«Una llaga en la carne de Cristo» - Alfa y Omega

«Una llaga en la carne de Cristo»

Ricardo Ruiz de la Serna
Foto: REUTERS / Peter Nicholls

Este camión frigorífico Escania rojo encerraba en su interior a 39 muertos. Se trataba de 31 hombres y ocho mujeres. La mayoría eran vietnamitas. Según cuenta la prensa británica, cuando el conductor del vehículo abrió el interior de la cámara frigorífica en Waterglade (Essex) el miércoles de la semana pasada y vio los 39 cadáveres casi se desmayó. El caso ha conmocionado al Reino Unido. No es el primero. En el año 2000 apareció otro camión con 58 muertos –todo ellos chinos– en Dover. Todos habían muerto asfixiados de camino a Inglaterra. El conductor del camión de Waterglade ha sido acusado de 39 delitos de homicidio, conspiración para traficar con personas y para ayudar en actividades de inmigración ilegal y blanqueo de dinero. Además de la investigación abierta en el Reino Unido hay otra en curso en Bélgica, de donde procedía el camión.

Uno piensa que estos vehículos suelen transportar alimentos que deben conservarse en frío. Sin embargo, este camión iba lleno de muerte y de dolor de otros seres humanos. Su temperatura no conservaba la comida, sino la muerte. No sabemos si esas 39 personas murieron congeladas o de asfixia, pero este camión rojo fue su tumba.

Las sospechas se ciernen sobre las redes de tráfico de seres humanos. Esta nueva forma de trata de esclavos ofrece a sus víctimas transportarlas a Europa a cambio de unas sumas de dinero que casi nunca pueden pagar con sus ahorros. Habrán de trabajar en condiciones inhumanas para saldar las deudas. Esclavizados en talleres clandestinos o en naves industriales, carecerán de los derechos y la esperanza que Occidente representa. Solo las operaciones policiales contra los tratantes pueden liberar a estas personas que sufren la opresión de los traficantes. Desde la prostitución hasta la venta de falsificaciones de ropa, la trata de seres humanos alimenta un negocio perverso de principio a fin.

El Papa Francisco denunció en términos inequívocos esta atrocidad en su discurso a los participantes en la Conferencia Internacional sobre la Trata de Personas de 10 de abril de 2014: «La trata de seres humanos es una llaga en el cuerpo de la humanidad contemporánea, una llaga en la carne de Cristo». Juan Pablo II ya había advertido en la carta encíclica Laborem exercens (1981) que: «La emigración por motivos de trabajo no puede convertirse de ninguna manera en ocasión de explotación financiera o social».

No podemos permanecer impasibles ante este sufrimiento. Todo esfuerzo que se haga por liberar a estos seres humanos de las garras de los traficantes estará bien empleado tanto en los países de origen como en los países de tránsito y de destino. En la tragedia de cada ser humano sometido a esclavitud y privado de derechos, palpita Cristo mismo y es Él quien nos interpela con las palabras del Génesis: «¿dónde está tu hermano?».