El plan de la Iglesia para la España vaciada - Alfa y Omega

El plan de la Iglesia para la España vaciada

La Unidad Pastoral de Carranza-Lanestosa, al suroeste de Vizcaya, acaba de poner en marcha un plan para acabar con la situación de declive de la zona, mejorar la empleabilidad y poner en valor su rico patrimonio cultural y natural. Hechos que se suman a las voces de diversos obispos que piden medidas concretas frente a la despoblación de amplias zonas del territorio español

Fran Otero
Mesa informativa del plan de desarrollo económico y social promovido por la Unidad Pastoral de Carranza-Lanestosa. Foto: Plan Carranza-Lanestosa

Una bandera de España con un gran agujero en medio. Es uno de los símbolos de la España vaciada –esa que pierde población a marchas forzadas y, a la vez, todos sus servicios– y que el pasado viernes salió a la calle para reivindicar una mayor atención e inversión por parte de las administraciones públicas, peticiones a las que se ha sumado la Iglesia –uno de los actores con mayor presencia en estas zonas– de manera simbólica con el sonido de las campanas de sus parroquias y catedrales.

También con las palabras de sus obispos; como el de Palencia, Manuel Herrero, que lamentó «la gran pérdida» que para el futuro supone esta situación, porque «en los habitantes de esta España vacía y vaciada hay muchas potencialidades, muchos valores que aportar al bien común». O la de los obispos aragoneses, que, además de alentar a los fieles a participar de las reivindicaciones, trabajan en la publicación de una carta pastoral sobre esta cuestión. «Una de las pobrezas entre nosotros es “la otra Zaragoza”, la de los pueblos pequeños y la de las zonas despobladas, en lo que se llama hoy la España vaciada, que afecta también a Aragón. Queremos como Iglesia dar una respuesta, y ser presencia significativa en el mundo rural», afirmó el arzobispo de Zaragoza, Vicente Jiménez Zamora, hace unos días.

El compromiso de la Iglesia con el mundo rural es innegable. Las cifras lo confirman: de las más de 23.000 parroquias que hay en España, un total de 11.377 están en poblaciones rurales. Una atención que mantienen a pesar de la escasez de vocaciones sacerdotales que den relevo a un clero envejecido con nuevas fórmulas de organización como las unidades pastorales, potenciando el trabajo en equipo y otorgando más responsabilidad a los laicos.

Campañas de la torre de la iglesia de Revenga de Campos (Palencia), que han tocado cinco minutos por la España vaciada. Foto: ABC

El proyecto de Carranza-Lanestosa (Vizcaya)

En la Unidad Pastoral de Carranza-Lanestosa, en el suroeste de Vizcaya, ya han recorrido este camino. Se trata de una zona poco poblada (3.000 habitantes) aunque amplia en territorio; la forman dos ayuntamientos, 49 núcleos de población y 17 parroquias. Ahora solo hay un sacerdote, el párroco de la unidad pastoral, Miguel Ángel Esnaola, con el que colabora un religioso palotino. Hace medio siglo eran 20 curas.

Esnaola lleva tres años en la zona y desde el principio fue consciente de la situación de abandono. La conversación con un padre de familia le abrió los ojos: «Me contaba que hizo la opción de quedarse a vivir aquí, pero para eso tiene que hacer una hora de coche a Bilbao cada día, 56 kilómetros por una carretera con muchas curvas. Me decía también que de los 50 chicos que estudiaron juntos, solo quedaban cinco en Carranza. El 90 % se ha marchado».

Siguiendo la histórica implicación de la Iglesia local en el desarrollo económico de la región con las cooperativas, Esnaola se preguntó por qué la Iglesia no podía ser de nuevo promotora de actividades laborales y económicas. Tal y como cuenta a Alfa y Omega, llevó la propuesta al equipo económico de la unidad pastoral y decidieron «ser la chispa de una iniciativa de tipo económico y social que aglutine y motive a otros agentes». La iniciativa sería refrendada posteriormente por el consejo pastoral.

