Emilia Zaballos: «Detrás de un delincuente hay una persona» - Alfa y Omega

Emilia Zaballos: «Detrás de un delincuente hay una persona»

Sin antecedentes familiares en el mundo de la abogacía, con solo 23 años ya llevaba su propio despacho de abogados. Emilia Zaballos iniciaba entonces un largo recorrido que pasa por haber fundado varios despachos más tanto en España como en México. «Llevamos mucho derecho civil y mercantil, pero sobre todo mucho penal, que para mí es una vocación», dice. En los últimos años ha llevado la defensa de varios acusados en casos de interés mediático, como los de Sandra Palo, Anabel Segura o Romina Celeste. El 22 de noviembre la Fundación Zaballos que lanzó hace 25 años otorga sus premios a personas e instituciones que fomentan los valores y los derechos constitucionales

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Foto: Fundación Zaballos

Usted ha ejercido como abogada de varias personas acusadas de crímenes que han horrorizado a la opinión pública. ¿Se puede defender a todo el mundo?
Se puede defender a todo el mundo… y se debe. España es muy sensacionalista, nos encantan las desgracias ajenas, y a primera vista parece que hay personas que no tienen defensa posible. Pero la propia Constitución recoge el derecho a tener una defensa digna. Hay comportamientos de determinadas personas y delitos que no tienen justificación, pero yo en todos estos años he aprendido que se puede analizar por qué un sujeto llega a hacer lo que hace. Y te llevas muchas sorpresas.

¿Ha tenido alguna vez algún problema de conciencia por este asunto?
En el caso de Anabel Segura, me llamaron un día del turno de oficio sin que yo supiera a quién me iban a asignar, y allí me encontré con el acusado de este crimen. Toda la sociedad se había movilizado durante dos años para encontrarle, y tanto mi familia como yo estábamos muy solidarizados con la familia, como todo el mundo. Yo tardé varios días en decirlo en casa, y cuando lo conté mi madre se horrorizó, pero también recibí felicitaciones por poder desempeñar mi trabajo de la manera más profesional y la valentía de aceptarlo.

También defendió a un acusado por el crimen de Sandra Palo.
Sí, a Ramón. Me hice cargo de su defensa pero me lo cuestioné desde el principio por la crueldad de lo que hizo. Salí de dudas cuando en determinado momento le entregué su declaración ante la Policía para que la leyera. Él hasta entonces se había comportado como un machito, contando las barbaridades que le hicieron a Sandra, pero en ese momento se hizo pequeño y se echó a llorar. «No sé leer porque nunca me llevaron al colegio», me dijo llorando. Ahí me replanteé el caso y decidí no renunciar.

Me contó que sus padres le abandonaron a él y a sus hermanos y le dejaron a cargo de su abuela, una señora mayor. Me dijo que a los 3 años, si quería comer, tenía que ir a buscar comida en los contenedores. Entonces pensé: desde los 3 a los 16 años, ¿dónde estuvieron los vecinos y los familiares que les veían en la calle constantemente? ¿Dónde estaban los asistentes sociales? ¿Dónde estaban su párroco y sus padres? ¿Dónde estaba la sociedad en general? ¿Quién debería estar sentado en el banquillo?

¿Qué pasó después con este chico?
Cuando le hice ver la gravedad de todo lo que había hecho se desmoronó por segunda vez. «¿Qué puedo hacer?», me decía. Un año después del juicio ya aprendía una profesión y podía leer y escribir… La primera carta que escribió me la envió a mí. No ha vuelto a delinquir, por lo que me pregunto: si hubiera nacido en otro entorno y hubiera vivido en otras circunstancias, ¿qué hubiera sido de él? ¿Como habría sido su vida?

No es habitual hacerse esas preguntas…
Saber por qué actúa así un delincuente no significa en absoluto justificar su comportamiento, pero es verdad que las circunstancias condicionan mucho la vida de una persona. Por ejemplo, el asesino de Anabel Segura se mostraba habitualmente como una persona soberbia, autoritaria y manipuladora, pero al escarbar un poco en su vida descubrí que era una persona llena de complejos. Cada delincuente tiene un perfil diferente.

¿Cree que la cárcel cumple su función de reinserción?
Pienso que hoy en España se hace justicia pero que el sistema es lamentable. Y si el sistema es tardío, y con ello malo, entonces no hay justicia. Hoy los procesos son lentos y caros, y no todos los jueces tienen capacidad y formación suficiente. El cumplimiento de las penas empieza muy tarde, a veces cuando la persona ya ha podido rehacer su vida y está integrada en la sociedad.

El Papa subraya que la cadena perpetua «no es la solución» y priva «del derecho a empezar de nuevo». ¿Qué opina de la prisión permanente revisable?
El objetivo de la pena es sancionar, prevenir y por último reinsertar, pero esto último es muy difícil de conseguir. Por ejemplo, creo que los condenados por delitos contra la libertad sexual son difícilmente reinsertables.

Yo estoy a favor de la prisión permanente revisable, regulada para casos muy concretos, y si una vez cumplida la totalidad de la pena, el delincuente no está preparado para convivir pacíficamente en sociedad, entonces no debe salir.

Este criterio debería aplicarse entonces a muchos otros casos, porque la tasa de reincidencia en España supera el 30 %.
La cárcel es una escuela de delincuencia. Los políticos hacen política, pero no miran qué es lo mejor para la sociedad. El legislador no sabe bien por conocimiento directo qué es lo que pasa en los juzgados o en la calle.

Hay alternativas, como la justicia restaurativa, que busca sanar las heridas a través de encuentros entre víctimas y victimarios…

Sí, pero es difícil, porque muchas veces alguna de las dos partes no quiere participar. Es un camino que seguir, en la línea en la que hemos ido trabajando profesionales desde hace años, mirando a la persona que hay detrás del delincuente.

En todos estos años, ¿qué ha aprendido de la naturaleza humana?
He aprendido que a cada uno nos duelen las cosas cuando nos tocan. Y que la vida es acción: uno no debe limitarse a protestar siempre, a quejarse. Nos tenemos que involucrar. Dios nos bendice y hay que devolver lo recibido de alguna manera, hacer lo que podamos para cambiar la realidad.