Nunca os canséis de esperar - Alfa y Omega

Al entrar al comedor donde celebro la Eucaristía, alguien me pone un papel en la mano pidiéndome que lo lea. Dice así:

«Quisiera quitarles cinco minutos de su tiempo para despedirme de todas ustedes por medio de esta nota, que entrego a mi amiga para que el Padre José Luis la lea en Misa.

Soy Hilda, la venezolana y he estado seis meses con ustedes en esta detención. Gracias a Dios, hoy voy de camino a Orlando para encontrarme con mi hija y con mis nietos. Además de darle infinitas gracias a Dios, quiero aconsejarles que nunca pierdan la fe. Yo casi la perdí. Por eso le pido perdón a Dios y les pido a ustedes que nunca pierdan la confianza en Él y que le hablen como hijas suyas que son. Sabéis que ya me iban a deportar, pero Jesús realizó un milagro. Al final, nuestras vidas están en sus manos.

A las amigas que no puede darles un abrazo, las llevo en mi corazón y en mis oraciones. No olviden nunca que Dios es amor y está al lado del que da amor a sus semejantes.

Que Dios las bendiga a todas y tengan fe de que pronto dejarán este lugar».

He visto cómo muchas de las 147 detenidas que asistían ese día a Misa, se emocionaban y dejaban correr libremente las lágrimas. Me han pedido cantarle a la Virgen una canción que les fascina. Tomo la guitarra y cantamos: «Cuántas veces siendo niño te recé… Poco a poco, con el tiempo, olvidándome de ti…, por caminos que se alejan me perdí… Y al mirarte quiero comprender que una madre no se cansa de esperar…». Les suplico que nunca se cansen de esperar para hacer verdad el mensaje de la canción.

Les insisto que no están solas, que rezamos por ellas todos los días, que el próximo 2 de noviembre nos uniremos, como todos los años, a los dos lados del muro para celebrar una Misa por todos los que intentaron cruzar y murieron sin alcanzar sus sueños. También por todas las familias que sufren el dolor de la separación.

Cerca de 400 inmigrantes indocumentados murieron al intentar cruzar de manera ilegal la frontera de Estados Unidos con México en 2018, según datos de la organización Proyecto Migrantes Perdidos. Esta cifra incluye el fallecimiento de 214 hombres, 20 mujeres y cuatro niños, a los que hay que sumar 138 restos humanos de los que no pudieron identificar su edad y género.

Hace un par de meses siete cuerpos fueron hallados en el río Grande, en el canal que divide El Paso, Texas, de Ciudad Juárez, México. Las víctimas son una niña, cinco hombres y una mujer. Ninguno ha sido identificado ni se conocen sus nacionalidades. Pero Dios sí que lo sabe. Y lo sabe desde el vientre de su madre porque es allí donde tejió sus vidas y los eligió para que la tuviesen en abundancia. Que así sea. Amén.