El párroco tenía claro que si se ponía en marcha un Plan de Desarrollo Económico y Social, que es como se llama, tenía que realizarse con una gran profesionalidad. Y por ello, está contando con una consultora, Kemen Acompaña, dedicada, precisamente, a poner en marcha planes de desarrollo territorial, económico y social. Y, además, como dice su socio director, Cernin Martínez, «implicarnos con la unidad pastoral y la Iglesia es también parte de nuestra vocación y misión».

Así, ya se ha elaborado un documento en el que se presenta el diagnóstico de la situación, se explica la metodología que se va a seguir y se plantean una serie de objetivos. La idea es que a través de este plan se identifiquen y se pongan en marcha nueva oportunidades de empleo en la unidad pastoral; se detecten las necesidades para generar dinamismo económico y social y se dialogue con las administraciones; y se ponga en valor, se mejore y se dote de nuevos usos al patrimonio de la unidad pastoral.

Buscando nuevos proyectos

Para ello se crearán grupos de trabajo con las empresas existentes, con emprendedores o particulares que tengan nuevas ideas de negocio y con los propietarios, también la unidad pastoral, que puedan disponer de recursos para el desarrollo económico y social. Luego se seleccionarán los proyectos prioritarios y se buscará financiación y, finalmente, se ejecutarán. Pasos que se darán en cuatro meses.

Todo esto se dio a conocer a la feligresía el pasado 18 de septiembre en el santuario de la Virgen del Buen Suceso, patrona del valle de Carranza, con un puesto informativo. Antes ya se habían reunido con los dos alcaldes de la unidad pastoral –de distinto signo político–, quienes mostraron su total disposición a colaborar. «Al principio lo recibieron con cierta sorpresa, pero enseguida nos dijeron que podíamos contar con ellos. Por ejemplo, el alcalde de Lanestosa nos llamó al día siguiente para que quedásemos una mañana y conociésemos todos los recursos de los que disponía el ayuntamiento. Y nos ofrecieron espacio en una casa para trabajar, hacer entrevistas…», añade Esnaola. También han recibido el apoyo de la Asociación de Desarrollo Rural de Las Encartaciones, que trabaja con la Diputación Foral de Vizcaya, y cuyo responsable ha manifestado la intención de colaborar en el plan ya sea prestando recursos formativos o con la concesión de microcréditos.

Concentración en Teruel. Foto: EFE/Antonio Garcia

La fase que encara ahora el proyecto es la de entrevistarse con empresas y particulares para conocer la realidad, las necesidades y la potencialidad de la zona. «Quisiéramos ayudar a aquellos que no encuentran un relevo en su actividad y también a aquellas personas que tienen ideas, pero que no las han puesto en práctica y ofrecerles un acompañamiento y seguimiento. De este trabajo y diálogo saldrán unos pocos proyectos que sirvan como faro y que sean una declaración de intenciones de que esto va en serio», explica Esnaola, que añade que pueden ser proyectos tan humildes como la reapertura de un bar –que hace las veces de punto de encuentro– en un núcleo.

Uno de los sectores sobre lo que se podrá incidir será el del patrimonio cultural y natural, tal y como explica el párroco: «Tenemos rutas de senderismo, pero están muy abandonadas. Hay una para ver dólmenes, pero estos ni se ven porque están cubiertos por maleza, u otra para visitar un hayedo, al que es imposible acceder si llueve. Además de generar empleo y riqueza, el plan puede suponer un gran avance en la conservación del patrimonio y en su puesta en valor».

«Se trata –concluye Cernin Martínez– de que surjan una serie de proyectos, cosas que se puedan, y de los que priorizaremos los más importantes o interesantes. Algunos los lanzaremos porque son fáciles y eso va a animar a la gente y otros tendrán un recorrido a más largo plazo porque serán estratégicos». Él y su empresa ya han trabajado en lugares con la misma problemática que Carranza-Lanestosa y tiene claro que no hay que caer en el pesimismo: «El de partida es para estar animado. No hay que quejarse, sino lanzarse a hacer cosas».