Mientras las administraciones se pasan la pelota, los refugiados colapsan las calles de Madrid - Alfa y Omega

Mientras las administraciones se pasan la pelota, los refugiados colapsan las calles de Madrid

«Estamos recibiendo un Aquarius a la semana», ha denunciado el delegado de Bienestar Social de Madrid, que advierte «una emergencia humanitaria total» en la capital por la masiva afluencia de refugiados. En las últimas noches numerosas familias han tenido que dormir en la calle

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Foto: EFE/Zipi

11 de octubre: dos familias grandes, de seis a siete personas, llevan ahí fuera dos y tres días. Una pareja de personas de mediana edad que llevan tres días en calle; la mujer está enferma y ayer estuvo en urgencias.

14 de octubre: una pareja con una niña de 5 años pasan la noche ante el Samur Social abrigados con mantas de los vecinos.

15 de octubre: a 10 grados de temperatura, la puerta del Samur Social de Madrid sigue siendo la acogida de las administraciones a las personas que llegan en busca de refugio. Esta noche el frío cielo acariciará los sueños de tres niñas de 4, 6 y 12 añitos.

Estas son algunas de las denuncias que ha hecho en redes sociales la Red Solidaria de Acogida, en línea con otras denuncias similares realizadas por otros actores sociales a pie de calle. Cada noche son varias las familias que se ven abocadas a dormir en la calle delante de la sede del Samur Social del Ayuntamiento de Madrid.

Desde el Consistorio se denuncia que en los últimos meses han recalado en la capital 4.000 refugiados, y que en lo que llevamos de año han solicitado asilo en la Comunidad de Madrid «casi el doble de personas que el año anterior»: 35.000 frente a 20.000.

Hace pocos días, José Aniorte, delegado del Área de Familias, Igualdad y Bienestar Social, declaraba ante las puertas del Samur Social que «estamos en una situación de emergencia humanitaria total, es como si vinieran a Madrid ocho Aquarius a la semana», y señalaba que la mayor parte de refugiados procede de Venezuela y Centroamérica. El aeropuerto de Barajas se ha convertido «en la primera frontera» de nuestro país, advertía, para quien «la respuesta la tiene que dar el Ministerio» de Trabajo y Migraciones.

Según explicaba Aniorte, el número de refugiados que en estos momentos hay en la red de acogida municipal es de 1.000 personas, la cuarta parte de las plazas existentes en los albergues. A ese dato habría que añadir el de las 150 peticiones semanales de asistencia por parte de refugiados en el Samur Social, cuyos trabajadores llevan desde el verano protestando por el colapso de los recursos municipales y la falta de coordinación entre las administraciones local, autonómica y municipal a la hora de atender a los solicitantes de asilo. En esas mismas fechas, el delegado acusaba claramente al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de «eludir su responsabilidad en materia de asilo derivando a los solicitantes que lleguen a Barajas a los albergues municipales, que ya están desbordados».

De momento, Ayuntamiento y Ministerio se han puesto de acuerdo para crear un espacio municipal para la acogida de refugiados, pero mientras llega, el centro de acogida de emergencia del Pozo del Tío Raimundo acaba de abrir sus puertas adelantándose a la Campaña contra el Frío y en tres días ya ha visto llenarse sus 130 plazas.

«No hay suficientes plazas para todos», señalan para Alfa y Omega desde la Red Solidaria de Acogida, «a diario decenas de personas se quedan en la calle por no tener un recurso de emergencia», una situación que se añade a la de las 150 personas sin hogar desalojadas por el Ayuntamiento a principios de octubre en el Paseo del Prado.

Mientras los recursos municipales están colapsados, son las asociaciones y los particulares los que se encargan de atender en la medida que pueden a todas estas personas, desde las parroquias y asociaciones de la Mesa por la Hospitalidad, hasta la iglesia de San Antón –el padre Ángel ha colocado seis colchones para ellas en su mismo despacho–, pasando por los mismos vecinos del barrio donde está el Samur Social, que cada noche bajan a la calle para dar comida y agua –y sobre todo alguna palabra de aliento– a las personas y familias que ya conocen cómo es dormir al raso en las calles de Madrid.