Pueblos indígenas, los primeros en el Sínodo - Alfa y Omega

Les escribo hoy desde Roma, donde comenzó esta semana el Sínodo de la Amazonía, convocado por el Papa Francisco para buscar «nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral» en esta región. Estoy aquí con algunas personas que le dan sentido a todo esto.

Ernestina. Indígena macuxi, profesora en su aldea, una de las mujeres más fuertes en la defensa de su tierra, Raposa Serra do Sol. Vio a 21 compañeros suyos morir antes de tiempo, asesinados por defender la tierra donde nacieron sus antepasados y donde nacerán, si Dios quiere, sus nietos. Hoy le reluce la sonrisa desde dentro: su tierra está reconocida y sabe que la Iglesia fue importante en esa lucha.

Jair, líder del pueblo indígena maraguá. Los maraguá estaban en la lista oficial de los pueblos extintos, pero son «semillas testarudas, que crecen entre los espinos» y se levantaron de nuevo en los últimos años. Quieren una vida en paz en su tierra y, por ese motivo, Jair está amenazado de muerte.

Elza Nâmnâdi, del pueblo xerente. Una carretera pretende atravesar el territorio de su comunidad y ya se llevó la vida de su padre hace diez años. Hoy Elza levanta la voz de su pueblo, con autoridad, delante de grandes empresarios y líderes políticos.

Adriano, del pueblo karipuna. Cuenta cómo unos hombres entraron en sus tierras, ya demarcadas, y comenzaron a lotearlas para venderlas ilegalmente en la ciudad mientras otros se llevaban ilegalmente las maderas. Un bien común, transformado apenas en bien de mercado.

Y aún hay muchos otros indígenas con nosotros aquí, en el Sínodo. Ellos son los que dan sentido a este momento de la Iglesia. ¿Por qué? El Papa dejó claro desde el inicio que eran los interlocutores principales. Ellos, los más amenazados, son también los portadores de saberes y visiones del mundo y de la vida que hoy se tornan indispensables. Su sentido de pertenencia a la tierra y a la vida comunitaria se encuentran con la Iglesia sencilla, en salida y abierta que promueve Francisco, y con su propuesta de ecología integral.

El Sínodo no tendría sentido sin los pueblos indígenas; ellos son los sujetos. Y si ellos son los primeros, es porque nos marcan un camino de conversión como Iglesia. Con ellos, en diálogo honesto, buscaremos estas semanas los nuevos caminos de ser y estar de la Iglesia en la Amazonía y en el mundo.