Viaje de ida - Alfa y Omega

«Todas las noches soñaba que vivía en España. Tenía 9 años. Imaginaba cómo serían las calles, las casas, cómo hablaría la gente. Y así me quedaba dormido». Han pasado cerca de 20 años. Él cruzó cuatro países. Viajó en moto, coche, tren y anduvo cientos de kilómetros, la mayoría de noche. Atravesó el desierto. Se ganó la vida trabajando en lo que pudo. Perdió a un amigo en el camino. Y cuatro años después de salir de su país, llegó a España en una patera interceptada por Cruz Roja.

Continuó hablando, despacio. Se acomodó en la silla de la oficina situada debajo de su apartamento. Allí reside, con otros dos compañeros, desde hace casi tres meses. Ahora le acompañamos un equipo formado por hijas de la Caridad, profesionales y voluntarios. «La vida aquí es muy difícil para mí. Me siento muy solo. Estoy lejos de mi familia, no tengo amigos, no hay nadie. Y allí, me van olvidando». Silencio de nuevo. «En Europa hay muchas cosas, tienes de todo. Hay dinero. Eso es lo que quiere la gente. Ganar mucho. En África no hay nada. Pero hay vida. Lo único que importa es la vida». Sin saber qué contestar, le dije que me gustaría conocer su país. Él se rió: «Tú no puedes ir. ¿Cuántos días has estado sin comer?». «Ninguno», balbucee.

Se quitó la gorra negra que siempre lleva puesta y comenzó a jugar con ella. Me preguntó por qué tenía que firmar tantos papeles. «Cada vez que hago algo, tengo que firmar. En mi país todo se habla. No hace falta nada más. Tampoco necesitas hacer exámenes». En el último mes había hecho varias pruebas de acceso a cursos. Muchas veces no entendía las preguntas y se lamentaba de no haber ido nunca a la escuela. No fue admitido en ninguno. Cada vez que terminaba, salía abatido del aula. «En mi país, si quieres aprender un oficio, observas a alguien que sabe. Después de un tiempo con esa persona, ya estás preparado para hacerlo solo. Él te lo enseña todo».

El silencio se apoderó de la estancia, algo inusual. La oficina siempre estaba muy concurrida, con idas y venidas de los demás chicos y chicas que viven en los otros pisos. Todos solicitantes de asilo. Levantándose del asiento, dijo: «Vamos. No se puede hablar tanto. Aquí hay que ir rápido. Estamos en Europa».