El mayor dolor - Alfa y Omega

Mariló llevaba en su rostro un drama que le pesaba como una losa. Cuánta tristeza reflejaba esta mujer. Empezó a contarme su historia. Quería quitarse la vida. Su drama es el mismo que viven muchas mujeres en torno a sus 45 años de edad, donde lo único que quieren es una sonrisa, un «gracias» o unas caricias por haber dedicado la vida entera a un hombre al que aman y a unos hijos por los que darían su vida. En lugar de eso estaba recibiendo las dos cosas que ningún ser humano, y menos enamorado, es capaz de soportar: «La mentira (convertida en traición) y la indiferencia de las personas amadas».

Te pedí que me contaras cosas felices, que recordaras cuando eras joven. Para mi sorpresa me dijiste que habías sido catequista y que estabas en el grupo juvenil de tu parroquia, y te cambió la cara al contarme cómo vivías aquellos encuentros de jóvenes de la diócesis, sobre todo las Pascuas juveniles de Brotes de Olivo. Por primera vez sonreíste.

Te dije: «¿Te das cuenta que te puedes permitir sonreír analizando tu pasado? Sin embargo, cuando me has hablado de tus hijos y de tu situación familiar, lo has hecho con muchísima tristeza. Como si te castigaras por haber querido a los tuyos, como si el amor que pusiste en ellos ahora fuera dolor… Mariló, creo que debes sentirte orgullosa de lo que has hecho en tu vida como mujer, como esposa y como madre. Seguro que tu amor superó con creces tus fallos. Si al final no te dan la recompensa que mereces por parte de los que has amado, ese es su problema. Tú lo hiciste muy bien y es una pena que ellos no sepan apreciarlo. La felicidad no depende de que tus hijos y tu marido te quieran y se quieran entre ellos y podáis ser la familia feliz que deseas. Tu felicidad depende de que tú te quieras».

Llegó tu marido en la hora de visita y se abrazó a ti sin parar de besarte. Y mientras, yo pensaba: Aunque no es fácil, cuando se ama, se puede perdonar la mentira y la traición. Lo difícil de perdonar, y lo que más dolor produce, es ser tratado con indiferencia.

Me despedí. Mientras me iba recordé una frase que hace más de un año grabé en mi móvil: «Prefiero llorar tu ausencia, que vivir a tu lado soportando tu indiferencia».