El cuidado del que sufre - Alfa y Omega

El cuidado del que sufre

España ocupa el puesto 31 de 54 países europeos en paliativos por cada 100.000 habitantes. Hay pasos que dar en un camino que nace de la «noble devoción humana de cuidar a los demás»

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Foto: ABC

El pasado mes de septiembre, el Congreso de los Diputados admitió a trámite una proposición de ley socialista sobre la eutanasia para facilitar la muerte de quien lo solicitara por estar en «en una situación de enfermedad grave e incurable, o de una enfermedad grave, crónica e invalidante, padeciendo un sufrimiento insoportable». El texto habría seguido su curso si no se lo hubiera llevado por delante la convocatoria electoral del 10 de noviembre y, muy probablemente, volverá a ponerse sobre la mesa en la próxima legislatura.

En una declaración conjunta firmada el lunes, líderes de las tres religiones abrahámicas subrayan que, tanto la eutanasia como el suicidio asistido –que son distintos aunque a veces se confundan intencionadamente–, contradicen «el valor inalienable de la vida humana» y «son actos equivocados desde el punto de vista moral y religioso». Lejos de quedarse en la resignación y el lamento por el avance de su regulación, marcan una línea clara para los creyentes: además de defender la objeción de conciencia de los profesionales sanitarios que se vean ante casos de eutanasia tras su posible regulación y pedir una atención religiosa y espiritual adecuada para los enfermos, hay que implicarse a fin de que, antes de apostar por la vía rápida para ayudar a morir al que lo desea, la sociedad adopte medidas para que quien sufre ni siquiera se lo plantee.

Aquí cobran especial importancia los cuidados paliativos, que mejoran «la calidad de vida de las personas que padecen una enfermedad incurable y progresiva» y de sus familias. En las XIII Jornadas Internacionales de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (SECPAL), celebradas el fin de semana en Santiago de Compostela, se recordó que la situación en España deja mucho que desear. Nuestro país ocupa el puesto 31 de 54 países europeos en servicios por cada 100.000 habitantes y, solo en 2017, 77.700 pacientes murieron sin recibir los paliativos que necesitaban.

Hay, por tanto, muchos pasos que dar en este camino que, en palabras de los líderes religiosos, nace de la «noble devoción humana de cuidar a los demás, especialmente de los que sufren».