo de estos años en las que el Papa Francisco se ha referido al odio y la venganza. Una de ellas fue durante su visita a Marruecos en marzo de este mismo año. En Rabat, en la Misa conclusiva de la visita, y ante miles de personas de 60 países distintos, dijo con la firmeza que le caracteriza: «Siempre nos amenaza la tentación de creer en el odio y la venganza como formas legítimas de brindar justicia de manera rápida y eficaz». Pero, dice el Papa, «la experiencia nos dice que el odio, la división y la venganza, lo único que logran es matar el alma de nuestros pueblos, envenenar la esperanza de nuestros hijos, destruir y llevarse consigo todo lo que amamos». Unas palabras que han resonado profundamente en la memoria de Jacob y Esperanza, casados desde hace doce años y con seis hijos. Él es técnico-comercial en una empresa de ascensores de ámbito nacional y ella administrativa en una empresa de servicios culturales. Los dos son catequistas en la parroquia Santa Joaquina Vedruna de Barcelona y miembros del consejo pastoral.

Afirmación la del Papa que se ha vuelto de plena actualidad con lo acontecido en Barcelona estos días y que el matrimonio ha intentado poner bajo la luz de la fe para ayudar también a otros que se les han acercado y preguntado. «Hemos vivido estos días con absoluta tristeza, con dolor e incluso con la frustración de no poder hacer nada contra esta violencia, contra este drama que hemos vivido no solo por los disturbios, sino por el odio que se respira». En una sociedad, afirman, «totalmente fracturada que ha destruido familias, trabajos, relaciones entre amigos y compañeros». «La verdad es que es una pena todo, no solo el hecho de que se produzcan altercados, sino lo que hay detrás: la división, la confrontación, este odio que se percibe en el ambiente». Al final «es un tema que se intenta no tocar en cenas familiares o en el trabajo para no crear mas confrontación», lamenta Jacob.

El matrimonio no ha dejado de acudir a su parroquia estos días, en un intento por vivir con normalidad a pesar de la tensión. «Nuestra casa no está en la zona del centro, en la que se han desarrollado los enfrentamientos, pero aún así íbamos a todas partes con pies de plomo», explica Esperanza.

Como catequistas, han sido interrogados de algún modo. «Siempre decimos que la fe nos hace ver que es necesario que aparezca el amor de Dios», explica Jacob, quien reconoce a su vez que «lo que no debe ser es que una ideología te separe del otro». «La fe es un consuelo porque nos hace ver, por un lado, que nuestra patria verdadera es el cielo, es decir, que aquí somos extranjeros, y por otro debe ayudar a que levantemos la mirada al cielo», dice a su vez Esperanza. En definitiva, «con Jesucristo se puede superar toda barrera».

La riqueza de amar al diferente

Con respecto a sus hijos, aseguran que «lo que nosotros les hemos transmitido es el amor al otro, al que además es diferente» y les decimos que, como dice el Papa, «eso es una riqueza». A menudo les explican que «si se tiene a Dios, todo lo demás se ordena: el amor al hombre, el amor al deporte, el amor a la patria, el amor a la tierra, el amor a la familia…». «Es algo que vivimos en casa con mucha tranquilidad y con mucha naturalidad y sin miedo al qué dirán», subrayan.

«Lo que vale la pena es tender puentes» y «como decía san Francisco, que donde haya odio yo ponga amor, donde haya división que yo ponga reconciliación, donde haya guerra que yo ponga paz. La misión con nuestros hijos es que aprendan a vivir esto», reconocen los dos.

Los recientes acontecimientos son «una muestra de la crisis de valores por la que atraviesa, no solo nuestro país, sino el mundo entero». En su día a día, tratan de «ser luz» en «medio de cierta oscuridad», lo que les ha supuesto que haya vecinos «que nos den las gracias y felicitado porque ven que se puede vivir con naturalidad y con paz». En casa «decimos que hay que rezar mucho por esta situación, por la gente que está sufriendo, porque existe mucho dolor y mucha rabia contenida que después se desata». Y, como matrimonio cristiano, «vemos que estamos llamados a ser reflejo de unidad y a llevar al necesitado y alejado en la fe una palabra de aliento».