«Hoy ha sido la salvación de esta casa» - Alfa y Omega

«Hoy ha sido la salvación de esta casa»

XXXI Domingo del tiempo ordinario

Daniel A. Escobar Portillo
Jesús habla con Zaqueo. Vidriera de la catedral de San Patricio, Nueva York (Estados Unidos). Foto: Lawrence OP

El encuentro entre Jesús y Zaqueo prosigue el conjunto de relatos en los que san Lucas pone en primer plano la misericordia de Dios frente al juicio y la desesperanza de los hombres. Es llamativo el optimismo que domina la narración. Como no puede ser de otra manera, la presencia de Jesucristo siempre se asocia en las escenas evangélicas a la salvación del hombre. Por eso, la afirmación «hoy ha sido la salvación de esta casa», no es sino una concreción más de que donde aparece Jesucristo, aparece Dios-con-nosotros. Se nos presenta una palabra de aliento ante el pesimismo que con frecuencia puede invadirnos. A pesar de que no nos hallamos en esta época del año en un tiempo litúrgico que enfatice de modo especial la llamada a la conversión, confrontar nuestra vida con la persona de Cristo abre siempre la necesidad de preguntarnos si es posible dar un paso más en el seguimiento del Señor, es decir, supone una invitación a un cambio interior. Un encuentro marca, pues, la diferencia entre un inicio donde parece que Zaqueo y Jesús no se conocen, hasta una conclusión de estrecha comunión entre ambos.

Nadie queda excluido de la acción de Dios

La descripción evangélica nos lleva a Jericó, una ciudad comercial y rica en tiempos de Jesús, donde alguien que era publicano podía prosperar con facilidad. El texto de este domingo detalla que Zaqueo era jefe de publicanos. Esto significaba mucho, ya que los publicanos eran considerados pecadores públicos por un doble motivo: en primer lugar, por su falta de honestidad, puesto que se aprovechaban económicamente de los impuestos que recaudaban, repercutiendo esta injusticia siempre en los grupos más desfavorecidos e indefensos; en segundo lugar, se les consideraba colaboracionistas con el Imperio romano que, a través de los publicanos, sometía económicamente al pueblo de Israel. Con esta carta de presentación se comprende la reacción de quienes contemplan la escena y murmuran contra Jesús. A esto hay que sumar que Jesús no se limita a saludar o detenerse con Zaqueo, sino que se invita a la casa del publicano; hecho que revela qué tipo de relación se establece. Para la sociedad judía la hospitalidad era un gesto de mucho mayor calado que las invitaciones que nosotros podemos hacer en nuestros días. La propia tradición bíblica da sobrada cuenta de que compartir techo y comida denota una verdadera comunión de vida entre el anfitrión y el huésped. Por lo tanto, todos saben que Jesús está decidido a establecer un vínculo personal profundo con un pecador público.

Por otra parte, la voluntad de encuentro del Señor se manifiesta ya desde el inicio del diálogo entre Jesús y Zaqueo, por el significativo detalle de nombrar al jefe de publicanos por su nombre propio. Cuando Jesús da nombre a personajes ficticios, como el pobre Lázaro, o reales, como aquí, significa una predilección y una llamada por su parte. «Zaqueo» es, de hecho, la primera palabra que sale de los labios del Señor, sin señalar el evangelista un vínculo anterior entre ambos.

Una vez más se pone de relieve la iniciativa decidida del Señor. Así se demuestra con la frase «es necesario que hoy me quede en tu casa». Esta acción abre por completo el corazón de Zaqueo, que se apresura a bajar y recibe con afecto a Cristo. Un dato fundamental de este episodio es que a pesar de ser Jesús el que le pide al publicano quedarse con él, es el Señor quien en realidad dirige la invitación a esta hospitalidad-comunión de vida.

El encuentro entre Jesús y Zaqueo nos permite comprender, en último término, algunos dinamismos esenciales de la relación entre el hombre y Dios. El deseo interior del hombre hacia el creador, reflejado aquí por la curiosidad de quien se sube a una higuera, es utilizado por el Señor en tantas ocasiones para venir a «buscar y salvar lo que estaba perdido». Poco importa a Dios lo lejana que haya sido nuestra vida anteriormente, puesto que el acercamiento al hombre formará siempre parte esencial de su misión como Hijo de Dios.

Evangelio / Lucas 19, 1-10

En aquel tiempo, Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad. En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: «Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa». Él se dio prosa en bajar y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador». Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor: «Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más». Jesús le dijo: «Hoy ha sido la salvación de esta casa; pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».