Un itinerario de novios en la feria de bodas - Alfa y Omega

Un itinerario de novios en la feria de bodas

La archidiócesis de Valladolid se cuela entre propuestas restauración, viajes y joyas para hablar a los futuros matrimonios del amor, del compromiso, del respeto, de cómo afrontar las dificultades, de la paternidad responsable…

Teresa Lapuerta
Imagen del puesto del Arzobispado de Valladolid en la feria de bodas del pasado fin de semana. Foto: Ángel Cantero

Menús con los que a uno se le hace la boca agua con solo leerlos, propuestas de cruceros por el Caribe de los que no se olvidan, vestidos y trajes salidos de un cuento de hadas, joyas dignas de lucir en los cuellos más aristocráticos; pero ¿y lo que de veras importa? ¿Acaso un matrimonio católico no es también la puerta de entrada a una experiencia que cambia la vida y da un nuevo sentido a la existencia?

Varios cientos de parejas visitaron el pasado fin de semana la feria De Boda de Valladolid y se encontraron abrumadas por decenas de propuestas de hostelería, turismo, moda, joyería… También por las facilidades de los paquetes todo incluido para el que, según rezaban carteles y luminosos, será «el día más importante» de sus vidas. Y entre todos los stands, uno que debutaba en esta edición. «¿Te casas por la Iglesia?». «¿Quieres que tu matrimonio sea para toda la vida?». «Nosotros podemos ayudarte a que así sea». Con frases como estas, los matrimonios de la Delegación de Familia y Vida de la archidiócesis de Valladolid interpelaron a los asistentes que abarrotaron el recinto.

«El día de la boda es bello, sin duda, pero nosotros queremos que os paréis a pensar también en el de después, en el camino que en ese momento emprenderéis juntos, para el que nos ofrecemos a acompañaros», era el mensaje de Elena y Ricardo. Y muchas parejas –más de un centenar en las dos jornadas– se pararon. ¿Cómo decir que no a quien te ofrece, gratis, el elixir de la felicidad conyugal? También sirvieron de ayuda el cafecito, las pastas, los bombones, el atractivo expositor, «el único en el que no se vendía nada». Y, cómo no, el original test de afinidad que se practicó a los futuros contrayentes y la contagiosa alegría y entusiasmo de los matrimonios, contribuyeron bastante a romper el hielo de los prejuicios.

Elena Gordo y Ricardo Pindado, 18 años de matrimonio, cuatro hijos y delegados de Familia desde hace poco más de un año, capitanearon el desembarco en una feria con 30 años de bagaje en la capital del Pisuerga, con la misma pasión con la que pilotan el giro radical que la diócesis vallisoletana ha dado este curso a la formación para el matrimonio. Los cursillos prematrimoniales han sido desterrados y sustituidos por un itinerario de novios que contempla la acogida, los encuentros y el acompañamiento a los futuros contrayentes. La belleza del matrimonio cristiano no se puede resumir en tres sesiones formativas ni archivar en una carpeta. Ya no, ahora no. «Es un proyecto muy ambicioso, y aunque contamos con cerca de 40 matrimonios que caminan con nosotros, es cierto que sentimos vértigo… Pero a la vez estamos tranquilos, porque sabemos que esto es posible porque los hilos los mueve Otro», explica la delegada.

Ana (34) y Carlos (42), ella de Ávila y él de Salamanca pero afincados en Valladolid, se acercaron porque querían informarse sobre los cursillos obligatorios y salieron del stand con el folleto del itinerario en una mano, el café en la otra y una sonrisa en los labios por la última broma del delegado. A Irene y Ricardo, que se casan en octubre del año que viene, les sorprendió el expositor y les sirvió para aclarar algunas dudas que pensaban solucionar en la parroquia. A Javier y Yudith, que todavía no tienen decidida fecha, la visita afianzó su decisión: «No somos de Misa diaria pero sí creyentes y, si acudes a Dios para las pequeñas cosas de la vida, ¿cómo no vas a querer que esté contigo en lo más importante?».

También estuvieron Carlos y Rosa, que se sentaron en la mesa camilla de esa acogedora sala de estar improvisada junto a su hijo y que ahora se han decidido a dar el paso; y Emilia y José, que acudieron junto a sus respectivos padres, dos matrimonios cristianos que han sido su testimonio a imitar; y Eva y Samuel, que han optado por el matrimonio civil. «Nos contestaron no a la pregunta de si su boda sería por la Iglesia, pero sí dijeron que querían casarse para toda la vida, así que también les hicimos nuestra propuesta –explican Germán Perdomo e Irene Cózar, alumnos del máster de Familia del Instituto Juan Pablo II y colaboradores de la delegación–. Porque partimos del lugar donde se encuentre cada uno, sin juzgar, acogiendo, acompañando… A nosotros nos sirve así que ¿cómo no compartirlo?».

«Con el nuevo itinerario de acompañamiento buscamos propiciar momentos y lugares de encuentro de la pareja más allá de la vorágine del día a día. Plantearles qué es lo más importante y necesario para la vida matrimonial. Hablarles del amor, del compromiso, del respeto, de cómo afrontar las dificultades, de la paternidad responsable… Hablarles de Dios y enseñarles a verle en lo cotidiano y a verle, sobre todo, en el otro», apostillan los delegados.

Lo que en un primer momento era un mar de incertidumbres para todos –César del Campo, gerente de De Boda, reconoce que al principio y «precisamente por ser católico», puso pegas a la iniciativa–, acabó siendo un boom. El éxito tuvo mucho que ver con unos conductores amables, cercanos, atractivos y muy alejados de esa imagen algo rancia que algunos tienen de la Iglesia. «A mí lo que más me ha sorprendido no ha sido la buena acogida, que también, sino que nos ha dado la posibilidad de llegar a parejas a las que no habríamos podido llegar jamás en la vida, que nos ha ayudado a evangelizar e, incluso en algunos casos, a ser primer anuncio», concluye Elena. Está convencida de que exportar con entusiasmo y alegría el enorme don que Dios otorga con la vocación al matrimonio cristiano no es una tarea, sino una suerte. Y eso atrae.